Por Amalia del Cid
El oso ruso está de regreso. Vino a Nicaragua con tractores, autobuses y miles de toneladas de trigo. Se metió a la lucha contra el narcotráfico, inauguró bases militares y se puso a entrenar soldados nicas. Trajo buques y promesas. Carros Lada y equipos médicos. A partir de 2007, año en que Daniel Ortega logró volver al poder, las relaciones bilaterales con Rusia se han estrechado más y más. La pregunta es, ¿por qué?
Hay varias razones. La primera es que “Rusia quiere jugar de nuevo a ser una potencia mundial, a tener una mayor injerencia, un mayor protagonismo en el escenario internacional”, señala José Pallais, exvicecanciller de la República. Y una forma de que ese protagonismo sea una realidad —explica— es establecer vínculos muy cercanos con diferentes países. Para él, la presencia rusa en Nicaragua obedece a los intereses estratégicos de ese país a mediano y a corto plazo.
Sin embargo, el actual acercamiento de la Federación de Rusia —agrega Pallais—, también está relacionado con la afinidad entre gobiernos. “El presidente actual de Rusia tiene una vocación autoritaria, al igual que Ortega, que gobierna bajo una supuesta democracia. El pluralismo político, las libertades de los ciudadanos y las elecciones limpias, honestas y transparentes no son una realidad en la Rusia de Vladimir Putin. Y eso es algo en que ambos coinciden, que los acerca, que los une”, apunta.
Lo anterior explica en parte el que la relación con Rusia sea muy marcada en el área militar; que Nicaragua reciba visitas amistosas de rusos en buques de guerra; que bombarderos supersónicos de Rusia hagan escala en Managua y nos visiten personajes como Víctor Ivanov, el famoso zar antidrogas, para trabajar hombro a hombro con el Ejército.
Para Pallais todo tiene una explicación sencilla: “Los gobiernos autoritarios, desde luego, valoran mucho su fortaleza militar, la capacidad de su Ejército y de su Policía, porque saben que en algún momento los van a necesitar para sostenerse en el poder”.
Pero esa cooperación militar también tiene que ver con la necesidad de renovar el armamento que quedó de los años ochenta y de hacer nuevas compras, considera Julio Icaza, experto en derecho internacional y exembajador de Nicaragua ante las Naciones Unidas.
Según Icaza, “el acercamiento de Nicaragua a los países que ponen en práctica la petropolítica (entre ellos Rusia), coincide también con el interés de Daniel Ortega de granjearse al Ejército de Nicaragua, de halagarlos para controlarlos y manejarlos con mayor docilidad”.
Las relaciones amistosas con Rusia comenzaron cuando esta era la Unión Soviética, en 1979, y se han mantenido desde entonces, más diplomáticas que comerciales, afirma Norman Caldera, excanciller de la República. Sin embargo, reconoce, ahora hay “un mayor énfasis, una mayor cooperación” que tal vez no se tuvo durante los gobiernos liberales.
Hoy día nuestro país —dice el exvicecanciller Pallais—, es una pieza en el ajedrez mundial de la Rusia que Vladimir Putin quiere construir. Ofrece la ventaja de estar situada en el ombligo de América, con acceso al Caribe, y por ser un país pequeñito no requiere de grandes niveles de cooperación para que se afiance esa amistad.
Ahora que Estados Unidos, bajo la presidencia de Barack Obama, “ha renunciado a la hegemonía en el continente americano y no ha tratado de evitar que otros países, como Rusia y China, mejoren sus relaciones con países de América Latina” —señala Pallais— regresa el viejo oso. Es el símbolo de Rusia, una potencia mundial que en situaciones de mucha controversia ha necesitado el respaldo de la Nicaragua que ha construido Daniel Ortega.
Apoyo a cualquier precio
Tal vez recuerde usted cuando al otro lado del mundo, dos territorios rebeldes de un país llamado Georgia se declararon independientes. Sus nombres: Osetia del Sur y Abjasia. La comunidad internacional buscaba una solución al conflicto cuando, inesperadamente, dos naciones reconocieron la independencia de los nuevos estados. Primero fue Rusia y apenas una semana después, el 2 de septiembre de 2008, Nicaragua siguió su ejemplo. Pasó un año antes de que otro país, Venezuela, se les sumara.
Para Julio Icaza, las polémicas Osetia y Abjasia son un ejemplo de esas situaciones en las que el gobierno ruso necesita el respaldo del gobierno de Ortega. Según el analista, “aunque Rusia es una gran potencia económica y militar y tiene derecho de veto en las Naciones Unidas, necesita legitimación y apoyo político para ciertas cosas en las que se han vulnerado principios del derecho internacional. Ahí es donde le viene a la mano el apoyo le pueda brindar Nicaragua”.
Otro caso es el de Siria. “Vimos la posición que ha adoptado Nicaragua, prácticamente apoyando el dictador Bashar Al Asad”, expone Icaza. En situaciones que solo han generado repudio de parte de la comunidad internacional, dice, Nicaragua se ha alineado de parte de los rusos.
Icaza también cree que hay similitudes que emparentan al régimen de Putin con el de Ortega: “Hay un menosprecio de los derechos civiles y políticos de la población; un menosprecio por las reglas, procedimientos y principios democráticos. Ninguno de los dos cree en la democracia como la forma menos mala de gobierno, la más razonable, moral y humana. Los dos son políticos inescrupulosos y los dos están igual de sedientos e intoxicados por el poder”.
No obstante, subraya, las políticas internacionales se hacen en base a los intereses nacionales y no tanto a las afinidades personales. Aunque, en este caso, hay de ambas cosas.
Buses y silencio
Hasta ahora la parte más visible de la cooperación de Rusia es la donación de los autobuses blancos que circulan en Managua. De los 520 que vinieron, 485 fueron entregados a los transportistas a cambio de sus viejos “buses amarillos”. Muchos de ellos se convirtieron en coloridos “Chayo buses” que en diciembre pasado sirvieron para trasladar simpatizantes del Frente Sandinista por el centro histórico de la capital.
Los buses donados fueron vendidos por el Gobierno a los transportistas a un precio de 32 mil dólares cada uno y a un plazo de diez años. La embajada de Rusia no se ha pronunciado al respecto. Tampoco concedió una entrevista a LA PRENSA cuando se le quiso consultar para incluir su versión en este reportaje.
Debido a “la opacidad y el secretismo con que se maneja todo lo público en este país, hay cosas que pueden estar pasando inadvertidas”, considera Icaza. Sin embargo, dice, lo más probable es que el contacto con los rusos “no vaya más allá de una relación de apoyo mutuo en el ámbito diplomático, para ciertos problemas de carácter internacional en los que Rusia tiene intereses directos”.
Es absurdo siquiera pensar en una nueva guerra fría, afirma. Esa posibilidad ha sido insinuada en medios de comunicación colombianos.
Pero hoy el contexto mundial es otro. Y en los años ochenta el grado de involucramiento de Rusia en Nicaragua era mucho mayor, apunta Icaza. Además, considera, hay que tener en cuenta que el colapso soviético no fue solo político e ideológico, fue también económico. “La Rusia de hoy sigue siendo una gran potencia, pero no es lo que fue la URSS. Es una realidad muy diferente”.
37.4
millones de dólares fue la suma de la cooperación de Rusia al sector público de Nicaragua en 2012. En 2007 fue de apenas 5 millones. La donación de trigo representó más de 30. 2 millones de dólares y la de medios de transporte 6.3, según datos del Banco Central de Nicaragua.
La Unión Soviética en la memoria
Por Amalia del Cid
En los ochenta “no habríamos sido nación ni revolución” sin la ayuda de los soviéticos, sostiene Jacinto Suárez, quien fue embajador de Nicaragua en la extinta Unión Soviética y ahora es presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, presidente del Grupo de Amistad Parlamentario de Rusia con Nicaragua y secretario internacional del partido de gobierno. Así ve a la Unión Soviética de ayer y a la Rusia de hoy.
:::¿Qué tipo de relación tenía Nicaragua con la Unión Soviética?
Hay que recordar que la revolución sandinista se planteó el no alineamiento con una política, pero estableció muy claros sus vínculos diplomáticos con la Unión Soviética. Nosotros heredamos una relación formal… A partir del año 82 se empezó a traer logística soviética. A medida que la confrontación con Estados Unidos fue creciendo nos cayó el bloqueo y el embargo. La primera señal de eso fue cuando nos cortaron los suministros petroleros de México y Venezuela. La Unión Soviética comenzó a suministrarlo. Y comenzó entonces en doble línea, la cooperación económica y la cooperación militar.
:::¿Qué venía de Rusia?
Venía trigo, por ejemplo. Venía petróleo, automóviles, papel para imprimir periódicos, harina para hacer pan. Muy pocos aparatos electrónicos, pero vino maquinaria agrícola, tractores, camiones, lanchas para pesca. ¡Una cantidad de cosas! Los jeep Waz, los carros Lada. Vinieron los MI8 (helicópteros de combate), que todavía andan volando. Comenzó la preparación de personal militar. Artilleros, pilotos, marinos, prepararon de todo. Incluso oficiales que estuvieron cuatro años en la escuela superior Mijaíl Frunze, que es como el West Point del mundo socialista. Y qué se llevaban los soviéticos de aquí… Flor de Caña, café.
:::¿Qué pasó luego?
Con el derrumbe del mundo socialista obviamente se vino abajo también la cooperación. Pero en esos 11 años, la Unión Soviética fue el cordón umbilical que mantuvo viva no solo a la revolución, también a Nicaragua. Fuimos un país en una revolución joven, agredido por la primera potencia del mundo, con una guerra descomunal que despertó la solidaridad del mundo y la Unión Soviética tenía un papel protagónico en esa solidaridad. Lo he dicho un millón de veces y lo vuelvo a decir, que nosotros fuimos nación, porque nos salvaron como pueblo, y revolución gracias a la Unión Soviética.
:::¿Qué habría pasado sin la Unión Soviética?
Nos acaban los gringos. Con los campos nuestros llenos de minas era complicado levantar la situación económica, casi tarea imposible.
:::¿Por qué era tan amistosa la URSS con Nicaragua?
Porque eran gobiernos ideológicamente afines. Era la solidaridad como principio, ellos defendían el desarrollo de la revolución. Por un principio ideológico, un principio moral. Hablábamos el mismo idioma, sin ser un partido comunista éramos antimperialistas.
:::¿Este nuevo acercamiento que vemos ahora puede estar relacionado con esa relación de los años ochenta?
¡Claro! El mundo es otro… Los rusos de ahora, de la era Putin, han decidido posicionar a Rusia en el escenario internacional. A mi entender, (Borís) Yeltsin había convertido a la Unión Soviética de una gran potencia casi en un país tercermundista. Ellos tienen el tamaño territorial, la economía y la fuerza para ser una potencia, entonces se han vuelto a posicionar y han ampliado su área de influencia. Hoy tiene un carácter más comercial y más económico. La mayor parte de la cúpula gobernante viene de los años soviéticos y todavía conserva algún espíritu de solidaridad y amistad, particularmente con Nicaragua, en un contexto diferente.
:::Durante los años liberales se mantuvo una relación con Rusia, pero se ha ido estrechando desde el retorno de Daniel Ortega. ¿Por qué?
Este gobierno tiene una posición de diversificar la cooperación, los mercados. Los otros gobiernos se restringieron en sus mercados, no quisieron incursionar en trabajar más de cerca con los rusos. ¡No quisieron! No les interesó. Prácticamente era nula la relación… Los soviéticos tienen referencias de cómo es este país y saben a qué vienen. Conocen la geología, saben que hay oro, que hay plata, conocen la flora, la fauna, tienen hasta un inventario de recursos acuáticos, las especies marinas que hay aquí. Saben porque nos interesaba que lo supieran.
:::¿Podríamos esperar más inversión rusa?
Puede ser… Yo creo que sí. Tienen pendientes muchas cosas aquí en Nicaragua, ellos quisieran comprar cacao, maní, cosas que consumen en grandes cantidades y no lo producen. Igualmente van a tener una presencia cultural importante. Ya se firmó el convenio del Instituto de Cultura rusa en Nicaragua, que ya fue aprobado en la Asamblea Nacional.
:::¿Y la presencia militar de Rusia?
El Ejército tendrá que decir qué tienen y qué no tienen militarmente. Yo no puedo especular en eso.
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