Rosario Hernández
En los últimos meses muchas empresas se han dado a la tarea de empoderar a su personal en los diferentes niveles de la organización.
La mayoría de estas empresas se han centrado en un nuevo estilo de liderazgo para dirigir sus empresas con enfoque al cliente, en donde todos contribuyen en el cumplimiento de la Misión y en el logro de la Visión.
Ha sido impresionante ser partícipe de cómo algunas empresas, con liderazgo visionario y que han contratado personal, antes de enviarlos a sus puestos de trabajo los entrenan, los capacitan para ser mejores y que realicen un excelente desempeño.
Estas empresas están en la dimensión de la transformación hacia un nuevo liderazgo en Nicaragua y están apostando a ser líderes en el mercado centroamericano. A diferencia de otras que están concentradas en la “reducción de la pobreza”, estas empresas están pensando en la generación de riqueza y están potenciando a la gente con mayor capacidad para lograrlo; creen en la gente nicaragüense y la valoran, previo un proceso de selección.
También están entrando en una nueva etapa de participación social, sobre todo dirigida a las nuevas generaciones, con un claro aporte significativo a la transformación sociológica nicaragüense de seguir este rumbo de manera sostenida, con una sensibilidad.
De mantener este ritmo en progresión geométrica, los resultados no se harían esperar y serían irreversibles conforme este líder lo ha imaginado y visionado de manera estratégica como táctica de crecimiento y superación. El resto lo va a seguir si es que lo desean y lo deciden hacer.
Dice Burt Nanus: “No existe una fuerza más poderosa que impulse a una organización hacia la excelencia y el éxito duradero que una visión del futuro atractiva, valiosa y factible, y que sea compartida de forma general”.
Si el líder principal de esta empresa con esa nueva mística, desea tener resultados efectivos debe aprovechar el conocimiento y la experiencia de los antiguos si estos se adaptan al cambio hacia este nuevo liderazgo, olvidándose y dejando atrás viejos paradigmas, porque de lo contrario no estarían contribuyen a la nueva causa y más bien serían un obstáculo hacia nuevos horizontes en este país. Lo recomendable es que administren diligentemente su inteligencia emocional, más que su coeficiente intelectual. Que permitan que otros crezcan si no quieren crecer de manera personal, que piensen en las futuras generaciones y que les recuerden como precursores de un cambio positivo en una empresa líder, porque es el momento que comencemos a escribir todo lo que debemos en nuestra Nicaragua.
* Directora del Instituto de Gerencia y Liderazgo