Ana Chamorro de Holmann, más conocida como doña Anita, parece una mujer fuerte. A sus 94 años ha vivido mucha historia y sufrido mil golpes. Nació un año después de la fundación de LA PRENSA y como casi todo el clan Chamorro, su vida ha estado ligada a la suerte del Diario que se convirtió en una institución en Nicaragua.
Vio los edificios del periódico caer en dos terremotos, estuvo cuando Anastasio Somoza García lo cerró por primera vez y su familia se fue al exilio; sufrió la muerte de su padre, el asesinato de su hermano Pedro Joaquín, las constantes agresiones a LA PRENSA y, estos últimos meses, la muerte de su hermano, Jaime; la toma policial del Diario y el encarcelamiento de su hijo Juan Lorenzo por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Parece haber llorado tanto que ya no le queda más llanto, y solo cuando reclama por su hijo preso se quita los anteojos y seca una lágrima solitaria. “Vamos a ganar con la ayuda de Dios”, dice.
Estos últimos meses usted ha recibido varios golpes seguidos: la muerte de su hermano, don Jaime.
Jaime fue empeorándose poco a poco. En Estados Unidos nunca le dijeron que tenía cáncer en la médula. Eso se fue agravando poco a poco y él tenía desde febrero de no ir a LA PRENSA porque vivía del hospital a su casa y de su casa al hospital. La médula no fabricaba los glóbulos blancos que necesitaba. Hasta el último momento estuvo pendiente de LA PRENSA. Jaime y yo éramos equipo en la dirección. Él era presidente de la Junta Directiva, Cristiana (Chamorro), vicepresidente y yo vocal. Llegábamos todo el tiempo. Nos hace falta mucho del conocimiento que él tenía.
Luego vino la toma de LA PRENSA y la detención de su hijo, Juan Lorenzo.
Eso fue el colmo. Como Hugo (Holmann) se retiró de LA PRENSA y Juan Lorenzo era el secretario de la Junta Directiva, mi hijo había tomado el lugar de gerente. Ese día llegó la Policía ahí a pedirle los datos porque había reclamado por el papel y no le contestaban nada. Llegaron los policías y le comenzaron a preguntar y él les enseñó todo, los diferentes lugares que había, hasta un lugar donde estaban unas bobinas de papel, pero no eran de papel periódico, sino que eran de revista, y ellos dijeron que había papel y que éramos mentirosos. Estuvieron con él hasta las 2:30 de la mañana en LA PRENSA. Él podía comunicarse por teléfono y le dice a la esposa: “Ya me voy, porque dicen que voy a firmar unos documentos”. Ella fue y le entregó en ese momento unas medicinas. Lo que pasó es que, en vez de firmar papeles, le dijeron que ahí se iba a quedar.
¿Qué piensa de todo esto que está pasando?
Ellos están haciendo lo posible para ganar estas elecciones, como otras, con sus cuentas mal contadas. A todos los candidatos los fueron echando presos. A Cristiana (Chamorro) la inhibieron y le están inventando eso del lavado de dinero. Se ve claro que lo que quieren es ventajas para ellos, para que solo un candidato sea. Porque, ¿por quién vamos a votar?
¿Cómo se explica tanta saña contra los Chamorro en este gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo?
Yo creo que para eliminar todos los posibles candidatos y en contra de LA PRENSA, lo mismo que Somoza que la quiso borrar. En el tiempo de Arnoldo Alemán hubo una cosa igual. Una acusación de defraudación fiscal igual que ahora. El que manejaba eso era Byron Jerez, que era un hombre funesto, aprovechado e incumplido. Aquel juicio lo ganamos porque en aquel tiempo las leyes servían, ahora no, aquí es al dedazo. La tradición de los Chamorro, en LA PRENSA, ha sido siempre cumplir con la ley. Mi padre nos enseñó eso. Cumplir, cumplir y cumplir. Ahora Daniel dice que estamos realizando defraudación aduanera. ¡No es cierto! Nosotros hemos sido siempre limpios con la ley.
Como madre, ¿qué siente doña Anita de tener a su hijo preso?
Me ha dolido mucho, sobre todo el engaño de haberlo llevado y después de haber enseñado los recibos y los papeles. Es el engaño lo que me ha dolido. También la situación en la que está él, incomunicado, solo agua le permiten. Dicen que cuando llegó a verlo la esposa él estaba muy emocionado, pero le brillaron los ojos cuando ella le dijo que LA PRENSA estaba corriendo digitalmente, pero que estaba intervenida. Y preguntó mucho por todos los colaboradores. ¿Qué quién más estaba preso? Pero le dijeron que no había ningún otro preso de LA PRENSA.
Hay quienes creen que LA PRENSA está en sus últimos días.
Así parece, pero nosotros tenemos fe y esperanza que es lo único que nos acompaña, porque aquí las leyes son al dedazo que se hacen a la comodidad de esta cabeza. LA PRENSA siempre ha dicho la verdad, y ahí estamos con la fe en Dios porque es lo único que nos queda porque de ellos no esperamos nada.
Don Jaime decía que LA PRENSA llegaría a los 100 años.
Tiene 95 años. Esa es la esperanza que tenemos, porque la esperanza y la fe es lo que nunca se pierde porque no nos pueden arrancar eso del corazón. Contamos con todos ustedes y les damos las gracias porque son verdaderos colaboradores con el amor que le tienen a LA PRENSA; a los anunciantes que nos responden, a los lectores. Tenemos miles de mensajes que hemos recibido de solidaridad y esperanza también y de oraciones que están ofreciendo para que vuelva a ser LA PRENSA que era y seguir leyéndola como lo han hecho siempre.
Damos gracias a Dios Todopoderoso y a la Virgen Santísima por habernos permitido informar a los nicaragüenses durante estos 95 años y haber sido voz de los que no tienen voz, tribuna para los que querían poner sus denuncias.
Usted nace casi con LA PRENSA, un año de diferencia.
LA PRENSA es mi hermana mayor, como le digo yo. Yo nací en 1927. Nací entre fichas, tipos, que se acomodaban en una cajuela, como pollos que buscan la comida. Eran expertos en eso y no se equivocaban. El papel se ponía y quitaba cuando ya estaba impreso, todo manualmente. Tenía un ruido peculiar y nosotros lo oíamos porque vivíamos pegado a ese galerón que era de LA PRENSA.
¿De niña llegaba a LA PRENSA?
Yo llegaba a curiosear ahí, sobre todo los días de San Pedro y San Pablo, que eran una alegría ahí. Tiraban cohetes, se ponían sifones de cerveza, un vaso nada más, aunque siempre había quien tomaba más. Una algarabía.
¿De su padre qué recuerda?
Era el director entonces, Emilio Álvarez era el tenedor de libros, y Carlos Uriza era quien recogía en una panita todo lo que llegaban a pagar los voceadores que anunciaban en la calle ¡LA PRENSA! ¡LA PRENSA! Las suscripciones se distribuían en bicicleta. La vida de LA PRENSA era bien sencilla. Después vino el terremoto y ahí quedó LA PRENSA destruida porque la máquina pegó en las paredes. El movimiento fue grande. Con lo que nos dio el seguro compramos ese terreno donde está ahora. Se los compramos a los herederos de un señor que se llamaba José Argüello Cervantes, que distribuía marcas de camiones o tractores.
La llegada de su hermano, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, ¿significó cambios en la forma de hacer LA PRENSA?
Pedro Joaquín llega en 1948. Él estudiaba en México porque cerraron las universidades y mi papá lo mandó a México a estudiar. Estudió abogacía y un poco de periodismo, que estaba muy avanzado en México. Lo mismo que Pablo Antonio. Él vivía en México y mi hermano le dijo que estudiaran periodismo para que viniera a renovar aquí LA PRENSA. Él era subdirector.
¿Cómo se llevaba usted con su hermano?
Éramos muy amigos. Porque yo era la segunda de los hijos de mi padre. Pedro era tres años mayor que yo. Éramos muy pegados, y sobre todo que él se llevó muy bien con mi esposo, Carlos Holmann. Se conocieron en el colegio. Mi esposo era deportista y le gustaban los paseos y todo eso. Tenían mucha afinidad. Mi esposo decía que Pedro era el hermano que nunca había tenido, porque de cinco hermanos, cuatro eran mujeres.
Don Jaime era el menor de sus hermanos. Su carácter era distinto.
Jaime era menos impulsivo, más pasivo. Pedro era muy impulsivo. Muchas veces mi papá le rompía los editoriales y le decía que muy fuerte eso. Pedro llegaba bravo y mi papá le decía: “Bajale a eso”. A mi papá le cerraron LA PRENSA en 1944 y a Pedro lo culatearon ahí por el parque Central y por eso, y porque las universidades habían cerrado en Managua, lo mandaron a México. Los guardias eran bien agresivos. Para deshacer las protestas de los estudiantes los atacaban con la culata del rifle.
¿Cómo vivió los cierres de LA PRENSA?
En el 1944 mi papá y mi mamá se fueron a Estados Unidos. Yo ya estaba en el colegio donde estuvo mi mamá, Georgetown Visitation Concerns, cuando estaba soltera. Luego llegó mi hermana Ligia. Cuando las monjas se dieron cuenta que nos habían cerrado el modo de vivir nos dieron una beca. Ahí estuvimos dos años hasta 1946 que Somoza le permitió reabrir LA PRENSA. Ese fue el primer cierre prolongado: dos años. Mi madre trabajaba en una fábrica de terminado de ropa fina y mi papá había conseguido un trabajo en The New York Times, en la sección es español, porque tenía un inglés muy básico. Mi mamá era la que mantenía a la familia. Cuando cerraron LA PRENSA, mi papá tuvo que vender una finca para pagarle a los empleados que quedaron sin trabajo.
¿Dónde estaba usted cuando recibió la noticia del asesinato de su hermano Pedro Joaquín?
Aquí en Managua. Habíamos oído en la radio que Pedro había tenido un accidente. Y mi mamá afligida se montó en el carro y yo la acompañé. Cuando llegamos al hospital, un hombre desde la ventana nos dijo: “Ya murió”. Aunque no se oía, ella le leyó los labios. Lo vimos en la camilla, estaba tendido con las balas en el pecho y según dicen una herida que tenía en la nariz fue la que lo mató porque esa bala fue directo al cerebro. Nos fuimos con el cadáver y fue una manifestación increíble en la calle. Cuando íbamos pasando por la Aviación nos tiraron bombas lacrimógenas, pero logramos capearnos y no nos tocó muy fuerte.
¿El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro ha sido uno de los golpes más duros de LA PRENSA?
Sí, sí. Fue horrible. Porque él era de todo ahí. Lo querían mucho los trabajadores, colaboradores les dicen ahora.
¿Usted en algún momento simpatizó con la revolución sandinista?
Sí, en algún momento. Creo que todos, porque era un llamado a terminar con la dictadura de los Somoza, que era muy dura. La Rosario (Murillo) trabajó para LA PRENSA. Siete años trabajó con Pedro.
¿Cómo recuerda a doña Rosario?
Era muy buena al trabajo, muy cumplida, pero casi no se metía con el personal, con el resto de los trabajadores. Casi no se metía en los festejos y cosas que celebrábamos: el día de San Pedro ni nada de eso.
¿Usted tuvo relación personal con ella?
No mucho. Cuando el terremoto de 1972 a un niño de ella le cayó la casa. Mi esposo y Pedro sacaron el cuerpecito del niño de los escombros. Rosario llegó donde Violeta (Barrios de Chamorro) llorando y le dieron la medicina de doña Amalia, que es la mamá de Violeta, que tomaba esas medicinas para los nervios, porque ella estaba inconsolable. Cuando murió mi esposo Carlos ella llegó a la casa a darme el pésame. Ese fue un día muy doloroso para mí y ella llegó a acompañarme.
¿Encuentra alguna similitud entre la Rosario Murillo que llegó a LA PRENSA y la Rosario Murillo que está en el poder ahora?
No. Yo no fui muy amiga de ella. No la conocí mucho.
Y ahora que está en el poder ¿qué opinión tiene de ella?
Ella tiene mucho poder. Muchos dicen que ella es la que manda. Ha dado señales varias veces. Cuando estaban en 2018 dijo: Vamos con todo. Esa frase es famosa y es la seña no solo para echar preso.
¿Qué cree usted que va a suceder en Nicaragua?
Yo creo que él (Daniel Ortega) guarda todo esto como sus cartas de negociación. Él va a ganar las elecciones porque ¿con quién va a competir? Como él está muy mal, el Gobierno, en la Unión Europea, en la unión centroamericana, está supuesto que no habrá reconocimiento para él, más que es la cuarta vez que se va a reelegir. ¿Qué es eso? Esto va a ser como reinado.
Usted parece una mujer muy fuerte.
Estoy acostumbrada a este vaivén. Desde mis abuelos. Pero nunca había sentido este engaño de esta gente. Ahora le dicen vendepatria a los que están en contra de ellos, como si ellos son la patria. Mi hijo es de una familia leal, que no anda con robos ni lavados de dinero. Ya al día siguiente le habían dicho esa pena. ¿Cómo van a creer? Ni siquiera un juzgado, una prueba, algo. No. Es de dedazo que tratan a la gente. Por eso la gente no les cree nada, porque así es su comportamiento. Solo Dios nos puede salvar. Yo se lo pido a la Virgen Santísima, ahora que va a ser la Purísima a la que somos tan devotos y, sobre todo, de San José, que ahora es el año de San José, y a la Virgen Santísima de Cuapa que se dignó en venir a aparecer aquí. Vas a ver que vamos a ganar con la ayuda de Dios.
Estamos tristes porque este año se va a romper la tradición de imprimir los cantos a la Virgen para la Purísima que LA PRENSA hacía, pero no va a faltar la voz de los devotos gritando: ¡¿Quién causa tanta alegría!? ¡La Concepción de María! Porque esa devoción es de Nicaragua y no la van a quitar.
Esta entrevista seguramente la leerán Rosario Murillo y Daniel Ortega. ¿Qué les diría ya que podrán leerla?
Este juego que están haciendo con LA PRENSA y con mi hijo es absurdo, porque vos Rosario, más que Daniel, sabés perfectamente cómo actuamos nosotros. Vos observaste al mayor de nuestros hermanos y sabés por qué lo mataron: por decir la verdad. Nadie les va a dar el visto bueno cuando ganen el trono porque ese trono es mal habido y poco les va a durar. ¿Quién no va a ver que ponen presos a todos los contrincantes y que solo quedan ustedes? Es un juego de tigre suelto contra burro amarrado. Ningún país del mundo los va a reconocer. Tal vez los talibanes.