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La maldita conformidad

Uno de los problemas más grandes que enfrentan las empresas consolidadas es la creencia de su invulnerabilidad comercial. Al hecho contribuye una natural conformidad sesgada que se tiene ante el estado actual de cosas.

Uno de los problemas más grandes que enfrentan las empresas consolidadas es la creencia de su invulnerabilidad comercial. No existe algo más falso que eso, puesto que es solamente un engaño provocado por ese factor subjetivo que llamamos tiempo, una abstracción de la cual solamente percibimos su expresión inmediata, el momento que vivimos, pero cuyos efectos acumulativos van escondiendo sutiles cambios en el escenario competitivo, que cuando tomamos conciencia de ellos podría ya ser demasiado tarde.

Al hecho contribuye una natural conformidad sesgada que se tiene ante el estado actual de cosas, sobre todo, si este es favorable, en donde las empresas que tienen un producto-servicio tradicionalmente rentables, que se han mantenido relativamente vigentes, los cuales pueden cubrir temporalmente la pérdida gradual de participación de mercado, o bien, la incursión de algún competidor o competidores con estrategias de crecimiento que podrían ser más efectivas que las nuestras.

Y esto es precisamente el vicio de la maldita comodidad, de permanecer en esa engañosa postura, en donde hasta que no se tiene un indicativo autoevidente de la pérdida de posición competitiva, es que entonces nos quitamos la venda de los ojos, para ver esa nueva realidad, que aunque la habíamos intuido en sus etapas iniciales, no pudimos responder en forma oportuna, por lo cual será entonces necesario hacer replanteamientos profundos, los cuales podrían, probabilísticamente, ser equivocados, o bien, insuficientes.

Y es que nada daña más gravemente que los éxitos pasados. El sentido de invulnerabilidad es una droga de la cual una organización puede llegar a hacerse terriblemente adicta, por disfrutar de una posición competitiva originaria o tradicional –coyuntura diseñada o no— lo cual es siempre un espejismo, puesto que pocas veces el tomador de decisiones, típicamente la gerencia general, se sienta conscientemente a evaluar su plan estratégico, a cuestionar esa reverenciada e intocable visión de la empresa, para determinar si eso que se persigue como una meta retadora es todavía suficientemente atractiva, o si bien, es solamente correr tras el viento, siendo ya poco o nada lo que pueda inspirar al personal, por lo que surgirá la necesidad de hacer un replanteamiento radical de esa visión, orientándola hacia las necesidades de un escenario competitivo que habíamos pensado relativamente estático, y que por esa cultura de conformismo, nos mantiene reverenciando un modelo ineficiente u obsoleto.

Es por eso que dentro de una empresa deben extraerse metódicamente las ideas de aquellos nuevos entrantes al equipo, para que puedan ofrecer perspectivas cuestionables pero útiles, antes que ellos mismos puedan contaminarse por esos sesgos internos desmesuradamente positivos, retando las visiones conformistas, y crear en el personal —como una naturaleza primaria— una verdadera cultura de posibilidad, de cuestionar, reimaginar, replantearse aquellas formas tradicionales de hacer las cosas, las cuales a veces reverenciamos sin sentido alguno.

El “¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?” debe ser una naturaleza primaria de actuación, cuestionando la forma única conocida de hacer las cosas, requiriendo sin miedo evidencia comprobatoria.

Pero es aún más importante cuestionarse siempre “¿por qué no?, ¿por qué no? ¿por qué no?”, ante los planteamientos innovadores que podamos figurarnos metódicamente —siempre desde la perspectiva de los clientes y jamás desde el punto de vista interno— puesto que este es uno de los errores más frecuentes y graves en las organizaciones, que diseñan mecanismos en donde el sentido empático con los clientes simplemente no existe, tomando incluso el supremo atrevimiento de pensar por ellos.

Es por eso que siempre se debe estimular esa “insurgencia interna”, ese cuestionamiento de aquellos que retan los métodos ya conocidos, puesto que son los recursos más valiosos que disponemos para innovar continuamente.

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