El 11 de agosto de 1982, la Iglesia Católica sufrió una de sus más sentidas agresiones. Al mediodía, en una casa de Las Colinas, ubicada sobre la calle “Las Flores”, el entonces sacerdote Bismarck Carballo era arrestado completamente desnudo ante una batería de periodistas, en un hecho que luego fue considerado como un complot, por la jerarquía eclesiástica.
Momentos antes, en la casa de Maritza Castillo, una mujer que se había acercado a Carballo supuestamente en busca de “orientación espiritual”, había entrado violentamente Alberto Téllez Medrano, quien pistola en mano, agredió físicamente al sacerdote y lo sacó desnudo de la vivienda de la que presuntamente era su compañera de vida, para entregarlo a la Policía Sandinista.
19 años después, el ahora monseñor Bismarck Carballo detalla lo sucedido en una entrevista, en la que también asegura que los involucrados en ese “montaje”, ex miembros de la Seguridad del Estado y hasta periodistas, se le han acercado para pedirle perdón en diversas confesiones sacramentales.
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¿En qué condiciones políticas se desarrollaba la Iglesia Católica en 1982?
La Iglesia vivía unos días difíciles. A monseñor Bosco Vivas lo habían atacado las turbas en Santa Rosa, a raíz del cambio que hizo la Curia (Arzobispal) para sustituir al párroco de la iglesia de esa comunidad, a quien conocían como “Monseñor de los Pobres”. Ahí se profanó la eucaristía.
A mí, como vocero de la Curia y encargado de Información y Prensa, me correspondió presentar los hechos. A raíz de eso hay un ambiente muy hostil contra la Iglesia, por otra parte teníamos información de que ciertamente había un seguimiento, un método que utilizaban los CDS (Comités de Defensa Sandinista) de recopilar información general sobre los sacerdotes (cómo vivían, con quién se relacionaban, si fumaban o no); es decir, una “caracterización”.
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¿Cuál era la relación Estado-Iglesia en ese momento?
El problema es que los obispos fueron los primeros en denunciar la masacre de La Pólvora y de la Costa Atlántica por parte del Ejército contra los prisioneros, esto incomodó al gobierno.
Los mismos obispos, cuando se habló de tomar la opción del modelo socialista, denunciaron el peligro de lo que significaría copiar el modelo cubano. Todo eso fue provocando reacciones negativas. No logro ubicar el momento histórico pero, cuando se desplazó a los miskitos de la ribera del Río Coco, por ejemplo, se denunció la violación a sus Derechos Humanos y eso también provocó mucha molestia en el gobierno, además de la oposición que la Iglesia tenía al Servicio Militar.
¿Qué cargo ocupaba usted?
Era párroco de la Iglesia San Miguel, director de la Radio Católica y el encargado de Información y Prensa de la Curia Arzobispal y de alguna manera el vocero del Obispo…
¿En qué momento aparece Maritza Castillo?
Ella llegó a la parroquia San Miguel Arcángel, donde yo era párroco. Ella andaba en búsqueda de la Iglesia para superar una crisis personal que vivía en esos momentos. Se integró a un grupo de apoyo a unas primeras comuniones que se celebraron allí por motivos de las fiestas de Santa Gema y también estuvo colaborando dentro de la renovación comunal.
Así la encontré yo en la parroquia y nos identificamos. Ella jugó un papel, digamos entre comillas, para tratar de acercarse a mi persona.
¿Usted cree que el papel de ella fue fingido? ¿Cree que tuvo algo que ver en la planificación de esta trama?
No sólo lo creo, sino que los hechos y las revelaciones que han habido posteriormente, lo confirman.
¿Qué pasó después, en el ínterin de su detención por la Policía Sandinista y su permanencia en la estación policial de la Centroamérica?
Bueno, hay que recordar que yo fui obligado a quitarme la ropa y logré forcejear con este señor que llegó a agredirme violentamente.
Él tenía una pistola en la mano, realizó disparos. Estando en la puerta de la casa, llegó una patrulla y un grupo de personas que supuestamente participaban en una marcha, pero, en ese momento yo luchaba porque no estaba consciente de lo que se me venía encima; estaba desnudo, sangrando y la Policía, en vez de protegerme y vestirme, me sacó arrastrándome hacia el vehículo donde estaban ellos, frente a las cámaras de periodistas conocidos, porque como yo trabajaba con los medios, conocía a los periodistas que estaban allí.
¿Todavía ellos están en el medio?
Pues no sé si mencionar nombres, porque algunos de ellos ya han hablado conmigo…
No, no quiero que mencione sus nombres. Pregunté si ellos todavía trabajan en los medios de comunicación.
Hay algunos que son fotógrafos y otros que estaban allí…
¿Le han explicado ellos qué paso, si fueron ellos parte de un montaje?
Ellos dan testimonios de que fueron llevados allí adrede porque había un fenómeno, un hecho. No sé si sabían todos los detalles, pero estaban allí esperando algo…
Luego, fui llevado desnudo en el jeep hasta la Centroamérica. En ese lugar, fui metido en una de las cárceles, igualmente desnudo.
Recuerdo haber visto pasar a René Vivas, Juan José Úbeda y personas que estaban allí, a quienes llamé para intentar comunicarme y, bueno, no me resolvieron.
Estuve durante largo rato allí, recuerdo que me hicieron unas preguntas y yo me negué a firmar al principio, pero bajo la coacción de la Policía Sandinista, me vi obligado a firmar el documento que apareció después.
¿Qué tipo de coacción utilizó la Policía Sandinista?
Me amenazaron y, de alguna manera, usted sabe, influyó la situación que se vivía en ese entonces. Ellos usaron todo el escenario de la presión sicológica.
Recuerdo que mi camisa estaba rota a la altura del pecho. Cuando aparece la foto publicada en los periódicos, ésta estaba ya trabajada. Le habían puesto como líquido para que no se viera y fue cuando Róger Cabezas (Comandante de la Policía Sandinista) me entregó al Nuncio Apostólico (Andrés Cordero Lanzas). Yo tengo la foto de un medio de comunicación donde la trabajaron para publicarla.
Descríbame lo que pasó dentro de la casa de Las Colinas, al mediodía del 11 de agosto de 1982.
Hubo una invitación a almorzar. De la Curia (Arzobispal) llegué a la casa (de Maritza Castillo) y efectivamente estábamos almorzando cuando entró violentamente este hombre con el arma disparando y me obligó a moverme del lugar.
Yo fui herido en el brazo, la cabeza y la pierna, es decir, las heridas fueron por patadas y otras agresiones físicas. Vi una andanada de golpes. Es decir, la operación se realiza con violencia y con el arma para obligar a quitarme la ropa.
¿Cómo le afectó esto a usted, a su familia, amigos sacerdotes y resto de su ámbito social?
En primer lugar, tengo que agradecer el apoyo de parte de Su Eminencia, el cardenal Miguel Obando y Bravo, Arzobispo de Managua, y quien era mi jefe superior. Él me dio un total apoyo y respaldo que en ese momento, viéndolo ya después, fue decisivo para salir airoso.
Evidentemente hubo apoyo de sacerdotes y religiosas. Yo guardo una serie de cartas de organizaciones católicas que me dieron su respaldo.
El hecho obligó a retirarme del servicio sacerdotal durante unos días. No estuve en la parroquia, sino en la casa de Su Eminencia.
Luego de ocho días de retiro, llegué a la Parroquia San Miguel donde la comunidad religiosa me recibió ejemplarmente. Ese mismo día hubo violencia, recuerdo que le destruyeron el vidrio al vehículo del Cardenal y hubo forcejeo entre católicos y sandinistas que llegaron a manifestarse.
…Y mientras?
Sergio Ramírez, por ejemplo, habló con el Nuncio (Apostólico) y le presentó las fotos que a todas luces se miraba que eran un montaje. El sandinismo se movió para tratar de justificar el hecho a nivel de la Santa Sede y a nivel internacional. Él (Ramírez) era el Vicepresidente o miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN).
Mi padre, Alberto Carballo, se solidarizó inmediatamente conmigo, al igual que mi hermano Luis, quien trabajaba para el gobierno sandinista en el Minvah (Ministerio de la Vivienda y Asentamientos Humanos), que renunció inmediatamente.
¿Llegó a conocer bien a Maritza Castillo?
No. Lo único que supe es que era la compañera de Carlos Mejía Godoy. Como sacerdote, ella me contó su vida personal y a raíz de eso la conozco. Tengo entendido que andaba en una crisis de identidad matrimonial.
¿Llegó a conocer a algunos agentes de la Seguridad del Estado que participaron en este complot en su contra?
Como sacerdote, yo he recibido a personas que estuvieron involucradas, no sé en qué niveles, pero me han contado que ellos tuvieron acceso a la preparación del montaje que, evidentemente, en aquel momento era bajo la consigna del silencio. Me han pedido disculpas.
Con el más cercano que he platicado, ha sido con Tomás Borge. A raíz de que mi hermano Luis cayó preso durante los sucesos de Nandaime y se acercaba Navidad, mis hermanos le mandaron una carta al ex ministro del Interior en la que pedían una reducción de la condena que él tenía. Tomás Borge me mandó a llamar, que quería hablar conmigo, y me puso la cita a las 11 de la noche, en su casa en Bello Horizonte.
Me hice acompañar de monseñor Leopoldo Brenes, quien era el párroco de Bello Horizonte y, después de hablar de otras cosas, Tomás Borge me dijo que quería reconocer el error que habían cometido con la Iglesia y que de alguna manera reconocía que sus cuadros habían abusado contra mi dignidad.
Yo le dije a él que ese reconocimiento y ese perdón que estaba expresando, lo tenía que hacer en público; pero él dijo que no podía desautorizar públicamente a sus cuadros.
¿Recientemente no le ha vuelto a expresar algo?
Entiendo que en esta campaña electoral, los sandinistas preparan la visita a personas, tal vez como yo, para buscar una reconciliación, pero no sé si eso tiene fines propagandísticos.
¿Escuchó sincero a Tomás Borge?
El problema de los políticos es que en ellos hay mucha demagogia, usted no puede valorar las palabras…
A todas estas personas, ¿usted las ha perdonado?
Yo, sinceramente, puedo decirte que soy párroco en Jinotepe, una ciudad altamente sandinista, donde he logrado trabajar con ellos. Yo pienso que no podía estar metido en un círculo de venganza, más aún cuando soy sacerdote…
Y ahora… ¿cómo se siente después de 10 años?
Bueno, evidentemente, durante muchos años me tocó cargar con ese estigma… En lo personal, no guardo rencor. Me tocó vivir esa parte de la historia de la cual no me arrepiento haber sido testigo y actor.
En el caso hipotético de que el FSLN gane las elecciones, ¿cree usted que la relación entre el Estado y la Iglesia vaya a ser igual?
Hay mucho temor de que las cosas vuelvan a situaciones de conflicto porque no se ha visto una evolución práctica de apertura, de reconocimiento de fallas. Sí, hay un temor. En lo personal, creo que también la evolución misma, el tiempo y las circunstancias no permitirían la radicalidad de la década pasada, pero hay un temor porque hay gente fanática.