Hera, esposa de Zeus, es la diosa protectora del matrimonio, hija de Cronos y Rea y hermana de Poseidón, Deméter, Hestia y Hades.
Hera también es hermana de Zeus. Tal vez por eso el poderoso dios olímpico pasó mucho tiempo tratando de convencerla de que se casara con él. Después de trescientos años de enamorarla, Zeus se convirtió en un ave llamada cuclillo para engañar a su pretendida.
El cuclillo se apareció ante Hera en medio de una intensa lluvia, y ella, compadecida del ave que temblaba de frío, la acurrucó en su regazo para que se calentara. Entonces Zeus recuperó su verdadera forma y poseyó a Hera.
Después de eso Zeus y Hera se unieron en la boda más grandiosa de todos los tiempos, los míticos y los históricos. Se casaron en el fabuloso Jardín de las Hespérides, donde Hera plantó un árbol y colgó las manzanas de oro que su abuela, Gea (la Tierra), le dio como regalo de bodas.
Asistieron a la boda todos los dioses, todos los humanos y todos los animales. Solo la ninfa Quelonea no quiso asistir, al parecer por envidia o porque era muy caprichosa. Hera castigó su menosprecio convirtiéndola en un animal que andaría para siempre sobre la tierra o nadaría bajos las aguas debajo de una pesada concha. De ese modo fue creada la tortuga.
Según dice Hesíodo, Hera no fue la única esposa de Zeus, antes se había casado con Metis, diosa de la astucia y la sabiduría. Metis queda embarazada y entonces Urano y Gea (el Cielo y la Tierra) advierten a Zeus que si ese hijo nace normalmente, lo destronará.
Para evitar que se cumpla el augurio Zeus se traga a Metis. Algún tiempo después sufre un terrible dolor cabeza, pide a Hefesto que le dé un hachazo en la frente y de su cerebro sale Atenea hecha y derecha. Ella, que es la nueva diosa de la sabiduría, no ha nacido de Metis, sino de la cabeza de Zeus, la profecía de Urano y Gea no se puede cumplir.
Después Zeus se casa con Temis, de quien se separa posiblemente porque se enamora de su hermana, Hera. Algunos dicen que Zeus también se habría casado con Deméter, Eurínome, Mnemosine, Dione, Leto y Maya, pero según los mitólogos más autorizados Hera fue la legítima y definitiva esposa de del supremo dios olímpico.
El matrimonio de Zeus y Hera es muy difícil, pelean a menudo porque él es un seductor empedernido y tiene muchas amantes. Se dice que ella también ha tenido algunos amoríos, al parecer para vengarse de las infidelidades de su marido .
Es que los dioses griegos no son perfectos. Ellos tienen los mismos vicios y virtudes de los humanos porque han sido creados por los hombres como son ellos. La diferencia radica en que los dioses son todopoderosos e inmortales y los hombres débiles y mortales. Es lo contrario del Dios de las religiones monoteístas, que crea a los seres humanos a su imagen y semejanza pero los hace débiles y mortales.
A Hera la enfurecen las andanzas románticas de su marido y castiga a las mujeres que tienen amores con Zeus. Además, a fin de que su esposo solo quiera estar con ella, le pide a Afrodita, diosa del amor, el cinturón de oro que le regaló Hefesto y le da la irresistible atracción amorosa y sexual.
Por ser patrona de los matrimonios Hera es la primera entre los dioses a quien se le dedica un santuario en el interior de un templo. Antes de ella los santuarios estaban al aire libre, cerca de los templos, pero afuera.
Seguramente por la importancia que los antiguos griegos le reconocían al matrimonio, Hera fue la diosa a la que más templos le fueron consagrados, no solo en Grecia y los lugares colonizados por los helenos, sino también en Egipto, Babilona, Asiria, Persia y hasta en Armenia. El mayor de todos sus templos estaba en Samos, donde hasta hoy existen sus ruinas.
Hera y Zeus procrearon cinco hijos: Hebe, diosa de la juventud; Ilitía, diosa de los partos; Ares, dios de la guerra; Eris, diosa de la discordia, y Hefesto, dios del fuego y de la forja. Hera paría a sus hijos sin que nadie la asistiera y en el momento de alumbrar golpeaba fuertemente su mano contra el suelo. Ese gesto fue considerado solemne por los griegos que lo practicaban o repetían para respaldar sus juramentos.