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alcaraván, Aniceto,

El dolor nuestro de cada día

Diríase que padecemos una invasión de legiones de demonios que no solo tienen sed de sangre sino que profanan nuestros templos y agreden a nuestros pastores

Cartas de amor a Nicaragua

Querida Nicaragua: Cada día nos levantamos con la esperanza de que termine la barbarie. Cada noche oramos fervientemente pidiéndole al Señor de Señores que modere tanta fiebre de sangre, tanta ambición de poder que impulsa a los malvados a ordenar esa orgía de muertes que ya superó los 300 jóvenes y que no parece detenerse ante nada.

Diríase que padecemos una invasión de legiones de demonios que no solo tienen sed de sangre sino que profanan nuestros templos y agreden a nuestros pastores.

Si Ortega pretendía continuar en el poder indefinidamente, al comenzar a matar estudiantes por las protestas lógicas de estos ante los abusos y arbitrariedades del Gobierno, sus pretensiones continuistas se volvieron misión imposible.

Si antes del 18 de abril como personaje político era altamente repudiado, ahora, después de esta masacre, es poco menos que imposible pretender una candidatura ni aspirar a una nueva reelección presidencial.

Con la enorme carga de más de 300 jóvenes asesinados, adolescentes algunos y hasta niños de pocos meses de nacidos otros, ha crecido mucho más el repudio hacia la pareja gobernante. No se puede gobernar una nación sobre una montaña de cadáveres.

Dicen que no hay dolor más grande que el que siente una madre frente al cadáver de su hijo, y más cuando este ha sido asesinado y le entregan su cuerpo con señas visibles de horrendas torturas. Desde el 18 de abril varias madres han tenido que sufrir el inmenso dolor de perder a sus hijos, muchachos jóvenes, estudiantes llenos de ilusiones que no soportaron seguir tolerando tanto abuso, tanta corrupción, tanto irrespeto a los derechos humanos y políticos, y decidieron dar un grito de libertad contra la dictadura, tomaron conciencia de su responsabilidad frente al futuro, y quieren hacer por su patria lo que sus padres y abuelos, a pesar de las muchas luchas heroicas del pasado, no pudieron lograr: la democracia, la libertad y la soberanía plena de Nicaragua.

El dolor de las madres, el sacrificio de centenares de jóvenes patriotas, la hidalguía de nuestros heroicos pueblos luchando con morteros caseros, piedras y tiradoras frente a los asesinos paramilitares y policías portando armas de guerra no puede ser en vano.

Tanta sangre derramada hará que podamos cantar con propiedad nuestro glorioso Himno Nacional y que hagamos flamear nuestra bandera azul y blanco por todos los caminos de la patria verdaderamente libre.

Toda esta sangre derramada desde el 18 de abril es un enorme grito de amor por Nicaragua que resuena en todos los pueblos libres de nuestra América.

El autor es director general de Radio Corporación.

Columna del día Daniel Ortega masacre régimen archivo

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