Cuando Álvaro Briceño llegó a Costa Rica, tras huir de la represión de Daniel Ortega, no tenía garantizado el lugar donde dormiría. Pero “un ángel” —como le llama a una señora que reside en Estados Unidos— pagó un mes de cuarto para él y otros tres nicaragüenses que también huyeron de la violencia en su país. Solo los conocía de cara y terminó conviviendo con ellos.
Se cumplió el mes y Álvaro tuvo que moverse. Se mudó a Santo Domingo de Heredia, luego a Alajuela, Upala y Nicoya. En algunos de los lugares anteriores donde estuvo, su espacio fue un cuarto modesto, pero con cama; pero también estuvo en un albergue y pasó varias noches en el parque. “En ninguno de estos lugares estuve estable, siempre estaba la sombra del día siguiente. Aquí (Nicoya) puedo decir que se me ha quitado un poco ese miedo porque me rodeo de personas que me quieren y aprecian mucho”, cuenta.
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La dificultad de Álvaro para tener un espacio seguro donde dormir es también el drama de miles de nicaragüenses refugiados en el país vecino del sur y que la Fundación Arias para la paz y el progreso humanos ha investigado y proporcionado datos en un estudio llamado “Las caras del exilio nicaragüense en Costa Rica”, que según su metodología tomó una muestra de 500 personas.
De acuerdo con el documento, un 36.5 por ciento de los nicaragüenses exiliados habita en casas, 33.9 por ciento en apartamentos, otro 25.1 por ciento en cuartos y un 2.4 por ciento en albergues.
Respecto a la cantidad de personas por cada espacio, el estudio arroja que un 17.5 por ciento habita en pareja, 20.7 por ciento vive con tres personas, el 16.1 por ciento lo comparte entre cuatro personas, 11.2 por ciento cinco personas y 8.6 por ciento habita en núcleos de seis personas. A esta información se le suma un tuit publicado por la Fundación Arias con fecha de 5 de marzo de 2021: “La llegada de los nicaragüenses a Costa Rica los obliga a integrarse en casas donde viven varias personas que no son de su mismo núcleo familiar. Esta es la forma en la que viven decenas de miles de exiliados nicaragüenses en Costa Rica”.
Costa Rica históricamente ha sido un país de destino migratorio para los nicaragüenses, sin embargo ha habido picos de esos desplazamientos. El último oleaje migratorio, según cifras de la Dirección General de Migración y Extranjería de ese país (DGME), se dio a raíz de la represión gubernamental en 2018. A partir de abril de ese año y hasta diciembre de 2020 son 63,960 nicaragüenses quienes han solicitado refugio en Costa Rica. La cantidad de migrantes en situación irregular puede ser mucho mayor.
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El estudio de la Fundación Arias ofrece datos de su muestra en cuanto al nivel académico, que sirve para darse una idea de quiénes son los migrantes de esta reciente ola: el 33.5 por ciento tiene un nivel académico universitario, un 28.7 por ciento es de secundaria, 25.3 por ciento profesional, 6.6 por ciento primaria, 3.8 técnico y 1.2 por ciento estudios superiores.
Pese a que la mayoría alcanzó la universidad, existe un 63.3 por ciento que está sin trabajo o que se desempeña en labores de menor categoría y paga que la que correspondería a su nivel de preparación. Esto profundiza la precariedad y limitación para cubrir los accesos a servicios básicos, como techo.
Parque La Merced, una “ventana”
El parque La Merced está ubicado en el centro de San José, la capital de Costa Rica, y es conocido como “el parque de los nicas” por ser un punto de encuentro de los nicaragüenses. Unos se pasan ahí el día, otros incluso lo ocupan de dormitorio al no tener adónde ir. Este drama ha sido retratado por LA PRENSA.