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Mal ejemplo en Bolivia

La presidenta provisional de Bolivia, Jeanina Áñez Álvarez, anunció que se inscribirá como candidata presidencial en las elecciones de mayo próximo.

La nueva institucionalidad democrática de Bolivia apenas está naciendo y la amenaza del retorno del autoritarismo al poder no es desdeñable. Pero los políticos que representan a la democracia en ese país en vez de unirse se están dividiendo. Esa es la lectura que se puede hacer de la candidatura de la presidenta interina.

No es que dicha candidatura sea ilegal ni ilegítima. La señora Áñez no tiene ninguna prohibición legal para ser candidata presidencial. El veto es de ética política, que anda por los suelos en todas partes pero precisamente por eso es más necesario rescatarla con hechos positivos y ejemplos edificantes.

El diario boliviano La Razón, en su editorial del lunes de esta semana destaca que la señora Áñez reiteró en varias ocasiones que para ella era “una bendición” no tener la ambición de seguir en el poder máximo de la República, después de cumplir el histórico mandato de celebrar pronto elecciones libres y limpias para restaurar la democracia.

Recuerda el periódico que apenas el viernes 24 de enero, la presidenta interina declaró sentirse orgullosa de esa decisión. Sin embargo el diario advierte que por algunas de sus declaraciones precedentes, y las de sus allegados, se podía advertir “un paulatino cambio en su promesa, por lo que en realidad el viraje no fue verdaderamente sorpresivo”.

También señala La Razón en su comentario editorial, que “esa nueva carta en el escenario de la competencia electoral porta los mismos valores que el resto de las propuestas identificadas con tendencias de derecha”, o sea de las fuerzas democráticas que resistieron al régimen autoritario de Evo Morales hasta obligarlo a renunciar. De manera que se puede inferir que no es por principios democráticos, sino por ambición política personal, que la presidenta interina Áñez pretende seguir en el poder más allá de las elecciones de mayo del presente año.

El politólogo boliviano Carlos Sánchez Berzaín, cuyos artículos de opinión se publican en diversos periódicos de las Américas, incluyendo a LA PRENSA de Nicaragua, desde que Evo Morales renunció a la Presidencia de Bolivia y huyó del país ha venido alertando que “cayó el dictador pero no la dictadura”. Se refiere a que, aunque el gobierno provisional es incuestionablemente democrático, las estructuras de poder de la dictadura quedaron intactas y es preciso erradicarlas para poder asegurar la democracia.

Pero esa ingente tarea sería imposible si el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo, ganara las elecciones del próximo mes de mayo ayudado por la división de las fuerzas democráticas debido a las mezquinas ambiciones políticas personales.

Los bolivianos, al sacar a Evo Morales del poder el 10 de noviembre del año pasado dieron un gran ejemplo que alentó las expectativas democráticas en Nicaragua. Pero ahora, la presidenta provisional Áñez y la coalición electoral que la respalda están dando otro ejemplo que es muy negativo. La lección es que hay que cuidarse mucho de las ambiciones personales de poder político, que aunque sean legítimas también pueden ser fatales.

Editorial Bolivia mal ejemplo archivo
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