Félix Maradiaga, director del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp), ha sudado, sangrado y llorado al lado de los jóvenes estudiantes que han liderado las protestas en Nicaragua que mantienen desde abril hasta lo que va del mes de mayo.
Se le ha visto en la Upoli, en las calles, en conferencias de prensa. Fue atacado por miembros de la Policía Nacional, ha sido perseguido por motorizados e incluso tuvo que sacar a su hija del colegio como medida de seguridad.
En esta entrevista, Maradiaga analiza los posibles escenarios que pueden acontecer en Nicaragua: la renuncia de Daniel Ortega, por las buenas o por las malas, la participación de los jóvenes en el diálogo, las similitudes y diferencias entre Nicaragua y Venezuela, y el futuro que le espera al país después de esta insurrección que nació el 19 de abril de 2018.
Hace un mes había una relativa calma en el país… ¿cómo llegó Nicaragua a este punto?
Lo que el país ha presenciado es una situación de indignación acumulada. Creo que se ha reportado ampliamente que el tema del INSS fue el detonante y ciertamente fue un momento importante para que la gente saliera a las calles, particularmente los jóvenes. Pero tenemos que recordar que antes de la situación con el INSS, tremendamente injusta y un disparador de indignación, habíamos tenido Indio Maíz, y antes del tema de Indio Maíz y habíamos tenido un escenario previo con Ocupa INSS en 2013. Pero el verdadero detonante que se dio fueron los asesinatos. Yo creo que había todavía una parte de la población, por lo menos una tercera parte, que sin apoyar directamente el régimen de Ortega le daba el beneficio de la duda. Ese porcentaje de la población se sentía defraudada de una serie de comportamientos, pero no consideraba que la salida de Ortega llevaría a algo mejor. Les molestaba el abuso de recursos públicos, la corrupción, los símbolos partidarios, estimamos que esa tercera parte de personas digamos indecisas, en ese momento se cayó la máscara del régimen. El régimen perdió su cobertura cosmética de un régimen autoritario y aquella tesis de un populismo responsable y autoritarismo estable se cayó en ese momento. Otro elemento importante es que el principal pilar de legitimidad del régimen de Ortega era el gran capital. Cuando combinás la indignación acumulada, la caída de la máscara más la pérdida de legitimidad, eso lanza a la población a las calles.
¿Y cómo valora la participación de los estudiantes y jóvenes durante este mes?
Como heroica, como inspiradora. Al lado de ellos hemos llorado, algunos hemos sangrado, pero esta lucha es de ellos. Parte de la sociedad nicaragüense le debe una disculpa pública a la juventud, particularmente al estudiantado, por habérseles tachado de indolentes y desconectados, con los problemas del país. Yo creo que la juventud nicaragüense es hija de la revolución. Algunos somos hijos de la revolución de una forma más dolida. La vemos como algo que fue traicionado, otros más orgullosos, pero somos hijos de un proceso revolucionario y eso está en la psiquis colectiva de las nuevas generaciones. Es una generación que creció viendo la revolución como un momento histórico, como una juventud: la juventud de sus padres y sus abuelos que no toleraron una dictadura y es donde el régimen se equivocó, que ese espíritu rebelde y de libertad no estaba convertido en un espíritu prebendario; ese espíritu rebelde reside en chavalas y chavalos, que fueron los que nos dieron las ganas de salir detrás de ellos.
¿Qué le pareció la primera sesión de diálogo?
Fue una burla a los muertos. Y quizás lo rescatable son las voces de los jóvenes, particularmente la de Lesther Alemán y la de Víctor Cuadra, la voz de Medardo Mairena, la voz de Carlos Tünnermann. Creo que en esos tres momentos de gran esperanza, me sentí totalmente representado por sus palabras. Pero a excepción de esos momentos que le dieron a la población unos minutos de catarsis frente al dictador, el desprecio y la actitud prepotente de Daniel Ortega lo que hizo fue echarle más leña al fuego.
Después de ver la primera intervención de los jóvenes y de Ortega ¿usted tiene esperanza en el diálogo?
No tengo ninguna esperanza en los actores de gobierno que están sentados al otro lado del diálogo, pero sí tengo esperanza tanto en las personas que nos han representado, como en la gente que ha estado en las calles. No creo en el diálogo como un proceso mecánico de negociación, pero sí en la buena voluntad de todos los actores de la nación para encontrar una salida pacífica, constitucional y rápida de Daniel Ortega. Pero si algo podemos concluir del diálogo es: número uno, que Daniel Ortega no tiene voluntad para desprenderse del poder; en segundo lugar, que la presión ciudadana sí está funcionando, el hecho de que Ortega se logró sentar ahí… eso fue un trago amargo que tuvo que soportar. Y el otro elemento es que hay, como nunca antes en la historia, una plena voluntad nacional alrededor de la salida del dictador. La gran pregunta es ¿cuándo va a salir Daniel Ortega? Pero dentro del mismo sandinismo es clarísimo que es imposible imaginar una Nicaragua con Daniel Ortega y Rosario Murillo. El mismo Frente está claro de que ya son insostenibles.
¿La salida de Ortega y Murillo es la única salida?
Es la única salida. No hay otra. Es la única salida que no le cuesta al país más amargura y más tristeza. Es la única razonable. No me puedo imaginar otra salida en este momento, que no pase por una transición hacia la democracia sin Daniel Ortega.
¿Y cuál sería la vía de esa salida de Ortega y Murillo?
Hay que tener una mente y corazón abierto para todas las opciones, todas las opciones están encima de la mesa. Esperemos que las próximas sesiones no sea el circo que montó el orteguismo. Era completamente normal que los estudiantes tenían que desahogarse, eso es completamente normal. Han perdido a sus hermanos y hermanas frente a las balas de la Policía, pero el hecho que Daniel Ortega les llamó delincuentes a los muchachos que están en la Upoli y que dijo que había armas y que salían a asaltar ebrios, lo que entendemos es que Daniel Ortega vive en otro mundo, está completamente desconectado de la realidad. Daniel Ortega es un peligro para el país y es un peligro para el propio Frente Sandinista. Quienes queríamos que Ortega se sentara, ahora te digo lo urgente es que no se siente, lo urgente es que le pase la palabra a voces razonables dentro del Frente Sandinista para que se negocien de forma ordenada la transición a la democracia. Esto puede pasar desde una reforma constitucional y esperar para que en los primeros meses de 2019 tengamos ya la transición. La otra opción puede ser obviar algunos procesos constitucionales y ya de inmediato pensar en una Ley Marco que permita una junta de gobierno; se puede pensar en un proceso de adelanto de elecciones internacionalmente supervisadas y obviamente la otra opción que es la que todos quisiéramos, pero que sabemos que con lo del diálogo es claro que no hay voluntad, que es una renuncia de la pareja presidencial y que la Asamblea Nacional nombre a un sustituto aunque esté vinculado al Frente. En ninguna opción podría pensar que es viable una salida con Ortega en el poder y mucho menos esperar hasta 2021, eso sería inaceptable.
Y si en un hipotético caso Ortega y Murillo llegaran a renunciar, pero pidiendo condiciones como que no se les juzgue por los crímenes que se cometieron bajo su mandato… ¿cómo vería ese escenario?
Es uno de los escenarios. Me parece que tomando las experiencias internacionales de transiciones que se han dado negociadas, son muy pocas las transiciones en las cuales los dictadores salen por la puerta grande. Los dictadores usualmente salen por la puerta de atrás, o por la ventana, lanzados desde el segundo piso. Quién va a determinar de qué forma sale Ortega y su familia es él mismo. Ortega creo que dentro de su megalomanía no está leyendo correctamente, por eso sostengo mi tesis de que el comandante tiene incapacidad para gobernar. Las opciones están sobre la mesa, pero cerrarle todas las salidas a Ortega es peligroso porque se puede cometer el error de creer que no tiene mecanismos de poder, y él tiene todavía a una buena parte del Frente Sandinista fanatizada, tiene las armas, tiene la Policía y yo no tengo muchas esperanzas en el Ejército.
¿Qué va a pasar si se da la renuncia del presidente?
Depende de la forma en que lo haga: si lo hace por las malas, el país quedará más fracturado. Si la renuncia es después de muchos meses de paros, de huelgas, de episodios de violencia, eso es totalmente probable. Yo creo que estamos ante la posibilidad de un conflicto civil de magnitudes tal, que no se ha visto en Nicaragua desde la guerra civil en los años 80. Eso es muy probable. Tenemos que tomarnos muy en serio que exista la probabilidad de que la próxima marcha gigantesca no sea hacia la Upoli, sino hacia El Carmen. Contrario a lo que cree el orteguismo, no lo va a dirigir nadie. Si el comandante Ortega renuncia o inicia un proceso de adelanto de elecciones o un proceso de la Junta de Gobierno, el país tendría un escenario más esperanzador para iniciar un proceso rápido de reconstrucción y de transición hacia la democracia. Si es por las malas, me parece que estamos condenados a repetir la historia.
¿A qué país vamos a tener que enfrentarnos después de la renuncia de Ortega? Habrá caos económico, partidos políticos sin credibilidad…
Yo soy optimista. Yo creo que la Nicaragua sin Ortega es más esperanzadora. Ha sucedido que el orteguismo, con la complicidad de los grandes capitales, crearon la noción de que era: u Ortega o el caos y por eso tenías a muchos grandes empresarios que tenían el temor de poder facilitar una transición; se hicieron oídos sordos a la posibilidad de haber logrado una transición democrática hace años. Perdimos varias oportunidades. ¿Qué es lo que creo yo? Que esa idea de u Ortega o el caos es falsa. Sin Ortega el país tiene un mejor chance. Ni siquiera estoy diciendo sin el Frente Sandinista, porque esta marcha en las calles no es en función de ningún partido de oposición. Y no tenemos que perder ese análisis. La gente quiere un país diferente. Diferente de todo: del extracivismo, diferente a un país que ha sido misógino, los niveles de violencia que se han visto es porque hay una estructura social construida desde el machismo, la violencia. Aquí ha salido gente que ha marchado porque está cansada de la violencia hacia las mujeres, de la violencia hacia los indígenas… son indignaciones acumuladas y la gente quiere un replanteamiento de todo eso.
A partir de estas protestas se habla de una crisis interna en el Frente Sandinista, ¿qué piensa de ello?
Es muy grave. Yo creo que hay varios símbolos que nos indican que hay un proceso de profunda preocupación. Ya desde hace algunos años sabemos que el liderazgo de Rosario Murillo dentro del Frente Sandinista no era bien recibido por algunos sectores históricos del partido, pero lo más importante dentro del Frente en este momento es el hecho de que la figura unificadora de las distintas corrientes internas del Frente, hasta ahora, era Daniel Ortega. Es decir, había una corriente vinculada a Rosario Murillo, que de manera apresurada trató de fabricar muchos liderazgos jóvenes para darle a los cuadros más nuevos del Frente Sandinistas posiciones muy visibles, sustituyendo a los cuadros históricos; hay una línea más vinculada a los militares, otra línea vinculada más a los empresarios, hay neocapitalistas… pero todas estas contradicciones internas del Frente tenían su armonía en la construcción artificial de Daniel Ortega como un gran estratega unificador y lo que hemos visto es a un Daniel Ortega minúsculo frente a la gigante voz de los estudiantes, sin estrategia. Lo que ha demostrado es una total incapacidad de manejo de crisis. El país necesita un Frente Sandinista de Liberación Nacional que sea renovado, que sea reinventado y que sea democrático.
¿Usted cree que el partido no está perdido, que solo se necesita cambiar de imagen?
Yo creo que no está perdido y que no puede estar perdido. Lo peor que nos puede pasar es cometer el mismo error que cometió el Frente Sandinista con sus primeros decretos: la derogación de la Guardia Nacional y la derogación del partido liberal. La derogación del partido liberal fue un error. Para el años 82, 83, salió una ley de partidos políticos que convirtió al Frente Sandinista en un partido hegemónico. Yo creo que en la nueva Nicaragua el país necesita un Frente Sandinista democrático, porque dentro del Frente Sandinista hay hombres y mujeres nicaragüenses que te aseguro que no están contentos con lo que está pasando, pero no han declinado sus ideales revolucionarios. Yo personalmente, jamás votaría por el Frente Sandinista por muy renovado que esté, porque carga sobre su espalda un peso histórico muy negativo, pero creo que el peor error sería querer cerrarle las puertas a cualquier posibilidad de renovación del Frente. Necesitamos como nicaragüenses, no solo el Frente Sandinista, sino todos los partidos políticos renovados frente a un nuevo espíritu nacional.
¿El caso de Nicaragua es similar al de Venezuela?
Las similitudes son: el nivel de violencia de las fuerzas policiales, el nivel de partidización, es decir, de vínculos políticos entre las fuerzas policiales y el partido de gobierno; la utilización de grupos paramilitares financiados y apoyados. Creo que la evidencia videográfica es abundante, donde ves camionetas de la Policía dándoles piedras y morteros a los que están con las camisas de la Juventud Sandinista, hemos visto policías con camisas de la Juventud Sandinista… Ese sería, digamos, el modelo venezolano. Vemos también similitud en la negación de la crisis, es decir, la construcción de un universo paralelo en sus medios de comunicación. Vos ponés Canal 4, los canales vinculados al partido de gobierno y es otra Nicaragua. Eso es la receta venezolana. Pero yo creo que la gran diferencia que hay es que Nicaragua no tiene petróleo. Nicaragua no tiene una independencia económica, depende esencialmente de las remesas, exportaciones, capacidad productiva, y yo no creo que el país pueda sostener por mucho tiempo la economía sin un clima de estabilidad.