Las amenazas a la libertad de prensa y de expresión aumentan en el continente americano, con situaciones extremas como la de Honduras, donde este año han asesinado a siete periodistas, o las de Cuba, Venezuela y otros países afines al “socialismo del siglo XXI” donde los periodistas siguen siendo enjuiciados o encarcelados.
Por ser hoy el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el secretario general de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, envió un mensaje a todos los gobiernos recordándoles que “la libertad de expresión es una garantía fundamental” para toda sociedad.
Sin embargo, esta garantía parece ser la más violentada en diferentes naciones, mientras los organismos internacionales se limitan a emitir declaraciones y denuncias.
En Nicaragua, el gobierno de Daniel Ortega es un enemigo declarado del periodismo libre y de las expresiones públicas de los ciudadanos, en tal grado que funcionarios de la Procuraduría para los Derechos Humanos, también controlada por el Frente Sandinista (FSLN), intentaron reprimir a un grupo de nicaragüenses que el viernes hizo una protesta cívica frente a esa institución estatal.
En el vecino Honduras los enemigos de la libertad de información están silenciando a balazos a los periodistas, y así, imponiendo miedo, arrebatan al resto de ciudadanos la libertad de expresión.
En Cuba, donde 26 periodistas han estado presos desde el 2003, acaba de ocurrir un caso que huele a una nueva ola represiva: la periodista Dania Virgen García fue detenida y condenada en menos de dos días, con una rapidez sorprendente.
García, quien ha sido crítica del régimen de Fidel y Raúl Castro, publicaba sus escritos en un blog y además acompañaba en las protestas a las Damas de Blanco, familiares de los presos políticos en Cuba.
Para encarcelar a García, el Gobierno cubano la acusó de haber golpeado a su hija de 23 años y de inmediato la enjuiciaron y condenaron a 20 meses de prisión.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) denunció este caso como una “treta penal o política” del régimen cubano que, en el fondo, logró castigar a una disidente y cerrar un espacio en internet que denunciaba al mundo los atropellos del castrismo. Y es casi seguro que cuando se alcen voces internacionales, pidiendo la libertad de la periodista García, el presidente Raúl Castro dirá que no, por tratarse de alguien que cometió un delito común.
Otros regímenes autoritarios o dictatoriales, como el de Hugo Chávez en Venezuela, recurren a ese tipo de tretas para reprimir a periodistas y otros críticos. Hace semanas Chávez mandó a detener al director de una televisora venezolana, con el pretexto de que éste había manifestado ideas golpistas contra su gobierno.
La presidenta argentina Cristina Fernández, igual destacada por hostigar a la prensa independiente, sufrió un revés la semana pasada cuando el Senado repudió de forma unánime los ataques y amenazas a periodistas y medios de comunicación.
Esa decisión de los senadores de Argentina es loable y ojalá otros parlamentos, como el de Nicaragua, sigan el ejemplo. Lo más preocupante hoy, como advierte Ban Ki-moon, es que “la impunidad da rienda suelta a los criminales y los asesinos, y da poder a los que tienen algo que ocultar”; y esto, “a largo plazo, tiene un efecto corrosivo y corruptor en la sociedad entera”.
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