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La Casa Blanca de Monimbó, una propiedad privada convertida en cuartel policial

La Casa Blanca de Monimbó, una propiedad privada convertida en cuartel policial

Por su posición privilegiada ha sido ocupada por la escolta de Daniel Ortega, luego por los rebeldes en 2018 y hasta ahora por la Policía que la hecho un cuartel

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Por el color de sus paredes la llaman la Casa Blanca y por su posición privilegiada ha sido ocupada, primero por la escolta de Daniel Ortega, luego por los rebeldes en 2018 y hasta ahora por la Policía que la hecho un cuartel, sin que sus dueños puedan recuperarla y habitarla como por ley les corresponde

Dos miembros de las fuerzas especiales de la Policía permanecen en la esquina de la Casa Blanca de Monimbó, al costado sur de la iglesia San Sebastián de Masaya. Frente a ellos está la placita que da la bienvenida al barrio indígena y donde otro efectivo vestido de negro carga un fusil AK47 contra su pecho. En el interior del inmueble se observa un grupo de al menos cinco efectivos policiales.

Quienes frecuentan el lugar para comprar comida o tomarse el cacao que venden en los tiangues de la placita, comentan que también hay policías vestidos de civil cuyo deber es actuar en caso de indicios de protesta contra Daniel Ortega o cualquier otro tipo de manifestación que desafíe al FSLN y a su máximo líder.

La casa esquinera de dos pisos fue puesto médico en la rebelión de abril y pertenece a la familia Solorzano. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

La casa blanca pertenece a Lucila Urrutia, una maestra retirada que supera los 80 años y que heredó la propiedad de su esposo Rafael Solórzano, fallecido el 23 de septiembre de 2013. Urrutia tiene pensado dejar la propiedad a sus tres hijos quienes, debido a la avanzada edad de su madre, ya se hacían cargo del inmueble desde años atrás.

Una de las hijas de Urrutia es la doctora Jeaneth Solórzano, quien cuenta que para el año 2010 recibió una llamada de las fuerzas de seguridad de Daniel Ortega. “Necesitamos que nos facilite la casa para poner un punto de vigilancia” le dijeron, en vista de que se aproximaba la fecha para conmemorar el Repliegue Táctico a Masaya, un evento que suele encabezar el mismo Ortega para rememorar la retirada que hicieron los guerrilleros sandinistas en junio de 1979, semanas antes de derrocar a Somoza.

Lea además: La historia del valiente barrio indígena de Monimbó, más antiguo que la propia Masaya

El recorrido solía ser desde Managua hasta la placita de Monimbó, frente a la Casa Blanca de la familia Solórzano. La propiedad está ubicada en un punto estratégico, ya que desde el segundo piso se ve la carretera que va hacia los pueblos blancos, hasta el parque central de Masaya e incluso el volcán que lleva el mismo nombre de la ciudad.

“Cada vez que se hacía el repliegue ellos me llamaban, y la prestás o la prestás”, no se podía negar, comenta la doctora Solórzano. Policías y militares llegaban a la Casa Blanca, y por una de las ventanas metían los cables de teléfono, micrófonos y demás aparatos de logística para la seguridad de Daniel Ortega.

Para 2011, Solórzano recuerda que tomaron lista una semana antes de quiénes vivían en la casa y no dejaron pasar a nadie más. En una ocasión no dejaron entrar a su cuñada porque no estaba en la lista, y otro día casi balean a su hermano que entró porque tenía otra llave.

Incluso, una persona de saco y corbata hasta ocupó el baño como si estuviese en su propia casa. También metían perros y para los siguientes años ya no le prestaban la casa, solamente le decían que a qué hora iba a entregar la llave.

Desde 2018, Daniel Ortega no se atreve a ir a Monimbó para conmemorar el Repliegue. Ese año solamente llegó hasta la delegación policial ubicada frente al Mercado de Artesanías para abrazar al comisionado Ramón Avellán, y en 2019 llegó al campo deportivo San José, a unos 300 metros de la entrada principal de Masaya. En 2020, la pandemia del COVID19 no permitió la conmemoración.

 

La Doctora Jeaneth Solórzano, propietaria de la Casa Blanca de Monimbó. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Recién construida

En febrero de 2014, dos temblores botaron una de las paredes de la casa que tenía más de 80 años de construcción así que la familia decidió derribar lo que quedaba de la débil estructura y reconstruirla. En septiembre de 2017 estaba casi lista, solo faltaba pintarla y arreglar detalles en las puertas para que Urrutia junto a la Doctora Solórzano, su nieta y dos bisnietos menores de edad pudieran habitarla.

Para esa fecha la familia empezó a mover todas sus cosas. Muebles, electrodomésticos, ropa e incluso utensilios médicos y al menos seis computadoras que estaban en la casa porque Solórzano pretendía poner su consultorio médico, y su hija tenía la idea de que también funcionara un ciber en la propiedad.

La Casa Blanca es una esquinera de dos pisos y tiene tres entradas. La principal está sellada con láminas de zinc, la segunda es la del garaje y la última está en la esquina con una puerta vieja de madera que fue destruida a balazos cuando la Policía arrasó Monimbó el 17 de julio de 2018. Si uno entra por la esquina se encuentra con una salita de espera, dos consultorios médicos y un baño, más adelante está una escalera en espiral que lleva al segundo piso, seguida por un corredor, un cuarto, la cocina frente a la entrada principal y luego el garaje con un pequeño patio embaldosado.

En febrero de 2018 se acababan de instalar las ventanas que hoy permanecen rotas y desde donde se asoman los agentes policiales. En el segundo piso hay tres cuartos con su baño cada uno y tiene un balcón sin puerta. Desde la placita se divisa cuando los policías se cambian de ropa para entrar o salir de turno.

La doctora Solórzano no calcula cuánto puede ser el valor de la casa, pero asegura que en una ocasión le ofrecieron comprarla por medio millón de dólares.

Desde la placita de Monimbó, los agentes policiales vigilan la casa y acechan la entrada al barrio indígena. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

El 26 de julio de 2018, nueve días después de que fuera tomada la casa por la Policía, doña Lucila Urrutia envió una carta al ahora difunto alcalde de Masaya Orlando Noguera, y al comisionado Ramón Avellán, quien en ese momento era el jefe de la delegación policial de Masaya. A ambos les adjuntó fotocopia de la escritura de la casa y les solicitó que la desocuparan y se le entregara ya que era su legítima dueña.

Avellán no le dio respuesta y para los meses de agosto y septiembre de 2018, Urrutia visitó a Noguera para preguntarle por su casa y este le dijo que no se preocupara, que la propiedad estaba bien cuidada y que en el momento en que se lograra poner el orden en Monimbó, la casa se les iba a regresar.

El alcalde le pidió que le diera 15 días y cuando Urrutia volvía le decía lo mismo, que regresara en dos semanas. Fueron casi ocho veces y al final la señora le dijo: “Usted está haciendo una burla con una señora mayor de edad. Tengo ochenta y pico de años y usted se está burlando”.

Hace un mes se volvió a meter una nueva carta en la Alcaldía de Masaya, pero solamente les dijeron que “era una cuestión política. Que esperemos la resolución”. Mientras tanto, la doctora Solórzano continúa pagando préstamos que hizo para construir una casa que no puede habitar. “Mi mamá es sobreviviente de cáncer de mama y ahorita tiene el cáncer activo entonces la pena que nos da es que no vaya a disfrutar la casa”, lamenta Solórzano.

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Quienes sí disfrutan de la casa son los policías, aunque está descuidada. Vecinos de la zona cuentan que una patrulla llega a la Casa Blanca a dejarle comida a los agentes que la ocupan, además de botellones de agua, gaseosa e incluso algunos vendedores de la placita “porque son sandinistas” les regalan comida, frescos, pan y hasta termos con café.

“Hay días en que se miran los grandes chorros de agua saliendo y ni les va ni les viene” cuenta una vecina que solicita el anonimato. “Desde ese día (Operación Limpieza) hasta el día de hoy permanecen en la casa. Ahí duermen, ahí se bañan, ahí comen y hacen todas sus necesidades las 24 horas”, agrega la señora, e incluso asegura que “en la noche ahí se oyen unos lamentos, como de relaciones sexuales porque son lamentos de gozo”.

La Policía también hace sus rondines por el barrio y la Casa Blanca usualmente es una de sus paradas. Por la noche, el contingente de antimotines es mayor y se ubican en la placita, en la acera de la iglesia San Sebastián y frente a la propiedad de la familia Solórzano.

Opositores también ocuparon la Casa Blanca

Para inicios de mayo de 2018, un familiar de la doctora Solórzano le dijo que un grupo de manifestantes quería ocupar la casa para poner un puesto médico, debido a que donde lo tenían era en un toldo cubierto con sábanas en la placita y cuando las fuerzas policiales y paramilitares llegaban a rafaguear a los ciudadanos atrincherados en esa zona, quedaban expuestos.

“No tenía otra alternativa. O se habría o la habrían”, narra la doctora Solórzano, así que decidió enviar la llave con la condición de que no tocaran nada de las pertenencias de la familia. El que recibió la llave fue Silvio Estrada, quien fungió como enfermero y estuvo a cargo del puesto médico de la casa blanca de Monimbó.

Así lo cuenta el mismo Estrada, quien fue el que presionó para que la Casa Blanca fuese ocupada, y acepta que fue un abuso haber obligado a la familia Solórzano a que los dejara usarla. “La Jeaneth puede estar ofendida con lo que hicimos con su casa, pero ideay, en esos momentos era la lucha, ¿sí o no?”.

Aunque la familia Solórzano se negara a prestar su casa, Estrada señala que de igual manera la iban a ocupar. “Así de sencillo. Se puede leer de que fue un abuso y dañamos a la familia Solórzano”, dice.

Opositores a Ortega hicieron un altar en la iglesia San Sebastián con los nombres de los fallecidos a raíz de la represión estatal. En el fondo se encuentra la Casa Blanca que funcionaba como puesto médico para esos días.  Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

Además del equipo médico, una fuente que estuvo en la Casa Blanca y que prefiere omitir su nombre asegura que un grupo liderado por Isidro Daniel Flores Rodríguez, alias “Chilo Marimba”, también ocupó el inmueble como cuartel de operaciones. Chilo Marimba y su grupo resultaron ser infiltrados del FSLN.

Chilo Marimba es alto, chele, para aquellos días estaba recio, pero “ahora anda en las malas” y ha adelgazado bastante, tiene aproximadamente 55 años, aunque aparenta 60. Cuando habla parece que tartamudea y actualmente es reconocido como un defensor férreo de Daniel Ortega, paramilitar leal a la bandera roja y negra y más sandinista que Sandino.

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El segundo de Chilo Marimba es un tipo que llaman “Avena”, de unos 40 años, y junto a ellos andaban “Cara de Pato”, “la Chukys”, “Chéster” quien decía que era periodista, entre otros. Estrada confirma la presencia de este grupo que para aquellos días se hacían pasar por opositores, pero enfatiza en que solamente ocuparon la acera.

Cuando había enfrentamientos con la policía, Chilo Marimba “salía con el grupo y nunca iba al frente, siempre se quedaba atrás hablando (por teléfono) quien sabe con quién. Ahora se presume que iba hablando con la policía” y dándoles detalles de su ubicación y la de su grupo para que no fuesen confundidos, detalla la fuente anónima.

Chilo Marimba despertó sospechas cuando en una ocasión, por el camino que lleva a la comunidad Pacayita agarró con su grupo una camioneta propiedad del INSS o del SILAIS. La fuente no recuerda bien de qué institución era el vehículo, pero sí enfatiza en que le pertenecía al Estado.

“Esa camioneta la desmantelaron y la vendieron en piezas”, revela la fuente y Estrada lo confirma. Una segunda camioneta Hilux doble cabina de la Policía iba a tener el mismo fin, pero nunca la pudieron vender, y permaneció más de un mes en el garaje de la Casa Blanca hasta el día de la Operación Limpieza. Un vecino comenta que lo primero que la Policía sacó de la propiedad fue la camioneta.

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El 15 de julio, dos días antes de la Operación Limpieza, Chilo Marimba fue visto en la casa de Jerónimo López, alias “Chombo Diablo”, un reconocido operador político del FSLN. “Ellos ahí están preparando la llegada”. El 17 de julio, cuando la Policía y los paramilitares arrasaron con Monimbó, Chilo Marimba y su grupo brillaron por su ausencia.

Días antes de la Operación Limpieza, a los pobladores de Monimbó les alertaron que la Policía iba a entrar con todo. Aníbal Alemán, otro de los enfermeros que estuvo en la casa blanca comenta que desde el 14 de julio estaban esperando el ataque, pero fue hasta el 17 a las cinco de la madrugada que la Policía junto a paramilitares atacaron desde los cuatro puntos cardinales.

A las siete de la mañana dejaron la Casa Blanca, con todos los insumos médicos, víveres y las pertenencias de la familia Solórzano que pasaron a ser ocupadas por la Policía hasta estos días.

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