Siempre se ha especulado con la desaparición de los libros en físico. Con la aparición de nuevas tecnologías y otras formas de transmisión de información hemos tenido la sensación de que los libros impresos son cada vez menos necesarios. ¿Pero, será posible que vivamos en un futuro sin ver más libros impresos?
Este año la irrupción en el mercado de los aparatos electrónicos lectores de textos y de sitios web dedicados a la oferta de miles de títulos de autores clásicos y modernos ha reavivado el debate sobre el futuro impreso del libro.
Las condiciones en contra que tienen los libros son la limitante física, los árboles y las mismas editoriales. Por ejemplo, en Centroamérica es difícil que una editorial tenga presencia en varios países y por eso, los títulos de los jóvenes escritores o incluso de los más reconocidos, no circulan entre los lectores de las diferentes naciones.
Una editorial modesta tanto en Nicaragua como las más grandes de Centroamérica, garantizan que un libro se imprima, pero no la distribución a gran escala. El otro problema es el precio, pero también nuestro “malinchismo literario”. Muchos lectores prefieren equivocadamente pagar veinte o treinta dólares por un título de un sello editorial importante, que pagar dos dólares por el mismo título en una editorial local.
El desafío más difícil que se presenta ahora es para las grandes editoriales. Estas como intermediarias y monopolizadoras de la publicación de libros y de la promoción de escritores, están en una clara desventaja pues los sitios de ofertas de libro las eliminan como la cadena principal de distribución.
Hemos visto casos de escritores en Estados Unidos que han llegado a vender millones de libros digitales sin necesidad de una editorial. Hemos visto también el auge de la venta de libros clásicos digitales sin las marcas llamativas que han dominado los mercados.
El ebook (que en unos años será más barato que un teléfono celular) está provocando una revolución en las formas de lectura y está socavando el poder de las editoriales, pero también está mostrando un nuevo camino para los escritores: Ya las editoriales no son necesarias. Ya las presentaciones de libros, tampoco y menos las reseñas en los medios de comunicación ni la publicación de fragmentos en secciones literarias. Lo único es saber usar las redes sociales y el internet como forma de darse a conocer y estar consciente que los derechos digitales de las obras deben de renegociarse.
Por último y no menos importante, es el tema de los árboles. Llegará un momento en que habrá que decidir seriamente a nivel mundial si vale la pena seguir consumiendo nuestras zonas boscosas como Bosawas. Y no es que los libros ya no valen la pena de ser impresos ni que tengan menos calidad, no. De lo que hablo es que el medioambiente necesita mayor compromiso de nuestra parte y aunque yo amo los libros impresos y siempre me he criado leyendo libros impresos, pienso que es mejor que las futuras generaciones de lectores tengan aparatos electrónicos para leer cuantos libros quieran sin necesidad de que acabemos con los árboles que todavía quedan en el mundo.
El autor es periodista y escritor.
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