Aunque el Gobierno se empeña en divulgar que todo el territorio nacional regresó a la “normalidad”, en las calles de Sutiaba en León, Monimbó en Masaya, algunas zonas en Managua, el barrio Sandino en Jinotega y Diriamba, Carazo, la zozobra y la inseguridad campea por todos lados.
Pese a que en Managua se ha visto una recuperación de actividades básicas, en especial durante el fin de semana, la población no circula confiada y hay zonas como el sector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Zumen, Upoli y El Carmen que son evitadas de transitar por inseguridad.
En Diriamba, de acuerdo con una pobladora de la zona, son pocas las personas que andan en las calles después de las 7:00 de la noche y la sigue “cacería” de los paramilitares.
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En Masaya y Jinotega, los dos últimos bastiones de la resistencia cívica que fueron atacados con fuego pesado por parte de grupos irregulares, la población vive con temor de que en cualquier momento los policías puedan capturar a un familiar o conocido.
Mientras en Masaya los policías encapuchados se apuestan en la Placita de Monimbó, y en las casas que habían funcionado como puestos médicos, en Jinotega, se escudan en los montes, en los cerros de ese departamento del norte.
En ambas zonas del país, oficiales de la Policía Nacional patrullan encapuchados y siempre con sus armas de guerra a la vista.
Para el investigador Mario Sánchez, el hecho que oficiales de policía aún permanezcan en esas zonas responde a varios objetivos: inhibir el resurgimiento o brotes sociales de la manifestación cívica, y reforzar la persecución de personas que se han expresado socialmente, y que están siendo criminalizados en el nuevo contexto de deslegitimización de la movilización social, explicó Sánchez.
La vida en estas ciudades no es la misma después que fueron atacadas por policías y paramilitares organizados por el Gobierno.
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Sánchez explica que existe una profunda ruptura del sentido de amparo por parte de cualquier ciudadano con respecto a las instituciones del Estado. “Te sentís totalmente desamparado, vulnerable, amenazado y con miedo”, expresó el investigador.
Esta ausencia de protección que indica Sánchez ha obligado a la población, precisamente, a buscar mecanismos de autoprotección, que se traduce en reducir el nivel de exposición, realizar las labores posibles dentro de las horas más seguras y limitar la interacción social, lo cual implicaba visitar familias o desarrollar otro tipo de actividades vespertinas o nocturnas.
La normalidad se ha “resquebrajado” a partir de la oleada de la represión, indicó el investigador. Tanto Monimbó como Diriamba y Jinotega fueron azotados con armas de gran calibre manejadas por centenares de paramilitares.
Cronología de ataques brutales
En julio, la población de Carazo, Jinotega, León y Masaya padeció a manos de los grupos armados.
El primer ataque fue en contra del barrio indígena de Sutiaba, en León, el pasado 5 de julio. Hubo tres muertos.
Después, en un fin de semana de terror, los paramilitares entraron con armamento pesado en Jinotepe y Diriamba el 8 de julio; la brutal represión dejó unos veinte muertos, según reportes de diferentes organizaciones de derechos humanos.
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El tercer bastión fue Monimbó, Masaya, el pasado 17 de julio. Donde hubo dos muertos confirmados por LA PRENSA, y el último lugar alzado en contra del Gobierno fue el barrio Sandino, en Jinotega. El pasado 23 de julio, los paramilitares entraron y enlutaron a tres familias. En estas zonas, también se reportó varios heridos, capturados y desaparecidos.
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personas víctimas de la represión gubernamental es el dato más actualizado emitido por la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), desde el 18 de abril de 2018.