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Las calles de Masaya, como en otras ciudades, están bloqueadas con adoquines, árboles talados, vallas o lo que sirva para impedir el paso a las camionetas de antimotines, fuerzas paramilitares y grupos afines al gobierno. Por las noches las balaceras, la detonación de morteros y el repique de campanas en las iglesias son avisos de ataques. LA PRENSA/M.ESQUIVEL

A un año del ataque de la Operación Limpieza en Masaya: “No podemos apagar el espíritu de resistencia”, dicen autoconvocados

Masaya aparenta una relativa normalidad entre los denuncias de secuestro que se dan cada día y la persecución que se mantiene en contra de los ciudadanos. Pese a esto, los autoconvocados siguen firmes en la lucha y con su revolución libertadora intacta.

Hace un año, un 17 de julio de 2018, el pueblo de Masaya vivió uno de los peores momentos de su historia: El valiente barrio indígena de Monimbó era atacado atrozmente por la Policía Orteguista (PO) y parapolicías bajo la “Operación Limpieza”, que dejó al menos cuatro muertos, entre ellos un oficial de policía, según registró ese día la Asociación Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) .

El objetivo de la Operación Limpieza que ejecutó el régimen de Daniel Ortega era desaparecer a cualquier costo todas las barricadas que los autoconvocados mantenían en los diferentes barrios de Masaya, y así devolverles la “paz” a los pobladores. Los barrios Monimbó, San Miguel, Óscar Pérez, Camilo Ortega, Pancasan, los tanques de Mebasa y el camino viejo a Niquinohomo, fueron los lugares que se mantuvieron hasta el último minuto en pie.

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“Nos atacaron por todos los puntos de accesos a Masaya”, expresa el autoconvocado Aníbal (nombre ficticio), quien además recuerda que dos días antes de la fatídica fecha, se dio un “ataque fuerte” de parte de la Policía Orteguista y parapolicías. “Ese era el plan de ellos, hasta después nos percatamos de eso, las intenciones eran desgastarnos las municiones, aunque la desproporción de fuerza eran increíble”, agrega.

18 intentos para entrar a Monimbó

Desde el estallido de las protestas, en abril de 2018, contra la dictadura de Nicaragua, Monimbó fue sido uno los bastiones de la lucha cívica. El 19 de junio los parapolicías y PO habían atacado Masaya para llegar hasta la estación policial donde estaba refugiado el comisionado Ramón Avellán. Pero para entrar a Monimbó, las fuerzas represivas lo intentaron 18 veces, comenta Aníbal.

La alerta del ataque inició desde las cinco de la mañana de ese 17 de julio de 2018, pero fue aproximadamente como a las siete de la mañana que los monimboseños se defendieron como por cinco horas con armas hechizas y bombas artesanales, ante hombres con armas de guerra como AK, PKM o PRK7.

“Sonaban las campanas de Magdalena, San Sebastián y casi de todas las parroquias de la ciudad. Eran las 5:00 a. m. y amanecíamos con las noticias y alarmas de todo el despliegue policial, que después de un mes, había decidido volver a entrar”, compartió en su red social el exatrincherado “Lobo”, quien agrega que ese fecha fue “el peor día de su vida”.

Mantienen viva la lucha

A un año del ataque, Masaya aparenta una relativa normalidad entre los denuncias de secuestro que se dan cada día y la persecución que se mantiene en contra de los ciudadanos. Pese a esto, los masaya siguen firmes en la lucha y con su revolución libertadora intacta.

“Hay días que la tensión sube y se siente en las calles, las personas que acostumbran pasar sus noches sentados en las afueras de sus casas no salen, se redobla el número de patrullas ‘resguardando’ las calles; ellos viven con más paranoia que nosotros”, manifiesta “Lobo”.

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Esa paranoia se debe a que cada noche los autoconvocados tratan de explotar bombas en señal de “rebeldía” y  hacerle saber a la dictadura orteguista que siguen “vivos”. “Eso nos mantiene a nosotros vivos y a ellos nerviosos… cada quien sabe los riesgos que corremos pero no podemos dejar dormir ni apagar el espíritu de rebeldía y resistencia. Es una estrategia de guerra psicológica para decirles que aquí estamos, que no olvidamos y que van a pagar”, resalta “Lobo”.

Aníbal coincide con su compañero de lucha y dice que explotar bombas “es un mensaje a la dictadura diciendo que todavía están en pie de lucha y que no nos hemos rendido”.

“Queremos vivir en justicia y libertad”

El padre Augusto Gutiérrez, quien fuera el párroco de la iglesia San Sebastián, Monimbó, recuerda esa fecha como “si estuviera viviéndolo todavía”. El líder religioso declara que fueron días duro, doloroso y angustiantes pero aun así no calló ante las injusticias del régimen orteguista.

“Días antes (del 17 de julio) se sentía pesado el ambiente porque era inminente (el ataque), estaban cercando Monimbó, Masaya… era una cosa que se espera venir”, señala.

El sacerdote vivió de cerca los meses más crudo de la represión en Masaya hasta que en agosto se vio obligado a exiliarse por las amenazas de muerte y cárcel. “Yo sentí que tenía que estar ahí con la gente. En la eucaristía hablaba de las injusticias y de la palabra de Dios, que se actualiza con el sufrimiento del pueblo”, dice.

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El padre Augusto, quien se encuentra exiliado en Guatemala, oficiará este miércoles una misa en conmemoración a los asesinados por la dictadura de Nicaragua y por la libertad de país.  “Queremos volver a Nicaragua y vivir en justicia y libertad”, finaliza.

PO en busca de los tira bombas

La PO ahora se ha empeñado en secuestrar a  pobladores de Masaya bajo la excusa de ser los responsables de explotar bombas en las diferentes calles de la ciudad. Ejemplo de ello, es el caso de Carlos Alberto Pavón, quien fue denunciado por los CPC de su barrio de ser el responsable de tirar bombas, afirmaron sus familiares. Sin embargo, tanto “Lobo” como Aníbal coinciden que las personas secuestradas  no están involucradas en la lucha cívica.

“La mayoría de personas que ellos acusan de tirar las bombas, son personas que nada que ver. Lo que pasa que para no pasar vergüenza y no decir que ellos (la PO) no han agarrado a nadie, agarran al primer prójimo que pase”, lamenta Aníbal.

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