Sólo dos países no suscribieron el Acuerdo de Cambio Climático firmado en París en 2015: Siria, sumido en una guerra civil, y Nicaragua.
Pero las razones del país centroamericano no tienen nada que ver con las que han llevado a Donald Trump a criticarlo.
Nicaragua rechazó el acuerdo internacional no porque no quisiera acatar los nuevos estándares para reducir emisiones contaminantes sino porque los que establece el acuerdo no eran suficientemente estrictos con las naciones más ricas y las economías más grandes del planeta.
En otras palabras, Nicaragua pensó entonces que el acuerdo era “demasiado débil”.
En diciembre de 2015, cuando se firmó el documento, Paul Oquist, jefe de la delegación nicaragüense le dijo a la agencia Reuters que las naciones ricas deberían hacer mucho más para defender al planeta.
Durante todas las conversaciones que se llevaron a cabo sobre el acuerdo, Nicaragua insistió en que los países desarrollados no estaban haciendo suficiente para reducir su uso de combustibles fósiles.
Y tampoco, declaró Oquist, “están ofreciendo suficientes fondos para ayudar al mundo en desarrollo a adaptarse al impacto del cambio climático”.
En una entrevista con el programa Democracy Now, Oquist dijo que “estos compromisos voluntarios no funcionan”, refiriéndose al Acuerdo de París.
“En estos compromisos voluntarios se habla de la responsabilidad universal, de que todos somos responsables. Eso es una opinión histórica sesgada porque no todos creamos este problema (del calentamiento global)”, declaró Paul Oquist.
“Nicaragua tiene 4,8 millones de toneladas de emisiones al año, eso es 0,03% de las emisiones (globales). ¿Somos nosotros responsables de haber creado el cambio climático? No, para nada”.
Oquist apuntó entonces que los países más desarrollados, las 10 economías más grandes del planeta, eran responsables de 72% de las emisiones de CO2.
“Cien países, los cien países más pobres, tienen 3% de las emisiones de CO2″.
Y agregó: “Nosotros pensamos que debemos salirnos de esta opinión sesgada y enfocarnos donde el problema puede ser resuelto, los 10 países con 72% de las emisiones”.
Como estos países son los que tienen 76% de los ingresos brutos del mundo, argumentó Oquist, “son ellos los que deben reducir sus emisiones de CO2″.
El argumento no es nuevo. Durante años los países en desarrollo han argumentado que como los países más ricos son los más contaminantes, son ellos los que deben comprometerse de forma más estricta con la reducción de sus emisiones.
El consenso que se logró en el acuerdo de París, sin embargo, es que todos los países tienen la misma responsabilidad y como tal, todos deben comprometerse a reducir sus emisiones, aunque cada uno establecerá sus límites de forma voluntaria.
Durante su protesta, Paul Oquist también dejó en claro que Nicaragua es uno de los contados países que ya están haciendo algo para proteger al planeta.
Según el funcionario, en 2015 las energías renovables generaron 52% de la electricidad del país.
Nicaragua aún está lejos de igualar a su vecina, Costa Rica, que genera 98,1% de su electricidad con fuentes de energías renovables.
Pero, con su 16,9%, está muy por delante de Estados Unidos, que en 2015 generaba 13% de su electricidad con fuentes renovables.
“Nicaragua es lo que muchos expertos llaman un paraíso de las energías renovables”, señala el Banco Mundial en un informe publicado en 2013.
“Con sus extensos recursos geotérmicos -que resultan de su enorme cadena volcánica y actividad sísmica- con excelente exposición al viento y al sol y a una variedad de fuentes de agua”.
Y, según los expertos, está en camino a convertirse en una “potencia energética verde“.
“Hace solo unos años, Nicaragua era casi totalmente dependiente de combustible fósil importado para generar electricidad”, afirma un artículo de NPR (Radio Pública Nacional de Estados Unidos).
“El país no tenía centrales termoeléctricas para convertir ese combustible en electricidad”.
Agrega que después de que se establecieron una serie de políticas que permitieron el desarrollo de proyectos de energía renovable, hoy estas energías generan la mitad de la electricidad del país.
La pregunta que muchos se plantean es ¿tomó Nicaragua la decisión correcta al no comprometerse con el Acuerdo de París, en protesta porque éste es ‘demasiado débil’?
No, según el profesor Martin Siegert, codirector del Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del King’s College de Londres.
“No entiendo esa decisión”, le dice el experto a BBC Mundo. “Creo que se trató de una decisión que tuvo más que ver con la política interna de Nicaragua”.
“El Acuerdo de París es un diálogo internacional en el que se está buscando un consenso para mejorar la situación global, y si realmente se quieren cambiar las cosas, es necesario luchar desde dentro, no alejarse de éste”.
“Para mí, no tuvo mucho sentido lo que hizo Nicaragua de no firmar este acuerdo como protesta”, agrega.
“Esto es un asunto muy serio en el que se ha puesto un enorme esfuerzo para tratar de entender lo que está ocurriendo con el cambio climático”.
“Ignorarlo o aislarse del resto del mundo, es motivo de consternación”, asegura el experto del King’s College.