14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La Casita del árbol un proyecto cultural gratuito que funciona en Tipitapa. LA PRENSA/ A. MORALES

Casas que aman la cultura

Con sus nombres y su quehacer dos lugares, que tienen mucho en común, honran la cultura y la naturaleza: La Rizoma y la biblioteca comunitaria La Casita del árbol.

Con sus nombres y su quehacer dos lugares, que tienen mucho en común, honran la cultura y la naturaleza: La Rizoma y la biblioteca comunitaria La Casita del árbol.

La Rizoma es un espacio cultural y comunitario que se creó hace un año en la Colonia Miguel Bonilla, contiguo a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua).

Y La Casita del árbol, como mejor se le conoce, es un proyecto cultural y también comunitario que se fundó hace diez años en Tipitapa, después de que varios vecinos y una alemana que vive allí se juntaron y coincidieron en la necesidad de crear un espacio de lectura gratis para los tipitapeños. Así, los libros se volvieron el puerto de entrada a este proyecto que funciona con recursos mínimos y gracias a la fuerza del voluntariado.

En cambio, La Rizoma, que quiere apelar a la horizontalidad de los rizomas que crecen y se multiplican bajo la tierra, fue una idea de dos amigos: Itza Martínez y Gabriel Pérez, ambos de 23 años, quienes se habían conocido tiempo atrás en el proyecto de Un techo para mi país.

“Yo estudié en los Estados Unidos y ahí logré no solamente visitar varios proyectos comunitarios, sino también vivir en distintas comunas. Me fascinó este tipo de convivencia donde no hay un jefe (a) o jerarquía en la casa y donde todo el trabajo se hacía en colectivo. Esto principalmente se originó de corrientes anarquistas y punkeras. Para criticar modelos verticales de convivencia y trabajo. Las casas comunales históricamente han sido espacios de activismo, educación y seguridad y yo quería implementar esto en Nicaragua. Después de graduarme, transformé mi casa —un espacio privado— en un centro comunitario —un espacio público—. Esto fue fácil porque tenía el privilegio de tener una casa y una familia que me apoya mucho”, escribe Pérez, psicólogo y filosofía que se desempeña como intérprete.

Martínez es ingeniera ambiental y ferviente impulsora de los huertos comunitarios y biointensivos. En el patio de entrada a La Rizoma está esperando producir los primeros frutos del huerto.

Dejan claro que es un espacio en el que se hace de todo (lecturas, conversatorios, galería, albergue, huerto comunitario, conciertos, abren micrófonos) y no quieren enfocarse en una sola cosa.

MUCHO MÁS QUE LEER

En La Casita del árbol el ramaje también es amplio. Se enseñan idiomas, se imparten clases de pintura y varios géneros danzarios: desde salsa, folclore hasta danza árabe. Además se organizan juegos, pero el énfasis, lo tienen claro, es promover la lectura entre los tipitapeños.

A La Casita los libros han llegado de mano en mano. Por donaciones de sus voluntarios, de amigos suyos, conocidos. Esas redes han permitido construir una biblioteca con una cantidad de títulos que Yajaira Bustamante, una de sus voluntarias que hace parte de la comisión de coordinar, no sabe calcular. Suelta un “uff” y agrega que hay “bastantes” y se encuentran distribuidos en estantes que ellos mismos han construido y otros que les han donado. Los han seccionado por intereses y por géneros.

En los horarios de lunes a viernes no llegan menos de diez personas a la sala de lectura. Algunos se sientan a leer los diarios nacionales a los que están suscritos. Algunos niños consultan textos para hacer tareas. Los voluntarios de La Casita apoyan a los niños con las tareas. Además de la sala de lectura existe un rincón infantil, con luz cálida y un sofá.
Yajaira Bustamante, antropóloga social y voluntaria de La Casita del árbol, explica que “muy pocas veces se han comprado libros nuevos”. Agrega que hay variedad de títulos y autores que interesan a los jóvenes.
Ante el riesgo de que los
libros prestados no vuelvan
Revisando los ficheros, Bustamante dice que hay niños y adolescentes que en el transcurso del año han prestado entre cinco y seis libros.
La Casita no cuenta con personería jurídica, explica la voluntaria, sin embargo reciben cierto apoyo económico de un par de ciudades alemanas. Esos recursos les permiten sufragar gastos de alquiler de local y pago de servicios básicos. De los voluntarios, ninguno devenga un sueldo ni siquiera una ayuda, por eso trabajan en La Casita en su tiempo libre.
En La Rizoma es igual: todas las actividades que hacen son gratuitas y nadie gana un peso por trabajar allí. Tanto Gabriel como Itza se dedican a consultorías en sus áreas profesionales.

Gabriel Pérez, uno de los fundadores y promotores de La Rizoma. LA PRENSA/ CORTESÍA.

COMO UN RIZOMA

En La Casita del árbol, que alguna vez existió de verdad en el patio de la casa donde por las tardes un alemán imparte clases de inglés, la organización es horizontal. “No hay un jefe. No hay un líder, funciona por comisiones de trabajo que se reúnen y definen los talleres y cursos… Somos un proyecto bien abierto”, explica Bustamante y detalla que cada voluntariado aporta sobre que lo que conoce. Algunos se quedan en la sala de lectura, pero otros proponen clases de distintos bailes o de idiomas.

Cada año, La Casita del árbol recibe el apoyo de dos voluntarios alemanes que se queden diez meses, por lo menos, en el proyecto. En ese tiempo, algunos deciden enseñar idiomas, otros apoyan la parte logística y organización del proyecto.

El sueño de La Casita del árbol es convertirse en un centro cultural en Tipitapa. Modestamente, ya lo es. Además de la lectura, los libros y la danza, impulsan la ecología, los derechos y el respeto entre los niños. Bustamante dice que después de una década los niños que han pasado por allí son muy distintos a cualquier otro joven de Tipitapa. Se nota, según ella, en la conversación. Los niños que llegan a La Casita la ven como un refugio, como un espacio donde pueden hablar de cualquier tema y ser ellos mismos.

CULTURA DE SERVICIO

La Rizoma no tiene una aspiración menor. Quieren mantener la gratuidad y profundizar en el espíritu comunitario, en que se involucren los habitantes de la Colonia Miguel Bonilla.

“También queremos fomentar una cultura que se base en servicios y no en dinero, entonces tenemos muchos amigos que nos ayudan a mantener la casa. Por ejemplo, no cobramos a los visitantes que pasen la noche en la casa, en cambio, nos ayudan a mantener el huerto, a preparar la comida, a limpiar la casa, nos ayudan en diseño gráfico”, explica Gabriel.

En la Casita del árbol los libros son donados por voluntarios. LA PRENSA/ A. MORALES

ESPACIOS ALTERNATIVOS

A pesar de lo difícil que puede parecer mantener espacios culturales con una agenda gratuita, los jóvenes que están detrás de La Rizoma y La Casita del árbol en Tipitapa creen que hay mucha necesidad de ellos en Managua y en el resto del país. En el caso de Gabriel Pérez e Itza Martínez son optimistas y valoran que es un buen momento para el surgimiento de lugares así en la capital, que funcionen por medio de la colaboración. Ellos han creado una red de intercambio con investigadores y artistas que se alojan en las habitaciones de La Rizoma y colaboran con trabajo dentro del local. Ellos dicen que La Rizoma está abierta a cualquier idea y proyecto, solo es preciso acercarse y proponer.

Algo parecido ocurre con la La Casita del árbol que imparte charlas y cursos de idiomas con los extranjeros voluntarios que pasan por este local.

La Rizoma está ubicada en la Colonia Miguel Bonilla y La Casita del árbol en Tipitapa de la sucursal del BDF una cuadra y media hacia abajo.

Reportajes

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí