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La causa democrática vencerá

Hace algún tiempo les expresé que la demanda de nuestro pueblo por tener elecciones libres, justas y transparentes, si nos lo proponíamos con profunda fe y tesonera esperanza, pronto sería un clamor universal, que como las trompetas de Jericó llegará hasta derribar las murallas de El Carmen, desde donde la pareja dictatorial de los Ortega-Murillo tozudamente y sin nada que lo justifique, se ha negado hasta hoy a reconocer el derecho de cada nicaragüense a escoger a sus legítimos gobernantes.

En vez de reconocer este derecho, lo que hacen es reprimir, y en vez de acatar las recomendaciones de los organismos internacionales como la ONU y la OEA, lo que hacen es ensañarse con la población, tales los casos de José Pallais en León y de Violeta Granera, Luis Rivas Anduray y Humberto Belli en Managua, a cuyas familias patentizo por este medio mi más firme solidaridad.

Expreso lo anterior, no solo por el triunfo resonante de la causa democrática de Nicaragua en la OEA el 15 de junio pasado, sino porque cada día más países, más organismos internacionales y más voces de estadistas de renombre mundial, se suman al clamor nacional por verdaderas elecciones libres y transparentes el 7 de noviembre próximo en nuestro país. Este resultado se da porque los nicaragüenses hemos demostrado con sangre, sudor y lágrimas nuestra profunda vocación democrática y porque nuestra lucha es mil veces justa a la luz del derecho nacional e internacional. Pero debemos seguir luchando “como podamos y con lo que podamos” pacíficamente, hasta alcanzar el triunfo de nuestra causa por la democracia y por la libertad.

Vistas así las cosas, a los que quedan en “libertad” de la dirigencia opositora dentro de Nicaragua, les corresponderá el gran reto de tener que enfrentar, muy posiblemente en el futuro cercano, una negociación con el régimen de los Ortega-Murillo. Hay fuertes indicios de que los gobiernos de Argentina, México y España en coordinación con el de Estados Unidos (EE. UU.) están trabajando en un proyecto que basados en las elecciones nacionales, conducirían a la democratización de Nicaragua. En esto, la dirigencia opositora debería, además de reiterar su total respaldo a las resoluciones de la OEA del 21 de octubre del 2020, mantenerse firme e inclaudicable en los siguientes puntos:

1) No puede haber negociación alguna con presos políticos. Todos, sin excepción, deben ser puestos en libertad antes de sentarse a negociar con la dictadura, que está acostumbrada a prometer y no cumplir.

2) El candidato o la candidata presidencial que resulte electo en las primarias de la oposición, deberá ser reconocido por el Consejo Supremo Electoral (CSE) para participar legalmente y con todos sus derechos inherentes a su condición de tal, en las elecciones nacionales de noviembre próximo. Será el candidato o candidata única de la oposición. Los que se conformen con “el que quede” lo que harán es fomentar el abstencionismo, que es lo que quiere Ortega para terminar de consumar su nuevo fraude electoral.

A la dictadura, por el casi total aislamiento en que puede caer en los próximos meses, solo le quedan dos caminos: O cede ante la presión internacional, llevando a la práctica real y verdadera las resoluciones de la OEA del 21 de octubre del 2020 o sigue en su obstinamiento, reprimiendo a la dirigencia opositora y ahondando más la crisis, a la espera de que otros vientos en el futuro mejoren a su favor la correlación de fuerzas en el campo internacional. Esto último sería catastrófico para Nicaragua, por cuanto la economía podría colapsar, ya que tanto en la Unión Europea (UE) como en EE. UU. hay sectores importantes que ya están trabajando en la revisión de los tratados comerciales, que conjuntamente constituyen alrededor del 60 por ciento de las exportaciones nicaragüenses. Esto significaría más desempleo, más pobreza y más miseria para nuestra población.

En conclusión, considero que los nicaragüenses debemos renovar cada día nuestra fe y esperanza en que vendrán días mejores y que la dolorosa situación por la que estamos atravesando pronto será solo un mal recuerdo, con la inquebrantable decisión de que hechos tan lamentables como los ocurridos, no volverán a repetirse ¡nunca más! en la historia de nuestra querida Nicaragua.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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