14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

No podía ser de otra manera

A ver, vamos. Has visto antes ese portón de madera podrida y pintura roja desconchada. Y el árbol, también. Sin embargo, esa vez nevaba y las desabrigadas ramas del árbol tiritaban de frío.

A ver, vamos. Has visto antes ese portón de madera podrida y pintura roja desconchada. Y el árbol, también. Sin embargo, esa vez nevaba y las desabrigadas ramas del árbol tiritaban de frío. En los momentos en que hace poco recuperabas la conciencia, sentías la temeraria velocidad del conductor del automóvil en las curvas, las apuradas pisadas en la nieve cargando tu cuerpo y las frases entrecortadas pero, por qué aún no lográs saber de quién se trata, maldita sea.Ahora que estás sentado y amarrado, abrís los ojos. Poco a poco tus pupilas se acostumbran a la oscuridad. Vas reconociendo el lugar. En el rostro del hombre hay una mueca de curiosidad, como si supiera con antelación la frase que dirás y lo peor, lo peor de todo es que, en realidad, seguís confundido.Aunque no tiene barba, el hombre acaricia su quijada con sus dedos mostrando un gesto de satisfacción, como si hubiera sabido de antemano el efecto que tendría en vos cuando se quitó la máscara usada durante tu secuestro.Estos años te escondiste y a veces hasta te mimetizaste en la vida mundana de la capital, pero el hombre frente a vos siempre observó y aguardó. Aguardó y observó. Y ahora, por fin están aquí.Cuando el hombre saca la pistola, tu corazón se salta una palpitación, pero te convencés de que el hombre aún no te quiere muerto. Aún no. De lo contrario, desde hacía mucho estarías sin vida. Escuchás a un perro gañendo. El ruido de una loca cadena golpea contra el piso de cemento. Imaginás al perro hambriento, mostrando sus amenazantes dientes, avanzando para tratar de alcanzarte y morderte, pero su avance es detenido por la cadena.El hombre te observa.El único sonido en el cuarto contiguo es el del ladrido del perro.Desde hacía rato el hombre debía parpadear, pero ha congelado cada movimiento. Esto dura pocos segundos, aunque parece una eternidad.Por fin, el hombre pestañea y se le dibuja una sonrisa cínica.¿Parece que no ha pasado mucho tiempo? te dice.El bochorno es pesado. Pareciera que el aire se escapara por debajo de la puerta.Están en la sala. Hay una mesa derrengada y, sobre ella, un cartapacio. ¿Son las fotos? ¿No es que las habías quemado? ¿No es que…?El resto del espacio es de un vacío pétreo y un silencio interrumpido de nuevo por esa lupina voz que dirige hacia vos esos ojos hirientes.

¿Este era yo? te dice sacando una imagen del cartapacio y te la muestra como si fuera una acusación.Ahora sí sabés de quién se trata. Comenzás a recordar aquel rostro angelical que con el tiempo se hizo anguloso, con el cabello desgreñado y el cuerpo frágil y roñoso. Sí, te acordás por fin del portón, del árbol, de la casa, del cuarto, de cómo un día el muchacho desapareció y la familia movilizó a la policía de la ciudad sin ningún resultado.

El hombre dirige la pistola hacia vos. Pensás que ahora sí te matará de un disparo, pero estás equivocado, o, al menos, todavía tendrás que esperar. Sufrir y esperar. Eso es lo que queda.Te dispara en la pierna derecha. A vos te asusta más la explosión que el proyectil entrando en tu cuerpo. El perro deja de ladrar.¿Esta era mi madre?, te dice el hombre mostrándote otra foto y te dispara en la otra pierna.El perro sigue mudo. Vos no decís nada. No hace falta implorar ni quejarse de dolor. Es mejor disfrutar el pasado. Disfrutar aquello que te hacía feliz y te daba placer. Seguís escuchando los disparos, las frases del hombre, los reanudados ladridos del perro y seguís viendo las imágenes de aquellos años maravillosos en los que pasabas los días de verano desnudo en la casa y te salías al patio para tomar el sol.En realidad, hiciste bien tu trabajo. Por más que la policía buscó a aquellos niños, nunca los encontró. Solo tuviste un error. Y ese error es el que hoy está aquí cobrando la deuda del pasado y mientras el hombre descarga otro disparo, vos cerrás los ojos y te dejás llevar…

Relato de Clases de natación publicado en España por Ediciones Irreverentes y presentado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México.

Cultura Arquímedes González literatura archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí