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Contrapunto

Parece que las cosas son como son, sin más ni menos. Exactas, precisas. Estáticamente variables. Son lo mismo en un mesón del Sur y son lo mismo en un establecimiento de una cadena internacional ubicada en el norte. Son lo mismo.

Carlos Alberto Cerda Gaitán

Parece que las cosas son como son, sin más ni menos. Exactas, precisas. Estáticamente variables. Son lo mismo en un mesón del Sur y son lo mismo en un establecimiento de una cadena internacional ubicada en el norte. Son lo mismo.

En el mesón hay prostitutas, y en el café impecable, hay rubias esperando a sus anónimos vaqueros con ansias de ganar unos dólares. El viento es el mismo en todas partes, pero los mundos interiores son únicos, mutables, inesperados, impredecibles. Las naturalezas temerosas crean barreras invisibles, gruñen para intimidar, pero la burla es el antídoto contra ellos. Y mejor, la burla silenciosa. La no dicha, la pensada. Ellos lo saben, y gruñen más, hasta ser terriblemente aislados por todos. Edifican, los gruñidores, mundos vacíos, mundos temporales y ficticios. Un mundo vacío, sin nada ni nadie, ausente de lo vital, es tan fecundo como un mundo lleno, solo que lo son desde dimensiones e ingredientes diferentes.

La nieve, tan nostálgica y los cielos azules tan profundos, hace dibujar los cuadros de caminatas solitarias. Caminatas dentro de trenes, cada vagón con su propio universo. Mundo vacío y mundo lleno, íntegros ambos. Norte, mundo de los mundos, señalas las encrucijadas y libertades más profundas del sur. Cuerpos al aire, olas, arena, naturaleza agresiva, también puede ser un mundo vacío. ¿Cómo?, ¿cómo hacerlo?, dejando que ocurran las cosas, dando el paso después de la línea.

Recorrer la geografía de la mente, observar los horizontes de los sueños, cercanos, renunciados, pasados y presentes, todo es una especie de mosaico de imágenes, rostros y lugares. Encontrar lo perdido, y levantar del suelo los pedazos de ilusiones saboteadas. Se toman con las manos, y se unen con lágrimas y suspiros.

Legiones de sueños, gritando a voces, reclamando acciones, silencios y pausas. Estas líneas y todas las líneas son el antídoto contra el horror de la barbarie tolerada. Tocar y acariciar la frente, secar el sudor de la lucha, con el rostro, intentar acercarse a una existencia, los dedos tocan la imagen que se recrea en una presencia indeleble, marcada con el lápiz de la perpetuidad.

Seguir de cerca los jardines, las flores anaranjadas, salvajes, el matinal comienzo rodeado de suelo verde, ir y lesionarse con una muralla, intentar golpearla, aunque sea demasiado fuerte, superior a la propia existencia.

Las voces recorren todos lados, la manipulación se convierte en la etiqueta más elevada, decadencia humana, mentiras formales, abrazos con fingimientos, palabras absurdas acompañadas de sonrisas, vinos, banquetes: chocante.

Delirio de conducta y pensamiento, invenciones y opulencias inútiles y vacuas. Aromas intolerables, lo sublime recorre las paredes, las esquinas abandonadas, lo bello, escondido y silenciado, está ahí, palpitando, sobreviviendo, luchando por sobrevivir, a orillas de un río, en el frescor de un amanecer, tentación de ganar, cuando se observa el cielo, desde cualquier espacio, ver hacia arriba, da liberación.

Reconstruir los caminos recorridos, devolver tiempos, espacios, rostros, conversaciones infinitas y sin límites, sonrisas genuinas. Contrapunto: Ilusión, lealtad a las entrañas, cielo azul, sonrisa profunda, manos generosas.

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