Orlando Córdoba, Orlandito, llegó vivo al Hospital Vélez Paiz. Llegó consciente, hablando. “Loco, guardame mi ropa porque me la pueden robar”, alcanzó a decirle a un amigo que lo acompañó. Y varios minutos después hasta pidió agua porque tenía sed. Su madre, Yadira Córdoba, cree que el niño de 15 años falleció en gran medida por culpa de los médicos que no quisieron atenderlo.
15 años. La misma edad que Álvaro Conrado, Junior Gaitán y Sandor Dolmus. Y la misma suerte: asesinado por la salvaje represión del gobierno de Daniel Ortega que tiene en vilo a Nicaragua desde abril. Asesinado de bala.
En su casa y en el barrio lo conocían como Orlandito. Un niño querido y bromista, alegre, que dormía con su madre. Se llevaban de maravilla. Incluso en Facebook, ante los ojos de sus contactos, se daban bromas. “Ahora estoy sola”, llora Yadira, 45 años. Le quitaron a su hijo en el Día de las Madres.
—¿Quién es el responsable de la muerte de su hijo?
Ella responde en el porchecito de su casa, en un mediodía de junio de la caliente Managua:
“El Gobierno. Mi hijo no caminaba armas”. No titubea, pero le salen lágrimas.
Entre sollozos sigue: “La justicia divina viene en el tiempo de Dios. Pero de que viene, viene. Dios miró todo. Dios sabe quién jaló el gatillo de esa bala. Y sabe que esos niños inocentes… Esa sangre Dios la va a ajusticiar. El que lo hizo fue mandado”.
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EL PEOR 30 DE MAYO
Orlandito no había participado en ninguna manifestación, según su madre. Él y su familia estaban claros de la crisis provocada por las masacres que comenzaron en abril, pero se cuidaban y no se exponían en la calle. “Él era sano, iba de la iglesia a su casa”, indica don Daniel Córdoba, su abuelo.
Pero el 30 de mayo era diferente. “Yo le di permiso a mi hijo porque yo pensé que no iba a haber ninguna balacera. Pensé que iban a respetar el dolor de las madres”, cuenta Yadira Córdoba.
Por la mañana Orlandito felicitó a su madre en Facebook y en el almuerzo disfrutó de su comida preferida: pollo rostizado. Su mamá hizo unas alitas rostizadas y él “comió bastante”. Salió a las 2:00 p.m. Las últimas palabras que cruzó con doña Yadira fueron: “¡Vamos, viejita, vamos!” La trató de convencer de ir a la marcha que salía de la rotonda Jean Paul Genie, en el sur de la capital, y culminaba en la Universidad Centroamericana (UCA), en un sector que algunos denominan el nuevo centro de Managua.
Orlandito se fue de camiseta marrón, short azul y zapatillas tenis anaranjadas. Fue con unos amigos de su edad del barrio y unas señoras de su iglesia. Su madre, Yadira, se sentía mal, y prefirió no acompañarlos. “Me siento el cuerpo pesado, con sueño”, le dijo. Se quedó acostada.
Tras realizar el trayecto de la manifestación y al llegar a la UCA, el niño y sus amigos fueron hacia la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). En su casa no saben los detalles o el motivo que lo llevó hasta allí, pero es un hecho que la bala penetró su tórax frente a la UNI, según testigos. Hasta ese lugar había llegado la marcha de más de cuatro kilómetros que desbordó la Carretera a Masaya.
Donde cayó Orlandito cayeron otras 10 personas. Todos por balas. Toyotas Hilux y motocicletas con policías y turbas sandinistas fueron fotografiadas al extremo norte de la vía que une la UNI con el nuevo estadio de beisbol. Las asociaciones de derechos humanos consideran posible que hubiera francotiradores en el Estadio Nacional Dennis Martínez al acecho de manifestantes.
Tras el impacto, un amigo de Orlandito consiguió que alguien los llevara al Hospital Vélez Paiz en motocicleta. A las 4:30 p.m. llamaron a doña Yadira para darle la noticia. Por el tráfico y los tumultos ocasionados por la masacre, ella llegó alrededor de las 7:00 p.m. al centro médico.
“Me dieron la noticia”, recuerda doña Yadira, pesarosa. “Que le había entrado la bala por un costado, que le había pasado por el hígado, que le había pasado por un pulmón y por el tórax. Y que él ya iba en las últimas y que a él le dio un paro y ya se murió”.
En su casa nadie cree la versión médica. Ni ella ni los abuelos de Orlandito, don Daniel y doña Rosa. No lo creen porque el amigo del niño les relató que tardaron varios minutos en atenderlo y lo tenían en una camilla sin pasarlo al quirófano. Cuando él se acercó los doctores lo apartaron rápido, pero escuchó que Orlando le dijo: “Tengo sed, denme agua”.
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SOÑABA CON EL BARSA
En casa, el pasatiempo de Orlando Córdoba era mirar videos en YouTube para aprender a tocar mejor la batería, su instrumento de todos los viernes en el culto de su iglesia.
“También tenía sus amistades en Facebook y ahí se conectaba”, añade su madre. “Como los viernes hay culto, ensayaba el día antes, el jueves. Los viernes tocaba. Y semanal jugaba futbol los días que le tocaba jugar”.
El joven hacía parte de la Federación Nicaragüense de Futbol. Tenía talento, según su familia y su amigo de la iglesia, Wilbert Gaitán, quien le escribió un poema que doña Yadira colgó en el porche del hogar. En él puede leerse:
“Hola Orlandito, mi hermanito del alma, tu cabello esbeltoso, sonrisa envidiable, carisma de pocos y energía insaciable. Gigante en talentos, orgullo de muchos, diamante en bruto, tesoro de tu madre”.
“Mama, pero yo puedo ir a jugar a España”, le dijo un día Orlandito a su madre, según rememora ella. “¿Será que yo podría ir a jugar a España?”, le preguntó pensativo.
“Tenés que apurarte en tus estudios porque esas cosas van juntas”, le respondió ella.
El niño era fanático del Barcelona, el equipo de Lionel Messi. Cursaba Sexto Grado en el Centro Escolar España, en Managua. Se retrasó en sus estudios cuando sus padres se separaron. Le dio meningitis cerebral y “por la gloria de Dios no murió en ese momento”, agradece doña Yadira cuando recuerda ese episodio a los 13 años de vida de su niño más pequeño.
De una familia de cuatro hermanos varones, Orlando Córdoba, Orlandito, era el “cumiche”; el más joven. En las últimas semanas era el que más tiempo pasaba en casa. Salía para jugar futbol y para ir al culto. Le sobaba los pies a su abuelita Rosa y bromeaba con su mamá Yadira. Soñaba con ir a España. Soñaba con jugar en el Barcelona.