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LA PRENSA/ARCHIVO

El Desierto y el Infiernillo. Así son las mazmorras del régimen orteguista

Un preso político relató que estas celdas en realidad son calabozos, donde la luz del sol se cala por tres pequeños orificios que están en la parte superior del techo de concreto.

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El Desierto y el Infiernillo son dos nombres que en el Sistema Penitenciario Nacional, conocido como La Modelo, suenan como sinónimo de tortura. Ambos son parte de las celdas de máxima seguridad, donde el régimen orteguista ha confinado a varios de los presos políticos que alzaron la voz para demandar su salida y la de su esposa, Rosario Murillo.

A esas celdas se cree que trasladaron a los presos políticos Yubrank Suazo, Chester Membreño y Francisco Sequeira, después que fueron golpeados por protestar el pasado fin de semana, precisamente, por denunciar las deplorables condiciones en las que se encuentran dentro de la prisión.

Cerca de trescientas personas, entre presos políticos y comunes, se estiman que están en celdas de máxima seguridad, según datos del Comité Pro Liberación de Presos Políticos.

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La defensora de derechos humanos Vilma Núñez explicó que las celdas de seguridad en La Modelo, conocidas como la 300, fueron construidas tres años antes de la explosión social de abril y estaban destinadas para personas relacionadas con carteles de drogas, de lavado de dinero.

El especialista en derechos humanos Uriel Pineda refirió que el confinamiento o celda de aislamiento se asocia a razones de seguridad.

Son celdas que están diseñadas para privados de libertad que ponen en riesgo la vida o seguridad de otros reos. En ese sentido, “hacerlo como castigo (para los presos políticos) es una pena degradante”, expresó.

Testimonio de un preso

Juan Bautista Guevara, uno de los presos políticos del régimen orteguista, sabe de primera mano qué significa el Infiernillo, que es parte de las de máxima seguridad, pero que él llama “máxima tortura”.

Relató que estas celdas en realidad son calabozos, donde la luz del sol se cala por tres pequeños orificios que están en la parte superior del techo de concreto.

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“Estamos sellados, estamos empernados”, confió el profesor, originario de Ticuantepe, al referirse a la seguridad de la celda, cuya puerta es de metal, tan pesada que necesitan de unos cuatro guardas del sistema para abrirla, proceso que se lleva de 15 a veinte minutos.

Las condiciones del espacio permiten la proliferación de cualquier cantidad de animales, como alacranes y cucarachas. A la par de un camarote de concreto, está un hoyo donde deben hacer sus necesidades fisiológicas.

El agua llega solo llega una vez al día, por ende, los presos políticos deben almacenarla en botellas para disponer del vital líquido.

Esas son condiciones infrahumanas, señaló Núñez, quien aclaró que pese a que una persona esté privada de libertad, no significa que se deba irrespetar sus derechos humanos, y la forma cómo se están utilizando esas celdas con respecto a los presos políticos, viola todas las normas internacionales de las que Nicaragua es parte.

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“Y llevar a estos presos a esas galerías, solo por el hecho de tenerlos ahí ya configura un trato cruel, inhumano y degradante, aparte de las grandes golpizas y privaciones en que los tienen, prácticamente es gente que está permanentemente amenazada de muerte”, afirmó la defensora de derechos humanos.

Carlos Tünnermann recordó también las denuncias contra la Dirección de Auxilio Judicial, mejor conocida como el Chipote, que era el mismo lugar de torturas que utilizó la dictadura de Anastasio Somoza Debayle.

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