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Los pobladores de Monimbó usaban morteros para defenderse de los ataques de la Policía y paramilitares. LA PRENSA/ ARCHIVO

Los pobladores de Monimbó usaban morteros para defenderse de los ataques de la Policía y paramilitares. LA PRENSA/ ARCHIVO/ MANUEL ESQUIVEL

El día que Monimbó se levantó contra Daniel Ortega

Monimbó es el barrio bravo de Masaya. En 1978 se insurreccionó contra Somoza y fue un bastión histórico del Frente Sandinista hasta que 40 años después se sublevó contra Daniel Ortega

No había otra forma de salvarle la vida a Juan Bosco Rivas: le tenían que colocar un catéter en el corazón porque le podía dejar de latir. Lo estaban operando del ojo derecho, que estaba en peligro de perderlo, después de que en Monimbó una bala le entrara franca por el tabique nasal haciéndole un hueco. Le zurcieron la nariz para que no se desangrara e intervinieron de una hemorragia interna.

—¿Estás nervioso? —preguntó el doctor, antes de introducirle el catéter en el pecho.

Estaba en una camilla del hospital Vivian Pellas, de Managua, después de que su familia encontrara ayuda a través de redes sociales, ya que en el hospital de Masaya estaba siendo mal atendido, según sus propios padres. Rivas solo miraba unas luces blancas que le nublaban el ojo izquierdo, el único que tenía abierto.

—Estoy ansioso para que lo haga, doctor —respondió el muchacho de 23 años. Minutos después lo anestesiaron. Tuvo pesadillas de las que poco se acuerda, hasta que salió del quirófano.

—¿Cómo te sentís? —preguntó de nuevo el médico.

—Con ganas de ir a volar piedras a los policías —respondió.

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Juan Bosco Rivas estuvo 11 días hospitalizado. Solo puede caminar si se apoya de su padre, pues los mareos pueden provocar que se caiga. Desde el sábado 21 abril, cuando recibió un balazo de un policía en una de las protestas del barrio Monimbó, sufre agudos dolores de cabeza que lo hacen llorar.

“Estábamos luchando por algo que vale la pena”, dice Rivas, desde la sala de su casa. El ojo derecho, que le operaron, lo tiene lloroso. Le arde. Es por eso que a cada momento tiene que untarse alcohol gel en las manos para evitar una infección. “Querían (la policía) callarnos, reprimirnos, pero no pudieron”, agrega el muchacho.

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Rivas se salvó de “milagro”, según los propios médicos que lo atendieron. Ellos todavía no pueden explicarse cómo la bala pudo entrar y enrollarse como un gusano en la nuca. Penetró, además, como que si pudiera apartar en su recorrido los nervios más importantes. El muchacho oye, siente, huele, mira, escucha, y saborea, aunque todavía ande una bala dentro de su cabeza.

“Los médicos no podían creer que se había salvado”, dice Ana María Martínez, su mamá. Rivas fue uno de los sobrevivientes de la represión que los antimotines perpetraron contra los habitantes del barrio Monimbó, entre el 19 y el 22 abril, cuando las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega en todo el país vivieron sus horas más violentas.

En algunos barrios de Masaya todavía permanecen algunas barricadas. LAPRENSA/M.Esquivel

Solo en el barrio Monimbó fallecieron tres muchachos a manos de las fuerzas policiales. En todo Masaya hubo un total de cinco muertos. Una decena de heridos y varios hospitalizados de gravedad. Hasta el momento hay otro protestante en el hospital de Masaya con una bala que no le pueden sacar del pulmón derecho.

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Las agresiones contra este barrio no hicieron que sus pobladores bajaran la guardia. Desde que Ortega, el domingo 22 de abril, pidió un diálogo nacional y quitó a las fuerzas represivas —antimotines y turbas— de las calles de Monimbó, los habitantes, al caer la tarde, no dejan de reunirse en la placita. Salen caravanas de motocicletas pitando por las calles. Ondean las banderas de Nicaragua. Les ponen veladoras a un altar que está adornado con varios retratos de los muchachos caídos en las protestas.

En este lugar, emblemático bastión de la insurrección del Frente Sandinista contra el dictador Anastasio Somoza Debayle, la chispa se avivó 40 años después, esta vez contra Daniel Ortega, quien ahora es odiado por los habitantes que todos los días piden que renuncie de la Presidencia.

Radiografía del cráneo de Juan Bosco Rivas, a quien le quedó la bala alojada en la cabeza. LAPRENSA/O.Navarrete.

Armamento rudimentario

Los monimboseños fueron de los barrios más creativos para fabricar armas artesanales. Cuentan que el indígena Asunción Armengol Ortiz fue quien inventó las famosas bombas de contacto, que fueron utilizadas por los guerrilleros en sus combates en contra de la Guardia Nacional.

Los pobladores de Monimbó contaron con la ventaja y capacidad que les daba sus tradicionales talleres pirotécnicos, donde elaboraban cañones, bazucas y cañas huecas. Para impedir el paso de las tanquetas que envió la Guardia Nacional en los meses finales, levantaron barricadas con troncos, piedras canteras, adoquines. Se realizaron quiebras masivas de botellas en las calles, fogatas, quemas de llantas, casas y vehículos de somocistas. Sus otras armas eran las piedras, armas de cacería y algunas pistolas automáticas y granadas de manos, que en su momento portaban los guerrilleros como Camilo Ortega y sus compañeros.


Mujeres encendieron la chispa

Un grupo de mujeres fue el primero en rebelarse en Monimbó el 20 de febrero de 1978. Ese día se celebraba la misa de 40 días de muerte del periodista Pedro Joaquín Chamorro. Salieron a manifestarse y de inmediato fueron repelidas con gases lacrimógenos por miembros de la Guardia Nacional en la iglesia San Sebastián.

“La Guardia comenzó a bombardear a las mujeres con lacrimógenas”, recuerda Ricardo Vivas, colaborador histórico del Frente Sandinista en Monimbó. “Desde ese día el pueblo se unió para combatir a la Guardia y defender a las mujeres”, agrega Vivas.

“Con los 21 morterazos que en el primer minuto del 21 de febrero, 44 aniversario de Augusto C. Sandino, los monimboseños detonan, se pone en movimiento todo el caudal histórico de lucha que desde la conquista española esta comunidad de Monimbó preserva”, escribió el general Humberto Ortega, en un artículo titulado 30 años de la sublevación de Monimbó.

Combatientes y colaboradores históricos del Frente Sandinista en Monimbó. De izquierda a derecha, Manuel Sánchez, María Teresa Vivas y Ricardo Vivas. LAPRENSA/O.Navarrete.

El 26 de febrero de ese año varios grupos de insurrectos se enfrentaron con la Guardia en el sector Los Sabogales. Este choque pretendía detener los camiones que iban a una concentración que Somoza convocó en Managua, en la explanada de Tiscapa, para exhibir la fuerza política que tenía hasta entonces.

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La Guardia Nacional persiguió a los sublevados pero no pudo alcanzarlos. Según el general Ortega, en esos días los guardias masacraron a 15 inocentes, entre ellos dos zapateros, un carretonero y varias mujeres y niños. Todos ametrallados.

Ricardo Vivas dice que el 25 de febrero, un día antes de que mataran a Camilo Ortega —hermano de Daniel Ortega—, Moisés Rivera y Arnoldo Quant, su familia los refugió, ya que en la revuelta habían sido amarrados por los monimboseños a unos postes de madera. “Mi hermana reconoció a Camilo (Ortega) y les dijo a los muchachos que los soltaran a todos. Les salvó la vida. Porque este pueblo estaba arrecho. Aquí cuando hay sangre, se va hasta morir”, dice López.

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Al día siguiente, antes del mediodía, las tropas de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) capturaron a Camilo Ortega, quien tenía 28 años de edad. Lo asesinaron junto a Moisés Rivera y Arnoldo Quant. Los guardias habían “peinado” todas las casas, pero el único que escapó fue el guerrillero indígena de Sutiaba, Hilario Sánchez.

Desde ese día, la Guardia continuó las sangrientas “Operaciones Limpieza”. “En esos siete días de heroica resistencia, el ingenio y la destreza popular se ponen en función de la rebeldía para rechazar la maquinaria bélica de la EEBI”, escribe Humberto Ortega.

María Teresa Vivas, que entonces tenía 33 años de edad, trabajaba en la clandestinidad transportando bombas de contacto, que consistían en vasitos de gerber o café, rellenos de pólvora, azufre, aluminio negro, clorato, ácido para piscina, charneles de púas de alambre, tiras de latas y trozos de tubos sellados con tape. “De aquí nosotros llevamos la fórmula para otros departamentos, como Carazo. Nosotros transportábamos las bombas, debajo de unas cuajadas que vendíamos”, dice Vivas.

Más de un año después, cuando habían muerto en la lucha decenas de personas, este barrio indígena fue uno de los primeros del país en liberarse. Desde un mes antes del triunfo, en junio de 1979, en plena guerra, hicieron juramentar a las primeras autoridades locales. Ese día, según cuentan los testigos vivos, la ceremonia fue interrumpida por un helicóptero que dejó caer una bomba de 500 libras, que por suerte no logró explotar.


Origen de la rebeldía

En el texto “Identidad y cultura en Nicaragua: estudio antropológico de Monimbó”, realizado por el antropólogo español Javier García Bresó, destaca que el grupo indígena de Monimbó se asentó en la cercanía al sureste de la laguna de Masaya.

En 1752 Monimbó era una de las cuatro parcialidades que componían Masaya, junto a Diriega, Don Sebastián y Guillén. Durante todo el período colonial e independentista, Monimbó fue relegado a cualquier desarrollo de infraestructura y equipamiento por ser considerados “indios, pobres y haraganes”.

Corrieron las misma suerte con el gobierno de Zelaya y los siguientes. Fue hasta 1960 que fue posible la instalación de agua potable, según el escrito.

Altar en homenaje a los caídos en Masaya, frente a la placita de Monimbó. LAPRENSA/O.Navarrete.

La fama de pueblo rebelde la tienen desde la dominación española, según rescata García Bresó: “En una rebelión pasiva, evitando la procreación de hijos, eludiendo trabajos forzados obligados por los colonizadores, trabajando solo faenas matutinas y descansando vespertinas”.

Sin embargo, hubo rebeliones activas, como el levantamiento contra las autoridades coloniales en 1812 en contra del filibustero William Walker en 1856, según García Bresó.

En la insurrección de 1978 contra Anastasio Somoza Debayle fueron de los primeros en rebelarse. De ahí que surgió el lema “Monimbó es Nicaragua” y el calificativo de “Barrio heroico”.


La nueva represión

El profesor Álvaro Gómez, de 48 años de edad, era apenas un niño cuando triunfó la revolución popular sandinista. Desde entonces vivía en Monimbó, un barrio en extrema pobreza donde los niños iban descalzos a la escuela, pero él sentía ilusión por lo que prometía el cambio de gobierno.

A los 17 años de edad, en 1987, entró en el Servicio Militar Patriótico. “Yo quería estudiar y el requisito era tomar las armas”, dice Gómez. Estuvo entrenando en Mulukukú y luego fue enviado al Batallón de Lucha Irregular, Miguel Ángel Ortez.

Galería | La insurrección de abril 2018

Estando en el BLI a un compañero se le escapó una “cohetazo” de RPG7 que le impactó en la pierna derecha. La detonación le desbarató cinco centímetros de la rodilla, por lo que le tuvieron que amputar todo el miembro el 20 de abril de 1987.

“Lo único que me dieron fue un par de muletas”, dice Gómez, quien en 1998, durante el gobierno de Arnoldo Alemán, se convirtió en maestro de Física y Matemáticas.

El profesor Álvaro Gómez, quien perdió un hijo en las protestas. LAPRENSA/O.Navarrete.

Tuvo tres hijos y siempre fue simpatizante sandinista. Hasta que en la madrugada del sábado 21 de abril de este año una bala lo cambió todo. Su hijo menor, Álvaro Gómez Montalván, de 23 años, recibió un balazo en el corazón, en las protestas de Monimbó.

“No fue una tragedia, sino que a él lo asesinaron”, dice Gómez, quien mira una foto que se tomó su hijo el viernes, un día antes de que lo mataran. En la foto aparece sin camisa, por lo que se pueden ver las quemaduras del sol en el cuello por los dos días de protestas que llevaba en las calles.

“Nunca pensé que estos salvajes iban a disparar contra el pueblo desarmado. Estos salvajes vinieron a matar chavalos”, dice Gómez.

Al sur de la calle del colegio Nuestra Señora del Pilar, Aníbal Alemán miró como cayó Gómez Montalván tras recibir el balazo de parte de los antimotines, quienes se encontraban a media cuadra. “Prácticamente su muerte fue instantánea, no lo pudimos llevar al hospital”, dice Alemán.

Alemán, de 24 años de edad, trabaja como enfermero en un hospital de Managua. Pero desde el jueves 19 de abril, que salió de su turno, se integró a las barricadas de protestas en Monimbó. El sábado se unió a una brigada de estudiantes de Medicina de Managua que llegó para asistir a los heridos en Monimbó. Él, personalmente, atendió a nueve personas heridas, pero asegura que toda la brigada asistió a decenas de lesionados más.

“Lo único que teníamos era gas, guantes, bisturí y anestesia local. Con eso logramos curar y sacar los balines que tenían los muchachos heridos”, dice Alemán, quien curó a muchachos baleados o que tenían reventados lo oídos por las detonaciones.


El Repliegue Táctico

El 27 de junio de 1979 se realizó el Repliegue Táctico hacia la ciudad de Masaya, donde participaron más de seis mil personas. Esta acción fue preparada con sigilo y secretismo por los combatientes populares, colaboradores y población en general.

Los milicianos se trasladaron a pie durante 12 horas hasta Masaya, lo que provocó confusión en las fuerzas somocistas, quienes asumieron que habían derrotado definitivamente a la insurgencia.

El comandito de Monimbó quedó completamente destruido tras las protestas de abril. LAPRENSA/O.Navarrete.

En la madrugada del 29 de junio pobladores y combatientes de Masaya esperaron a los replegados que venían desde Managua. Las fracciones sandinistas firmaron un acuerdo de unidad y se hizo el llamamiento a la “Ofensiva Final”, donde se convocó una huelga general que fue uno de los detonantes para el derrocamiento de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.

Esta acción se conmemora todos los años en Masaya, a donde llegan todos los simpatizantes del Frente Sandinista desde Managua. Esta es una de las pocas celebraciones que hace que Daniel Ortega salga de Managua. Al final del recorrido, en la placita Pedro Joaquín Chamorro, el líder sandinista se baja de un autobús y da un discurso a sus seguidores.


Levantamiento de Monimbó

Las huellas de los enfrentamientos siguen palpables en el barrio. El comandito de Monimbó, que antes servía como museo revolucionario, fue quemado y destruido por completo. “Que se rinda tu madre”, se lee en una de las pintas que lleva en sus paredes.

Cerca de aquí se levantaron barricadas y decenas de muchachos —como Fernando Gaitán que se volvió famoso gracias un video viral en redes sociales—, criticaron al gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo. “Daniel Ortega, no queremos ni verga con vos. En junio, en el Repliegue de Managua a Masaya no te queremos ver ni en pintura… Ni a vos ni a la Chayo”, dijo Gaitán, quien fue “bautizado” como el Comandante Monimbó.

El jueves 19 de abril ocurrió el levantamiento de barricadas contra el orteguismo. LAPRENSA/M.Esquivel.

En realidad Gaitán no vive en Monimbó. Su casa está ubicada en otro barrio cercano. El día que lo visitamos, vecinos y familiares dijeron que Gaitán prefería no dar entrevistas por temor a represalias, ya que el video ha sido altamente difundido. Aseguraron que durante la semana pasada llegaron miembros de la Juventud Sandinista, preguntando por él, con la excusa de que les concediera una entrevista.

El historiador monimboseño, David Canda, dice que este pueblo no solo se levantó en la época de la insurrección, sino que siempre se ha identificado por las luchas sociales. “Nunca se ha dejado manipular. Nunca ha tenido la dualidad de un pueblo que va a desoír las necesidades de la sociedad. Cuando este pueblo se levanta es por algo, y aquí debemos de tener claro los nicaragüenses que cuando Monimbó pone un alto, es porque hay una necesidad de unión”, dice Canda.

Al sur del barrio Monimbó se levanta una estatua al comandante Domingo, histórico miembro de la lucha monimboseña. Donde antes se pintaba rojinegro, ahora se baña de colores azul y blanco. En estas calles, antaño sitio donde los guardias asesinaban y eran emboscados, ahora se removieron adoquines para impedir el tránsito de policías y antimotines.

En la misma plaza Pedro Joaquín Chamorro, donde todos los años Daniel Ortega llega para recibir un baño de masas histórico en la ceremonia del Repliegue Táctico, los pobladores llegan todas las noches para exigir que el comandante se vaya. Al igual que hace 40 años, el pueblo de Monimbó está unido contando a sus muertos, heridos y torturados. El dolor y la esperanza se ciernen sobre este espacio mientras se escuchan los primeros gritos rebeldes.

En Monimbó, Masaya, los pobladores respondieron con fuego a los antimotines. LA PRENSA/M.Esquivel

 

 

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