Indicios de vida

por Webmaster La Prensa

Leonidas Correa, pintor nicaragüense, se ha destacado al ganar varias bienales por la calidad de su pintura. LA PRENSA/CORTESÍA.

Refugio Marino

El dolor era inmenso, ella lo había abandonado por otro.

Recostado y ebrio yacía en la playa, se dejaba arrastrar por las olas como un ingenuo, daba tumbos con fuerza y aunque le parecía extraño cómo el mar lo succionaba con fuerza, se dejaba llevar confiado.

—Oiga joven, retírese de esa área prohibida. Allí hay corrientes muy fuertes y a más de uno se ha llevado.

Entonces se incorporó rápidamente y le dijo al mar:

—Traicionero.

Contrariedad

Yo te diii/la flor de mis labios,/te dii mi calor…
En un ambiente lejano y melancólico, la voz de Perales colmaba la cubartita (habitación en ruso) y Marcio, escuchando la canción, se imaginaba en Nicaragua. La lejanía se acentuaba en el esfuerzo por retener los rostros de seres queridos en su mente. Seis años se hacían eternos y lo mortificaba la posibilidad de no volver a ver a su recordada novia.
En Nicaragua. Veinte años más tarde.
Se imaginó con ella, tomados de las manos, caminando en el parque Pavieda en una noche nevada. Ella, la linda moldava de ojos celestes. Ella, Viera, cuyo recuerdo lo mortificaba, aún más.

Cinco galones

El abogado al fin tuvo su carro. Pero también vinieron los gastos y tuvo que revalorar sus servicios. Así hubo que un caso valía una llanta, otro un litro de aceite y hasta de a cinco galones de gasolina…

Pintura de Leonidas Correa.
  LA PRENSA/CORTESÍA.

Esperanza

Subió la escalera. Al final le esperaba un mundo de contradicciones. Titubeó. Abajo, voces y brazos extendidos lo seducían. Siguió resuelto hacia arriba, su nueva vida no podría ser peor que la conocida.

La leyenda del gritón

 En lugares como Sitio Viejo, Santa Inés y Rincón Largo, en el municipio de Jinotega, cuentan de la leyenda de un muchacho que salía gritando por las noches: “¡Ah, ah, ah!” Algunos pobladores que lo escucharon por primera vez desobedecieron a sus viejos y le respondieron, cuando no debían. Jamás volvieron a escuchar al gritón ni a ninguna persona, por mucho que quisieron no pudieron.

Fue ayer

 
Mire amigo si las mujeres serán…al menos ésta de la que voy a contar.   
Fíjese que recibí una linda tarjetita navideña de mi antiguo y gran amor. ¡Vaya!, dije, se acordó, aún la flecho. Entonces, en respuesta le envié otra deseándole un feliz año nuevo, con unas palabritas que sugerían una buena noche de pasión con todas las señales. Ya sabemos cómo son esas cosas. Pero ideay, el baboso la quedé esperando. Nada que llegó. La muy ingenua no leyó mi tarjetita esa noche, sino al día siguiente, en afán de alargar su felicidad, según ella.

Cultura Vida indicios archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí