Unas mil mujeres se dedican a trabajar en la minería artesanal de Bonanza para poder mantener a sus familias. La mayoría son madres solteras que encontraron una nueva forma de vida que les da el sustento de sus hijos. Por eso abandonaron la tierra que los vio nacer y se fueron a esa ciudad del Caribe donde hasta un barrio completo lleva el nombre de Siuna.
Carmen Sánchez es madre soltera, tiene cinco hijos y desde hace 18 años abandonó su natal Siuna, donde realizaba labores de agricultura. Se fue con sus hijos y su marido para buscar una mejor vida en Bonanza.
Desde hace seis meses está trabajando con una persona que tiene un molino artesanal que procesa la broza (material aurífero) de los mineros. Sánchez trabaja cada día “lavando” tierra en busca de uno o dos peniques de oro que al final del día los entrega al dueño del plantel.
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“Mi hija me ayuda a cuidar a mis hijos, mientras yo estoy trabajando aquí, con esto yo he podido salir adelante con mis hijos y vivo mejor que allá (refiriéndose a Siuna)”, comentó la minera artesanal.
Doña Carmen palea la tierra, y luego la lava en un cajón de madera donde pasa procesando en el día de doce a quince quintales de tierra que esconden en su interior uno o dos peniques de oro. Al día ella gana 300 córdobas por su trabajo.
El penique de oro tiene un valor en el mercado local de 900 a 1,200 córdobas.
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Familias enteras
Luis Herrera Siles, del Observatorio de la Autonomía en Siuna, dijo que hacia Bonanza se han ido a buscar mejores horizontes muchas familias.
Para Herrera Siles, esta actividad está mejor ordenada en Bonanza, porque la empresa minera ha podido convivir con la minería artesanal, lo que no sucede en Siuna.