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Ser mujer transgénero en un pequeño pueblo hace que sean populares, que las conozcan, pero también hay quienes las convierten en motivo de burla o críticas

“Era alegre, siempre caminaba bien elegante”. Madre, tía y amiga reclaman justicia por el asesinato de Lala

Lala tenía 22 años, quiso volverse estilista profesional, montar su propio negocio y tener su casa. A 20 días de haber encontrado su cuerpo abandonado, su familia expone el crimen

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“‘Mamá, terminame de componer el tramo que vamos a ir a vender’, me dijo. Íbamos a empezar a vender pero no sucedió, muchos planes teníamos que no se lograron, ya no existe”, alcanza a decir Virginia Contreras cuando su voz se rompe y empieza a llorar.

Ella cuenta la última vez que vio y conversó con su hija Kendra Contreras, conocida como Lala, joven transgénero que fue asesinada brutalmente el 3 de marzo por dos hombres que la ataron a un caballo para arrastrarla por 400 metros y luego lapidarla. La dejaron tirada detrás de un cerro baldío, árido, a un kilómetro de El Guasaule, frontera entre Nicaragua y Honduras.

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“Un día antes llegó a la casa y me encontró reparando el patio, hasta me dijo: ‘¡Ideay! ¿Ya estás midiendo o es que ya te vas a morir?’. Yo le dije: ‘no, hija, es para que reparés”, recuerda Virginia, quien dice haberla notado pensativa. “Yo ese día le pregunté ‘¿qué te pasa?’, pero no me decía nada, estuvimos platicando, chileando”.

Su hija tenía 22 años, quiso volverse estilista profesional, montar su propio negocio y tener su casa. A 20 días de haber encontrado su cuerpo abandonado, Virginia Contreras sigue llorando a su hija, se siente triste, cansada, dice.

Niña alegre

Lala era la segunda de cuatro hermanos. Nació el 2 de septiembre de 1998 en el pequeño pueblo fronterizo de Somotillo, Chinandega, al occidente del país, a 173 kilómetros de la capital. En este pueblo nació y en este pueblo la asesinaron. Bernardo Pastrana y Jorge Mondragón son los señalados por la Fiscalía como autores del asesinato de Lala.

Virginia Contreras, mamá de Lala, afirma que su hija quería tener un negocio propio, construir su casa y convertirse en estilista. LA PRENSA / W. LÓPEZ
Virginia Contreras, mamá de Lala, afirma que su hija quería tener un negocio propio, construir su casa y convertirse en estilista. LA PRENSA / W. LÓPEZ

“Desde niña ella era alegre, jugaba con muñecas desde los cuatros años, yo lo regañaba, cuando iba a vender a la frontera me los llevaba. Yo miraba que él tenía otro género, siempre lo regañaba porque jugaba con muñecas. Hasta los 14 años se cambió de ropa, se ponía peluca, se maquillaba, yo lo regañaba, pero ahí lo dejé porque lo miraba feliz con vestido, zapatos y accesorios de mujer”, recuerda con nostalgia Virginia, su madre.

Lala culminó sexto grado, era popular y muy querida por los habitantes del barrio. Le gustaba pintar las uñas, hacer peinados, pero también colaboraba en los quehaceres de su casa, narra su madre. “Ella era muy normal, yo siempre la acepté, nunca tuvo problema con nadie aquí en la casa, la aconsejaba, le decía que no saliera, que no hay amistades porque a veces te podían echar el brazo y traicionar”, dice la madre.

Miss El Guasaule

Virginia tiene en sus manos el retrato de su hija, acaricia con sus dedos la imagen de su rostro. Lala luce un vestido de noche, tacones y una corona en su cabeza. Delgada y alta, de piel morena y cabello crespo suelto. Risueña, así la describe su madre.

“Me acuerdo que con el tiempo salió (Lala) en un certamen de la comunidad LGTBI y fue la ganadora, se ganó la corona. Cuando estuvo viviendo en Honduras volvió a participar en un reinado, pero ahí le robaron la corona”, cuenta Virginia.

Kendra Contreras, conocida como "Lala" fue asesinada a sus 22 años. LA PRENSA / CORTESÍA
Kendra Contreras, conocida como “Lala” fue asesinada a sus 22 años. LA PRENSA / CORTESÍA

Virginia es madre soltera de sus cuatro hijos. Su esfuerzo y responsabilidad se multiplicó. Sin importa lluvia o sol salía a vender “chiverías” y algunos alimentos a la frontera para que sus hijos estudiaran y se superaran, para que se convirtieran en profesionales.

“Yo le decía (a Lala) ‘estudiá’, que aunque yo caminaba con una pana vendiendo, yo no quería un mal para ellos, que estudiaran, que fueran alguien en su vida. Yo sé que ella tenía varias metas, aunque trabajaba como doméstica y comerciante, ella quería tener su propio tramo a la orilla de la carretera para vender agua helada, gaseosa, tajaditas y enchiladas, también quería construir una casita a la orilla de la mía, donde yo le había dado”, resalta Virginia.

Ser trans en Somotillo

En el centro de Somotillo las mejores casas son de ladrillos o bloques y techos de zinc, pero en el área rural las viviendas son una mezcla de plásticos y láminas de zinc. La vida es agitada para estos vecinos de la frontera que se movilizan a caballo o en triciclos. Hay comercio pero las ganancias son pocas, todo está caro, se quejan. La vida aquí cuesta mucho pero tienen arraigo con su pueblo.

Ser mujer transgénero en un pequeño pueblo hace que sean populares, que las conozcan, pero también hay quienes las convierten en motivo de burla o críticas. Por eso es que el cuidarse, apoyarse y respetarse entre ellas mismas es como un pacto no escrito, las mantiene firmes.

Wisleydi Estrada, amiga trans de Lala, reconoce que su asesinato fue "atroz". LA PRENSA / W. LÓPEZ
Wisleydi Estrada, amiga trans de Lala, reconoce que su asesinato fue “atroz”. LA PRENSA / W. LÓPEZ

“Aquí a la mayoría de los tricicleros les gusta estar señalándonos, hay hombres que nos vulgarean, sufrimos discriminaciones de la gente, tenemos que sobrevivir a todo eso, nosotras nos ayudamos en lo que podamos. Pero nosotras aquí podemos (salir adelante)”, señala Wisleydi Estrada, de 33 años, mujer transgénero y amiga de infancia de Lala.

“Era una niña muy inteligente, educada, respetuosa, se ganaba voluntad de uno, era mi mejor amiga, la quería como una hermana. La recuerdo alegre y sonriente, sus amigas le daban consejos y ella los agarraba, siempre mantuvimos comunicación”, refiere Wisleydi.

El 14 de febrero

María Fernanda Barrientos, tía de Lala, recuerda su última salida juntas. Fue el 14 de febrero: Lala llegó a la casa de su tía a eso de las 6:30 de la noche y de ahí se fueron al parque de Somotillo, estuvieron bailando con una banda que llegó al pueblo.

“Ese día fuimos al parque, estuvimos bailando, ella como a las 10:30 p.m. me dijo: ‘tía, ya me voy porque Somotillo no es el mismo, ya no es sano’. Ella era alegre, siempre caminaba bien elegante”, rememora su tía. Coincide con las descripciones; una joven jovial, vivaz y siempre bien vestida, bien arreglada.

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Ella recuerda a Lala como una “excelente persona, noble, educada, con ganas de vivir la vida y luchar, pero lamentablemente la mataron. Su madre siempre la aceptó, nunca la despreciaron, nunca la maltrataron, la respetaron. Ella se caracterizaba por ser alegre, comunicativa con las personas, esto ha dejado una secuela muy grande (en la familia)”, reconoce Barrientos.

La noche del crimen

Según María Fernanda, la noche del 2 de marzo, Lala pasaba por un bar ubicado en la frontera y fue invitada por señalados del crimen a pasar. Una persona que estaba con Lala, José Bernardo y Jorge Mondragón fue quien dijo con quiénes había visto a la joven por última vez.

“Mi cuñada al ver que Lala no llegó a la casa, en la mañana del día siguiente comenzó a preguntar e ir a buscarla. Le dijeron que Lala estaba con el Piche y el Tres Patas. Comenzó a preguntar en los lugares y eso a las 11:30 de la mañana un señor que andaba buscando leña encontró el cuerpo, pero no se reconocía, el sol ya le había quemado la cara, pensaban que era una cubana, pero era mi sobrina. Llegó la Policía y el Ejército, quienes hicieron las investigaciones”, describe María Fernanda.

María Fernanda Barrientos, tía de Lala, dice que la última vez que se vieron fue el 14 de febrero. La recuerda como una joven servicial y sonriente. LA PRENSA / W. LÓPEZ
María Fernanda Barrientos, tía de Lala, dice que la última vez que se vieron fue el 14 de febrero. La recuerda como una joven servicial y sonriente. LA PRENSA / W. LÓPEZ

“Dicen que a los autores del crimen no les gusta ver a las personas transgénero, que son transfóbicos, ellos no lo toleraban. Una noche antes del crimen pasó Lala por un bar de la frontera y la invitaron a tomar, pero ya como a medianoche y vino Piche, se montó al caballo y mientras Lala iba caminando, agarró el mecate, la lazó del cuello y la comenzó arrastrar. En una loma donde no pasa nada, ahí la llevaron”, relata Wisleydi.

“Piche y Tres Patas hace más de un año habían matado a dos personas cubanas, (…) ellos estaban libres porque nunca los acusaron, pero se conoce que estas dos personas son delincuentes”, afirma María Fernanda.

Bernardo Pastrana y Jorge Mondragón están bajo arresto y ambos tienen antecedentes penales por robos con intimidación y violencia, abigeato, agresiones. Mondragón tiene en su récord un homicidio frustrado.

Marchar para exigir justicia

El asesinato de Lala causó indignación no solo a su familia, también en la comunidad de mujeres trans, quienes aglutinadas en la organización ADES han propuesto realizar una marcha en demanda de justicia para que su crimen no quede impune y que ninguna persona de la comunidad LGTBI sufra de violencia.

“Queremos hacer una marcha, pero la Policía no nos da el permiso porque, según ellos, los autores del crimen están presos, nosotros queremos que les den la pena máxima, que paguen porque los violadores y agresores ni a mujeres, niños, niñas y trans respetan. No queremos que sigan cometiendo crímenes, porque sabemos que salen (de la cárcel) peores”, insiste Wisleydi.

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“Quiero que para la muerte de Lala hagan justicia, que no quede impune su muerte, nunca habíamos visto una muerte así como la de ella, esas zanganadas que ni a mi peor enemigo se las deseo”, sentencia Wisleydi.

“Nosotros como familia exigimos justicia, aunque sabemos que aquí no hay estado de derecho, yo pido a las autoridades que castiguen con todo el peso de la ley a estos dos hombres, porque es un ser humano y mi sobrina. Que se haga justicia, porque este es un crimen de odio, que los condenen a cadena perpetua realmente”, clama María Fernanda, tía de Lala.

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