14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

El periodista Rubén Darío

Erick Aguirre

Como escritor de entre-siglos (1867-1916) era inevitable que el ejercicio intelectual más constante de Rubén Darío fuese el periodismo, que a la larga llegó a ser su modus vivendi permanente. Sucede que en literatura hay pocos escritores que logran crear nuevos lenguajes, e indudablemente Darío fue uno de ellos. Ejerciendo una importante influencia sobre otros escritores hispanoamericanos, él fue realmente el creador del lenguaje modernista.

A pesar de que, además de Darío, el modernismo contó con grandes poetas, el lenguaje modernista se articuló y llegó a configurar sus principales recursos estilísticos a través de la prosa. Y ese lenguaje tuvo como cauce más importante el periodismo. Lo han subrayado escritores y estudiosos que van desde Octavio Paz hasta Günter Schmigalle y Noel Rivas Bravo.

La generación de escritores de entre-siglos fue también una importante generación de periodistas, quienes cultivaron la prosa con la misma disposición ética y estética con que cultivaron la poesía, y desarrollaron su labor creadora y crítica principalmente en los periódicos.

Pero eso tuvo causas determinadas. A finales del siglo XIX se produjo un proceso que Rivas Bravo califica de profesionalización de la literatura. Los escritores abandonaron, o fueron abandonados, por el tradicional mecenazgo de las aristocracias y de la naciente burguesía, y empezaron a ganarse la vida con su oficio.

En ese tiempo se produjo también la primera etapa de modernización industrial del periodismo, en la cual los escritores encontraron espacio no solo para hacer “gimnasia estilística” (como llamó Darío al periodismo), sino para desarrollar la prosa con grandes libertades; aunque pasando miserias debido a la falta de un mercado editorial suficientemente desarrollado.

El periodismo les permitió sobrevivir a duras penas; aunque también lo aprovecharon para tratar de impulsar el desarrollo de ese anhelado mercado literario. Pero eso fue en una primera etapa de la industria periodística, a cuyo servicio estuvieron desde un inicio los escritores; Darío entre los mejores.

Darío fue un verdadero maestro de la crónica. También lo fue en la confección y la práctica de una hábil mixtura de géneros, principalmente la crónica, el artículo, la entrevista y la reseña crítica. La mezcla de ellos le permitía hacer semblanzas y descripciones verdaderamente magistrales y de gran profundidad.

El poeta nicaragüense ejerció el periodismo durante casi toda su vida. Empezó a publicar artículos desde que era un jovenzuelo en Nicaragua; fundó y trabajó en periódicos de Centroamérica, el resto de América Latina y España. Su herencia periodística es inconmensurable. Lo que consideró sus mejores dechados del oficio él mismo los recopiló, organizó y estructuró en más de una decena de libros en prosa. Lo demás quedó disperso.

En los últimos años la Academia Nicaragüense de la Lengua ha publicado dos tomos con más de un centenar de textos periodísticos desconocidos de Darío, aparecidos originalmente en La Nación de Buenos Aires. Forman parte de más de doscientos textos rastreados, recuperados y anotados por Günter Schmigalle, publicados bajo el título Crónicas desconocidas de Rubén Darío.

Al fallecer Darío, bastante prematuramente, en 1916, ya había ganado campo en los periódicos la divisa norteamericana de la especialización informativa, y había nacido ya la figura del reportero, el rastreador de noticias interesado más en lo informativo, en lo sensacionalista, que en lo ilustrativo o erudito; y ya menos interesado en el estilo. Darío llegó incluso a formular una sentencia al respecto: “El repórter no podrá nunca desarrollar un estilo”.

Era el inicio de una nueva etapa del periodismo que marcaría casi la totalidad del siglo XX. Aunque a finales del mismo el oficio se obligó de nuevo a evolucionar de diversas formas frente a los retos del auge visual y la tecnología. Según Miguel Ángel Bastenier, veterano editor de El País, de España, hoy es más bien saludable para un periodista hacer añicos la pirámide invertida e incorporar a una nota informativa los recursos de una crónica y hasta un propio estilo literario.

No vendría mal, entonces, a los nuevos comunicadores asomarse a la prosa periodística de nuestro honorable paisano y exigir su estudio sistemático en los pensum académicos. El autor es escritor y periodista.

Opinión periodismo Rubén Darío archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí