El sol iluminaba la tarde radiantemente pero el calor había cedido ante un aire muy fresco. El auriga Mauricio Sánchez conducía su coche de caballos a toda prisa por la costa del lago de Granada. Había bastante turistas en la ciudad y él acababa de trasladar a unos extranjeros desde el parque central hacia la costa, al fondo, donde los foráneos tomaron unas lanchas hacia las Isletas.
Al regresar, Sánchez se apresuró y arrió los caballos porque en el parque había más turistas. Él no recuerda la fecha, ni siquiera el mes, pero debió ser a inicios del año 2015. Enero o febrero tal vez, dice. Lo único que recuerda es que eran como las 2:00 de la tarde.
Los caballos son hermosos. Fuertes. Así se necesitan en el turismo, explica Sánchez. Los dos de pelaje oscuro, pero Lucero se diferencia de Ramón por una mancha blanca que tiene en la frente. Y, aunque ambos son grandes y fuertes, Ramón es más.
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Antes de dar la vuelta por la empresa portuaria, cerca de la Plaza España, en la zona del malecón, Sánchez notó que un fotógrafo apuntaba con su cámara hacia el lago. Pero, al pasar cerca del fotógrafo, vio que le tomó una foto. Y seguidamente el hombre con la cámara lo saludó.
Sánchez no pensó nada. Está acostumbrado a que mucha gente les tome fotos a los coches de caballo.
El auriga no recordaría esta anécdota si no fuera porque meses después, en octubre de 2015, el Banco Central de Nicaragua (BCN) emitió una serie de billetes con imágenes que destacan monumentos y lugares turísticos de Nicaragua. El billete de 100 córdobas hace homenaje a la ciudad de Granada. En el anverso aparece la catedral de la ciudad. Y en el reverso se ve un coche de caballos. Quien conduce el coche es Mauricio Sánchez.
La foto
José María Espinosa, conocido como Chema en Granada, es ingeniero en sistemas y diseñador gráfico. Pero su gran pasión es la fotografía. No vive de ella, no cobra por hacer fotos, pero le encanta y hasta hace talleres de fotografía con quienes aprenden el oficio para compartirles los conocimientos que él ha adquirido. También ha realizado exposiciones en la Casa de los Tres Mundos. Todo gratis, dice.
Aquella tarde de inicios de 2015, en la que Mauricio Sánchez andaba dejando turistas en la costa del lago, Espinosa se fue a hacer fotos al parque Azul, porque no tenía de esa zona. Él tampoco recuerda la fecha exacta, ni siquiera el mes, solo puede decir que eran como las 4:00 de la tarde. “Era un día despejado, ideal para hacer fotos. Cuando está haciendo mucho sol no salen bien las fotos. Ese día había sol pero ya no molestaba para hacer fotos”, recuerda.
Espinosa andaba con una cámara Canon, digital. Es de esas que se le puede hacer cambios de lentes, tipo profesional, pero él considera que es semiprofesional. “Es muy básica”, explica.
El hombre ya había terminado de hacer sus fotos y decidió pasar la calle que está cerca de la empresa portuaria, cuando vio que el coche de Sánchez se acercaba apresurado. Eso le llamó la atención a Espinosa porque normalmente los coches turísticos de caballos en Granada van lentos, paseando a los turistas.
“Cuando veo que él viene, llevo la cámara en la mano. Yo dije, hombré, voy a hacer una foto en cuanto vaya dando la vuelta en la esquina. Hice la foto cuando él iba pasando. Un solo tiro. Un clic. La tomé en un segundo”, relata Espinosa.
La sorpresa
Una tarde, a finales de octubre de 2015, Mauricio Sánchez fue al mercado de Granada porque ahí trabaja su padre, José Tito Sánchez, conduciendo un “taxi”, un carretón de caballos, pero no de los mismos que transportan a los turistas. Entre el mercado y el parque central solo hay una cuadra de distancia.
—¡Mauricio! —le dijo el papá cuando lo vio.
—Dígame, papá.
—Venga para acá.
—Sí, papá.
—¿Cuánto le dieron por salir en este billete de 100 córdobas?
Sánchez quedó viendo el billete. No podía creerlo. Ahí estaba él, conduciendo su coche, el número 27 de los que circulan en Granada. Y esos eran sus caballos, los que su padre le dio. De inmediato recordó la tarde en que vio que el fotógrafo le tomó aquella foto.
“Yo lo reconocí inmediatamente. ¿Acaso no es mi hijo? Yo lo conozco perfectamente a él”, dice ahora entre risas el padre de Mauricio Sánchez.
Después de ver el billete, Sánchez regresó al trabajo, a conducir su coche, el mismo que estaba en el billete.
Por la noche, llegó a su casa y la esposa, Catalina Domínguez Ñurinda, le dijo: “Hey, billete de a 100 y palmado. ¿Cómo va a ser posible que vas a salir en un billete de a 100 y no te hayan dado nada”.
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Esa noche, todos en la casa se pasaron riendo de Sánchez. Su esposa y sus tres hijos, dos varones y una mujer. Hasta Sánchez se reía. Alegre porque se estaba haciendo famoso. Él no paraba de ver el billete. Pero también estaba indignado porque nadie le dijo nada, nadie le pidió permiso para que usaran su imagen.
La foto en el billete
La foto que José María Espinosa le tomó a Mauricio Sánchez pasó meses olvidada en la memoria de la cámara. Fue una foto que pasó inadvertida para Espinosa. Ni siquiera le gustaba cómo le quedó, acostumbrado a tomar buenas imágenes de Granada.
Cuando el Banco Central lanzó una convocatoria general para los artistas y fotógrafos de Nicaragua porque querían imágenes para los nuevos billetes que serían impresos, Espinosa decidió participar y mandó unas fotos que tomó en el lago de Granada, de las procesiones acuáticas de la Virgen María, pero el banco después mandó a decir que prefería imágenes de un coche de caballos, porque eran más representativas de la ciudad.
Espinosa pensó que no tenía fotos de coches de caballos, pero empezó a buscar entre sus archivos. Ni recordaba la foto que le había tomado a Mauricio Sánchez.
Buscando y buscando encontró algunas, entre ellas la de Sánchez. Las envió todas.
Cuando el banco le mandó a decir a Espinosa que habían escogido la de él, sintió una alegría grande. Inmediatamente firmó una cesión de derechos de la imagen a favor del banco. Pero no se tomó la tarea de buscar a Sánchez, pues, según él, el banco no le pagó por esa foto. “Lo hice (donar la foto) como un aporte ciudadano. Él (Sánchez) creerá que agarré dinero y no. Ni siquiera hubo un reconocimiento a mi persona, no salió por ningún lado quién hizo la foto”, explica.
La fama de Sánchez
Desde octubre de 2015, Mauricio Sánchez siempre lleva un billete de 100 córdobas consigo. De los que empezaron a circular en ese mes.
El billete, más que un compañero para Sánchez, es como su tarjeta de presentación. Su cédula de identidad. En el parque central él siempre está caminando de un lado para otro, con una cartulina emplasticada como esas que se ocupan en los restaurantes para los menús, solo que en vez de comida, se anuncian los lugares turísticos de Granada.
Sánchez no puede ver a alguien extraño en el parque porque se le acerca inmediatamente para ofrecerle los servicios de coche. Después de una breve introducción, saca el billete de 100 córdobas y le dice: “Yo soy ese que está en el billete”. El turista toma el billete y comienza a comparar al hombre que aparece en la imagen con Sánchez. Casi siempre ven el billete varias veces mientras observan a Sánchez.
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Sánchez les explica que seguramente la foto no fue elegida por la “linda cara” de él, ni por el coche “porque hay mejores en Granada”, sino por la palmera, hermosa, que sale atrás de los caballos.
De estatura mediana, piel morena, bigotes gruesos, negros, Sánchez vive orgulloso de salir en el billete de 100 córdobas. Eso le ha ganado, además de fama, que los turistas nacionales y extranjeros, sin conocerlo a él, lleguen al parque de Granada preguntando por el cochero que sale en el billete.
Con las actuales condiciones sociales y de salud, casi no hay turistas extranjeros, pero al principio, entre finales de 2015 y el 2016, los turistas extranjeros le pedían que les firmara el billete y a cambio le daban 15 o 20 dólares, aparte del costo del servicio del coche.
A Sánchez ya no le dicen “Come helados”, su apodo hasta hace cinco años. Ahora es, para los granadinos, “Billete de a cien”. Ya muy pocos le dicen su nombre legal. “Oe Billete de a cien”, le gritan. Y los que son extranjeros le llaman “Mister Bill” o “One hundred córdobas”.
Sánchez no sabe inglés, pero ha hablado con muchos turistas extranjeros y entiende bastante cuando le hablan en ese idioma. Le gusta que le digan “Mister Bill”.
El auriga se da cuenta cuando, caminando por las calles granadinas, la gente murmura en voz alta: “Ese es el señor que sale en el billete de cien”. Una vez un niño de como 10 años de edad se le acercó y le dijo: “Yo lo tengo a usted, aquí, en este billete de a cien”. Cuando ese niño le dijo eso, para Sánchez fue como despertar, darse cuenta de que es ahora un personaje de Granada. Hasta los niños saben quién es. Quedó impactado varios meses después de saber que su foto estaba en el billete.
Si la fama que le dio el billete de 100 córdobas a Sánchez le ha servido para ser uno de los más solicitados aurigas de Granada, también le ha traído unas cuantas consecuencias negativas. Una de ellas es que sus colegas de trabajo le tienen envidia.
A veces, cuenta Sánchez, “la gente viene preguntando por mí, tal vez yo estoy cerca del lugar, pero los demás compañeros les dicen que no vine a trabajar, que estoy preso o que simplemente no estoy, que salí”.
Los protagonistas
Sánchez no conoce a Espinosa. No sabe exactamente quién fue el fotógrafo que le tomó la foto. Le han dicho que se llama José María, que es granadino. Que en un tiempo trabajó en la Alcaldía. Que es amigo del actual vicealcalde Pedro Vargas. Y Sánchez no se ha tomado el tiempo de consultarle a Vargas, a quien conoce porque fue su mentor. Vargas le enseñaba a dibujar a Sánchez.
Una vez, Sánchez llegó a la casa de Vargas, la Escuela de Bellas Artes, donde vio a Espinosa. Alguien le dijo que ese era el fotógrafo que le había hecho la foto. Sánchez quiso reclamarle pero andaba con turistas extranjeros y no quiso hacer el “show”. No le dijo nada.
Lo que Espinosa recuerda es que en una ocasión se encontró a Sánchez y le dijo: “Yo soy el fotógrafo que te hizo famoso”. Y cuando Espinosa ve a Sánchez en las calles siempre le grita: “Oe, Billete de a cien”. Le da risa.
Mientras Sánchez es granadino original, nacido en el antiguo Hospital San Juan de Dios, Espinosa nació en Diriamba, Carazo, pero desde muy pequeño sus padres lo llevaron a vivir a Granada.
Los caballos
Hasta abril de 2018, cuando en Nicaragua estallaron las protestas sociales contra el régimen Ortega Murillo, Mauricio Sánchez era inseparable de Ramón y Lucero, los caballos que su padre le dio para que trabajara con ellos y su coche, el número 27 de los que circulan en Granada.
Sánchez era esmerado con sus caballos. Les daba su agua, los bañaba, su comida, sus medicinas. Cariño. Buen trato. Buena comida, especialmente maíz molido y afrecho. No estaban tan viejos. A Lucero tenía 8 años de tenerlo y a Ramón 11. Ramón era buenísimo al trabajo. Calidad de caballo.
Cuando la crisis, con las carreteras bloqueadas, el parque central de Granada parecía un desierto. No había turistas, no había trabajo para Sánchez y sus caballos.
Sánchez paró de trabajar ocho meses. Se llevó el coche a la casa, lo embancó. Y a los caballos no les podía dar de comer porque no tenía dinero para comprarles comida. Lo único que podía hacer era llevarlos a un potrero.
Mientras Sánchez trataba de sobrevivir trabajando como ayudante de albañil, y a veces también como jardinero en las Isletas de Granada, los caballos se fueron poniendo flacos. Así, ya no le servirían para trabajar en el turismo.
Desde hace ocho meses, Sánchez retornó a su trabajo de auriga. Pero ya no en su coche, sino que ahora trabaja en el coche de otra persona, con otros caballos. Y también ha estado golpeado por el nuevo escenario de la pandemia del Covid-19.
El padre de Sánchez, quien tiene un “taxi”, otro coche de caballos, es quien ha utilizado ahora a Lucero y Ramón, transportando personas desde el mercado de Granada, pero no son turistas.
Hace poco se robaron a Ramón. Solo quedó Lucero, revela Sánchez. El coche que aparece en el billete lo tiene aparcado en su casa, ubicada a dos kilómetros de la ciudad, sobre la carretera que va buscando Nandaime o Diriomo.
Las experiencias de un auriga
Mauricio Wilmer Sánchez Alguera tiene 49 años de edad y más de 20 de ser auriga. Trabaja en ese oficio porque su padre, José Tito Sánchez, con más de 40 años de trabajar en esa labor, le pidió que le ayudara a conducir un coche.
Sánchez antes dibujaba y también conducía un coche de caballos, pero no en turismo, sino acarreando madera.
Durante los más de 20 años de ser auriga ha transportado dentro de Granada a innumerables personajes, entre los que él recuerda a la exjefa de la Policía —Aminta Granera—, Tomás Borge, Otto de la Rocha y al vocalista de Los Karki’s, el que canta “Arremángala arrempújala”.
A Granera la llevó del parque central al Convento de San Francisco, mientras varios policías los seguían custodiándola, unos en otro coche y otros corriendo a la par del coche que conducía Sánchez. Adelante, otro grupo de policías abría paso.
De Tomás Borge recuerda que era “chilero” y que andaba con su esposa, la peruana. Hablaron bastante de la historia de Granada. Al poco tiempo de ese viaje, murió Borge.
Uno de los que más le agradó fue Otto de la Rocha, “Aniceto Prieto, quien también andaba con su esposa, Georgina Valdivia”.
Con Los Karki’s paseó en toda la costa del lago y los llevó a la Cabaña María.