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En una funeraria de Managua, un trabajador muestra el traje que utiliza para trasladar al cementerio a personas que murieron por Covid-19. LA PRENSA/ Oscar Navarrete

El riesgoso oficio de los trabajadores de funerarias en medio de la pandemia de Covid-19

Los trabajadores de las funerarias se exponen al contagio al trasladar al cementerio a personas que mueren por Covid-19. Este es el protocolo que siguen antes y después en funerarias de Managua.

Volvió a casa temblando de miedo. Ese día lo contrataron para trasladar el cuerpo de un hombre que supuestamente había fallecido en un accidente, pero al llegar al hospital le informaron que la causa del deceso en realidad había sido un infarto cardíaco y luego vio que los médicos encargados de entregar el cadáver estaban envueltos de pies a cabeza en trajes de plástico. Regresó para desinfectarse con cloro y ponerse su equipo de protección, uno de esos trajes blancos que se han popularizado desde que la pandemia de Covid-19 comenzó a hacer de las suyas en Nicaragua.

“Dijeron que era accidente y estando allá, en el hospital, me dijeron que era infarto. Fui al portero, a la doctora y no me dieron información. Así que definí que él (el difunto) andaba contagiado, porque los médicos estaban con sus trajes”, recuerda el joven. Él trabaja en una funeraria de Managua y ha pedido que se omita su nombre, por cual lo llamaremos Alfredo.

Por ser los más económicos, esos trajes blancos herméticos son los que más utilizan los trabajadores de las funerarias cuando tienen que trasladar al cementerio a pacientes que fallecen por Covid-19 o por “neumonía atípica”, que para ellos viene siendo lo mismo. O bien, cuando trasladan cuerpos que son entregados en cajas selladas o por personal médico enfundado en plástico.

También usan mascarilla, guantes y “tapa cara”. En las funerarias exigen a los familiares del difunto que sean honestos e informen la verdadera causa del fallecimiento, para poder tomar todas las medidas necesarias. El personal está en especial riesgo ante el coronavirus y un pequeño error puede acabar en contagio.

Cada vez que Alfredo finaliza un traslado permanece tres o cuatro horas en aislamiento, para poder desinfectarse como es debido. Para ello preparó un cuarto lejos de su casa, en la que viven varias personas de la tercera edad, incluida su abuela, de noventa años.

“Yo me desinfecto totalmente. Cuando ya usé el traje, meto los pies en una bolsa negra y me lo voy quitando con mucho cuidado, después amarro la bolsa y eso se quema. No se vuelve a utilizar”, cuenta. Después se baña con agua tibia, se desinfecta con cloro y toma bebidas calientes, pese a que los médicos han advertido que ninguna infusión ayuda a prevenir el Covid-19.

La producción de ataúdes ha aumentado exponencialmente en Nicaragua, igual que los casos de Covid-19. LA PRENSA/ Oscar Navarrete

Lea: En tiempos de Covid-19 funerarias reportan significativo aumento de venta de ataúdes 

Las camionetas también 

Otra de las precauciones tomadas por las funerarias es la de no utilizar las carrozas fúnebres para trasladar los ataúdes y, en lugar de eso, emplear camionetas con tina abierta. Esto es así por dos principales razones: es más difícil desinfectar las carrozas y en las camionetas los conductores están menos expuestos, ya que la cabina está separada de la tina.

Luego la camioneta pasa por un proceso de desinfección. La lavan con agua, detergente  y cloro desde la tina hasta las llantas. “Se llevan cuatro galones de agua con bastante cloro y se le riega a la camioneta. Posteriormente se lleva agua, detergente y se lava con bastante agua la tina”, detalla Alfredo.

Cuando a la funeraria llega un cliente e informa que solo quiere comprar la caja, sin preguntar por el servicio de velatorio, también se asume que alguien murió por coronavirus. Cada vez son más los clientes que solicitan solamente el ataúd.

Antes de la pandemia, dice Alfredo, la funeraria en la que labora no vendió una sola caja durante dos meses. Pero el Covid-19 vino a cambiar eso. En la segunda semana de mayo en el taller ya estaban trabajando en un pedido de sesenta ataúdes comunes y quince más, sin ventana, porque de todas formas en los hospitales los entregan sellados.

Ataúdes listos en una funeraria de Managua. LA PRENSA/ Oscar Navarrete

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Cerca del hospital

En las funerarias localizadas cerca de los hospitales también han extremado precauciones. Ahí son todavía más frecuentes las visitas de personas que llegan buscando caja y traslado al cementerio. Casi todos los ataúdes van al Milagro de Dios y al Caminos del Cielo, el nuevo cementerio de Managua, inaugurado el 24 de febrero de este año.

Los cadáveres salen de los hospitales envueltos en sábanas o en bolsas plásticas y así son depositados en la caja, afirma la encargada de una funeraria cercana al hospital Alemán Nicaragüense. “En la esquina del ataúd les ponen un pernos para sellarlo”, dice.

Ella siente que su oficio implica un gran riesgo y, en ocasiones, incluso ha llorado imaginando que se contagió de Covid-19.

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Nacionales coronavirus covid-19 Managua archivo

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