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El dilema de Ortega o cómo no morderse la lengua hablando contra Somoza

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Historia

A Daniel Ortega cada vez se le hace más difícil sostener la narrativa de la revolución contra Somoza, porque esa narrativa lo contradice frontalmente. Por eso los actos son cada vez más vacíos de contenido y más vagas e incoherentes las referencias históricas. Prefiere hablar de William Walker, Benjamín Zeledón o Sandino, antes que de sus antiguos compañeros de armas o de las razones por las cuales se le hizo la guerra al dictador. O sea, el conflicto de esta gente es que el Ortega de ahora se identifica más con Somoza y menos con quienes lo derrocaron, incluyéndose, miren que paradoja, él mismo.

Rigoberto López Pérez

Imagínese nomás cómo puede celebrar con todas sus letras la acción de Rigoberto López Pérez el 21 de septiembre de 1956. ¿Qué les va a decir a esos muchachos que ordenada y disciplinadamente llegan a oírle? Que Somoza García era un dictador, que pensaba reelegirse y que un joven poeta lo mató por eso, pretendiendo con ello iniciar el fin de la dictadura. ¿Cómo hacerlo sin morderse la lengua?

Presos políticos

Hablar de los presos políticos de Somoza es para Ortega lo que para el burro es hablar de orejas. Para que se den una idea: en el asalto a la casa de Chema Castillo, el Frente Sandinista pidió la liberación de 14 presos políticos, y dos que por diferentes razones se quedaron en la cárcel —René Núñez y Leopoldo Rivas— dan un total de 16 presos políticos en diciembre de 1974. Cuatro años más tarde asaltan el Palacio Nacional y se exige la liberación de los presos políticos que la dictadura mantenía en ese momento: 60 en total. Ahorita, en temporada baja, Ortega mantiene 136 presos políticos en las cárceles y hace dos años la cantidad sobrepasaba los 600.

Fechas

Las fechas históricas de la guerra contra Somoza ya se han vuelto un problema para Ortega. Un trago gordo que pasar. Cómo celebrar el 19 de julio, la entrada de las columnas guerrilleras a Managua, cuando tiene a tres de los máximos protagonistas en la cárcel. Después del 19 de julio viene el 22 de agosto, cuando un comando se tomó el Palacio Nacional. Esta fecha también se celebró siempre con mucha pompa, pero en los últimos años ha venido a menos. ¿Cómo celebrar esta acción si quienes la encabezaron ahora son sus enemigos y los mantiene en la cárcel por razones mucho más políticas que las razones que Somoza tenía para mantener en la cárcel a quienes ellos liberaron?

Muertos

Siempre quedará el recurso de los muertos. A falta de hazañas propias que ensalzar, y dado que los antiguos compañeros de armas ahora lo enfrentan a él, Ortega recurre a los muertos. Los fieles difuntos. Esos no lo traicionarán. Así Leonel Rugama, Rigoberto López Pérez, Julio Buitrago, Carlos Fonseca y otros tantos del santoral sandinista están en la narrativa de Ortega, o sea, apoyando sin poder negarse todo contra lo que lucharon: la reelección presidencial, el establecimiento de una familia dinástica, la instalación de una dictadura y los apresamientos políticos.

Contradicciones

Todo se vuelve contradictorio. Si las barricadas de antes eran gloriosas a tal punto que hasta el diario oficial del sandinismo se llamó así, ¿por qué ahora son “los tranques de la muerte”? Si las protestas de ahora son “golpes de Estado”, ¿qué eran las acciones armadas de antes? ¿Por qué antes se aplaudía cuando la OEA o Estados Unidos condenaban a Somoza y pedían el cese a la represión y ahora a eso mismo le llaman “injerencismo” o “intervención imperial”? Emiliano Chamorro es un redomado vendepatria por vender los derechos del canal interoceánico por Nicaragua, pero Ortega quiere verse como un revolucionario por hacer lo mismo. ¡Explíquenme eso!

Soluciones

A como están las cosas, a Daniel Ortega solo le quedan dos opciones para superar las contradicciones históricas en que vive: una, a la Kim Il-sung, reescribir la historia desde cero, borrando todos los nombres y fechas anteriores y colocándose de forma mágica él mismo y los suyos en el epicentro de todos los acontecimientos; o dos, la que cualquier siquiatra le recomendaría: aceptar su propia realidad, y eso pasaría por reivindicar a Somoza y repudiar a quienes lo derrocaron, incluyendo al Daniel Ortega de aquella época, porque al reivindicar al Somoza del pasado se reivindica al Daniel Ortega del presente, sin necesidad de morderse la lengua cuando habla de historia.

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