Noriega es un ejemplo viviente del dictador arrogante y criminal que termina juzgado y condenado por sus crímenes, odiado por los sobrevivientes de sus represiones y por los familiares de sus víctimas personales. Despreciado, incluso, por quienes cuando él estaba en la plenitud de su poder lo aclamaban y ensalzaban.
Noriega, quien fuera derrocado en diciembre de 1989 por una invasión militar estadounidense, estuvo muy vinculado al régimen sandinista —también dictatorial— que en aquella misma época imperaba en Nicaragua.
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Sus vínculos no eran solo por afinidad ideológica y política con los comandantes sandinistas, sino también por sus negocios ilícitos comunes con algunos de estos. Con Noriega mandando de manera absoluta en Panamá, las redes del narcotráfico suramericano se extendieron hacia Nicaragua.
Pablo Escobar Gaviria, el más importante de los cabecillas colombianos del crimen organizado internacional de aquella época, se movía como pez en el agua entre los altos círculos del poder revolucionario sandinista. De manera que no solo es por nostalgia revolucionaria que en el actual régimen orteguista hay quienes no ocultan sus pesares por la desgracia en que se encuentra el exdictador panameño, su antiguo camarada.
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Historiadores y analistas políticos panameños consideran que Noriega determinó él mismo el principio de su fin, cuando hizo asesinar a Hugo Spadafora, un revolucionario internacionalista panameño que combatió en Nicaragua contra la dictadura somocista, junto al FSLN, al frente de la brigada panameña Victoriano Lorenzo que después fue llamada Brigada Internacional Bolivariana.
Pero al parecer Spadafora se desilusionó de la revolución sandinista que había contribuido a imponer, y apoyó a Edén Pastora cuando este desempeñaba el papel de líder contrarrevolucionario.
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Spadafora fue un crítico implacable del general Noriega, quien desde 1983 gobernaba su país con mano de hierro y procedimientos delictivos, desde su puesto de comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá, antes Guardia Nacional, que era el ejército panameño.
Sobre todo Spadafora denunció la vinculación de Noriega con el Cártel de Medellín, entonces la principal organización narcocriminal colombiana e internacional, y por eso fue asesinado en septiembre de 1985.
Los crímenes
Cuatro años después, en septiembre de 1989, el ensoberbecido e insensato dictador Noriega declaró el “estado de guerra” contra Estados Unidos, que respondió con la invasión armada del 19 de diciembre de ese mismo año.
La dictadura de Noriega terminó con un altísimo costo en vidas humanas y destrucción material, de lo cual fue culpable también el exdictador militar que ahora está en la cárcel panameña pagando lo merecido por los crímenes que cometió cuando estaba en el poder.