14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La fuerza metafórica

Cada palabra es un ser vivo que tiene su biografía única. Si se le ve su origen, su etimología, cada palabra viene a ser básicamente una figura comparativa. Es una locura total: cada palabra es como un duende buscando acomodo entre otras que le asaltan en sentido. El lenguaje verbal parece trabajar así, existir así: crea metáforas saltarinas y a partir de ellas asociaciones siempre nuevas, que son más juegos de palabras, más juegos de sentidos.

Ezequiel D’León

Cada palabra es un ser vivo que tiene su biografía única. Si se le ve su origen, su etimología, cada palabra viene a ser básicamente una figura comparativa. Es una locura total: cada palabra es como un duende buscando acomodo entre otras que le asaltan en sentido. El lenguaje verbal parece trabajar así, existir así: crea metáforas saltarinas y a partir de ellas asociaciones siempre nuevas, que son más juegos de palabras, más juegos de sentidos.

¿Cuántas veces, por ejemplo, nos damos cuenta que “pocillo” equivale a decir que la taza es un pozo pequeño y que un “anillo” es un ano pequeño? El lenguaje verbal se engendra a sí mismo en la sorpresa: entre símiles y saltos comparativos que hacen nacer a los conceptos.

Pero pareciera que la mente humana es por definición una red de comparaciones y asociaciones. La memoria siempre nos condiciona la manera de percibir e interpretar algo, a menos que sustituyamos nuestro sistema de creencias por otro, el cual siempre estará basado en palabras. La fuerza de las palabras precisamente radica en su poder neurolingüístico, al referir realidades y entrecruzarlas, entremezclarlas para crear algo nuevo. Las palabras tienen su fuerza en ser representaciones.

A veces se cree que la narrativa está lejos de la poesía, sin embargo, en el sentido que venimos señalando, no es posible conseguir una fuerza relatora en un texto de prosa sin que se recurra en este a la explosividad metafórica del lenguaje.

Ahora bien, lo que cabe aceptar radicalmente es que la literatura en su conjunto no sería nada sin esta fuerza metafórica que le aporta la mente humana a través del lenguaje.

Cuando Ray Bradbury escribe: “El viento soplaba y hacía inclinar los árboles y todas las estrellas habían salido y el circo, entre las colinas de la pradera, parecía un hongo gigantesco”; surge ahí una capacidad de sugestión literaria para que la mente del que lee imagine la figura del hongo no como una mera comparación sino como una realidad visual.

Usar las palabras es crear realidades, es un malabar asombroso el que pueden sugerir las palabras mismas, porque son como fotografías móviles, con texturas ciertas, con olor y hasta sabor propio.

Cultura literatura archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí