En Ciudad Darío se está reprimiendo, como en cualquier dictadura, a personas opositoras que participaron en las protestas contra el fraude electoral del 6 de noviembre pasado.
A los representantes del régimen actual no les gusta que se le llame dictadura, pero actúan cada vez más de manera dictatorial. La represión es característica de toda dictadura, cualquiera que sea su índole política, ideológica, económica y social, o su modalidad personal o familiar. De modo que si el gobierno de Ortega reprime a sus opositores, es sin lugar a dudas una dictadura.
La diferencia que hay entre algunas dictaduras, es que unas practican la represión en forma directa y brutal desde que se instalan en el poder, mientras que otras lo van haciendo de modo gradual, pero en ambos casos son dictaduras. Un caso típico de régimen dictatorial que desde el comienzo reprime en forma masiva y sangrienta, ha sido la dictadura del general Augusto Pinochet, en Chile. Y como ejemplo de dictadura que comienza moderadamente y luego va ejerciendo la represión de manera gradual, se puede mencionar a la dictadura somocista, que comenzó “al suave” cuando el general Anastasio Somoza García subió a la presidencia en enero de 1937, pero se fue endureciendo al crecer la oposición y terminó en una orgía de violencia represiva porque Anastasio Somoza Debayle no quiso permitir elecciones libres ni entregar el poder de manera pacífica.
La represión, pues, es inherente a la dictadura de cualquier clase o tipo que sea. La dictadura no puede existir sin reprimir, porque representa la negación de la libertad y la democracia y para permanecer en el poder necesita aplastar a quienes rechazan el autoritarismo y quieren ser gobernados democráticamente.
El actual período de Daniel Ortega nació con el estigma de la ilegitimidad, porque su reelección estaba y está prohibida expresamente por la Constitución Política de la República. También es ilegítimo porque los comicios del 6 de noviembre del año pasado fueron denunciados por la oposición como fraudulentos, y la observación electoral europea los descalificó por falta de transparencia y abundancia de irregularidades. Y como consecuencia, del mismo modo que actuó el somocismo en su comienzo el orteguismo va reprimiendo poco a poco a sus adversarios, utilizando los instrumentos legales y los cuerpos coercitivos del Estado, apretando el cuello de la oposición, estrechando los espacios de participación cívica democrática y cerrando la posibilidad de lograr el cambio de gobierno por medios institucionales, electorales y pacíficos.
Ya desde su período anterior, que sin duda fue legítimo, el gobierno de Daniel Ortega comenzó a reprimir con agresiones de turbas a los activistas de la sociedad civil y las protestas opositoras. Y ahora que es ilegítimo el régimen orteguista ha venido escalando la represión hasta situaciones extremas, como el asesinato múltiple de opositores en El Carrizo y la persecución política y judicial en Ciudad Darío. Por eso decimos que el orteguismo va por el mismo camino del somocismo.
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