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La “sangría suelta” de Nicaragua

La sangría no es solo una “bebida refrescante que se compone de agua y vino con azúcar y limón u otros aditamentos”, como define esta palabra el diccionario de la Real Academia Española (RAE). 

Según el mismo diccionario, sangría es también la “acción y efecto de sangrar”. Y agrega que una “sangría suelta” es cuando la sangre no se puede restañar, o sea que no es posible detener una hemorragia. 

Se puede decir, entonces, hablando en sentido figurado, que Nicaragua está sufriendo una “sangría suelta” con el exilio y la emigración masiva de personas nicaragüenses, entre ellas muchas de las mejor calificadas laboral, técnica y profesionalmente.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), reportó que hasta marzo de 2020 más de cien mil nicaragüense se habían visto obligados a irse del país, huyendo o de manera voluntaria. Por otro lado, un investigador de Diálogo Interamericano informó que en este año 2021, más de 140 000 nicaragüenses se fueron del país en busca de mejor vida en cualquier lugar extranjero. Y la encuesta que CID Gallup hizo en este mes de diciembre por solicitud de la revista en línea Confidencial, revela que 65 por ciento de las personas consultadas dijeron que se irían de Nicaragua si tuvieran oportunidad de hacerlo.

Sin duda que la emigración de nicaragüenses deja beneficios al país,  en particular a las familias de los migrantes por las remesas de dinero que ellos envían desde el exterior. Y se beneficia el gobierno, porque las remesas le ayudan a soportar la carga social. Los datos económicos del régimen dan cuenta de que este año el monto de las remesas pasará de los dos mil millones de dólares.

Pero ese beneficio tiene un costo muy alto, porque al mismo tiempo se socava el futuro de la nación. La migración forzada o voluntaria provoca una grave pérdida de mano de obra, de experiencia laboral y de capacidad profesional, que se transfieren a los países receptores de los migrantes.

La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcenas, dijo en un debate sobre migración y desarrollo realizado en la sede de las Naciones Unidas en enero de 2019, que los movimientos migratorios pueden acarrear costos, pero también impactan positivamente en los países de origen y destino. Sin embargo, lo único que explicó es la diversidad de beneficios que reportan los inmigrantes  a los países receptores de los  recursos humanos. 

Nicaragua ya había sufrido en 1979 y los años ochenta una fuerte  “sangría suelta” de su riqueza humana, por causa de la Revolución sandinista. Y ahora está sufriendo otra gran hemorragia de su gente, también por causas políticas y socioeconómicas. 

Los expertos del gobierno y los independientes deberían hacer y mostrar el balance de ganancias y pérdidas de estas migraciones. Y explicar cuántos años retrocedió Nicaragua en los años ochenta, y  retrocederá ahora, por estas hemorragias de recursos humanos y de la inteligencia nacional.

Editorial migrar Sangre sangría archivo
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