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Es hijo de Alfonso Morazán, excarcelado político y fundador del Ejército Popular Sandinista y también es hermano del activista Yaser Morazán. Fue funcionario judicial durante ocho años y actualmente se encuentra exiliado en Estados Unidos. Aquí cuenta sus gustos y revela un secreto.
Su primer recuerdo.
Salir corriendo a abrazar a mi papá y revisar su mochila militar.
¿Cree que existan los extraterrestres?
Sí, y espero que se lleven a los Ortega-Murillo y a algunos opositores.
¿Cuántas horas duerme?
Muy pocas, como seis aproximadamente.
¿Cuánto tiempo pasa en redes sociales?
Casi todo el día, aún mientras trabajo reviso a cada momento.
¿Ha estado a punto de morir?
Sí, muchas veces por accidentes en moto y cuando llegó mi familia a verme
al hospital, les dije: me quedan ocho vidas aún.
¿A quién admira?
A mi hermano e hijo, ambos se parecen en lo ácidos, sarcásticos y rudos
para decir las cosas.
¿Qué es lo más difícil que ha vivido?
Separarme de mi mamá, aunque me hizo fuerte e independiente.
Su lugar favorito.
Los Coffee Shop de Matagalpa y la carne asada con los primos.
¿Pizza o hamburguesa?
Pizza, pero italiana.
¿Tiene algún talento poco conocido?
Sí, amo cocinar, patinar y tocar guitarra.
¿Con quién le gustaría quedarse perdido en una isla?
Con una amiga de Miami que es divertida y aventurera.
¿Sin qué objeto no podría vivir?
Mi computadora y mi guitarra.
¿Qué es lo más loco que ha hecho en su vida?
Andar con una norteamericana sin entender nada de lo que dice.
¿Qué lo enoja?
El pendejismo y la gente de movimientos lentos.
¿Salud, dinero o amor?
Salud, de lo demás me encargo yo.
Un secreto.
Perdí mi virginidad con una madrastra.
Un gusto culposo.
Comer y cazar “sapos” en redes sociales.
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