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Don Enrique: un candidato joven

Salvador Stadthagen Icaza

El año pasado tuve la oportunidad de conocer una interesante faceta de don Enrique Bolaños Geyer, que me terminó de convencer que era el candidato con la mentalidad que necesita Nicaragua para salir adelante.

A don Enrique lo había conocido de antes, no sólo por su trayectoria de lucha, sino cuando llegó en su primera visita oficial como Vicepresidente de la Republica a la Republica de China en Taiwan, donde yo fungía entonces como Embajador. Fue un conocimiento superficial y no tuve la oportunidad de ahondar sobre sus ideas y personalidad.

El año pasado, invitado por nuestros amigos de Taiwan, acompañé a don Enrique a Taipei, para participar junto al Dr. Mario Defranco, el ministro Norman Caldera y cercanos colaboradores, en el Congreso Mundial de Tecnología Informática. Ese interesante cónclave reunió entre otros a Bill Gates así como a distinguidos científicos y ministros encargados del desarrollo tecnológico de varios países.

Hasta ese momento no conocía del gran interés que don Enrique tenía en la informática. Completamente “conectado” desde hace rato se mantiene muy al tanto de lo último en tecnología y de su último e-mail.

Pero, no es por eso que llamo en este artículo a don Enrique “un candidato joven”.

Durante esa semana en que compartimos ideas y descubrimientos, se develó ante mí uno de los más interesantes personajes que he conocido. Ante todo, la presencia de don Enrique no intimida, sus colaboradores son sus amigos y confidentes. Varias veces nos quedamos todos hasta altas horas de la madrugada discutiendo el país y sus problemas. Es una persona que dialoga, que está abierta a ideas creativas y diferentes y realmente las procesa, como las computadoras que le gustan tanto. Es persona de un trato afable, casi familiar, con los que le rodean. Siempre les da su lugar a sus subalternos y por ende consigue de ellos la lealtad y el esfuerzo extraordinario que sólo se logra cuando las acciones salen del alma. Es su apertura mental lo que lo hace joven.

Durante el viaje don Enrique dio un pequeño discurso ante el Club Rotario de Taipei, club al que pertenecen empresarios destacados y embajadores extranjeros participan como miembros honorarios. El entonces Vicepresidente se expresó en un perfecto inglés, elaborando una reseña de la historia reciente de Nicaragua. Al despedirnos mis amigos y ex colegas me dijeron algo que considero describe perfectamente a don Enrique: “Es un verdadero estadista”. Y es que hay un abismo entre un político y un estadista.

No me cabe la menor duda que el caballero que he llegado a conocer en don Enrique, será el estadista que buscará la unidad entre los que verdaderamente queremos democracia y continuado progreso. No me cabe duda que él es la persona que motivará a muchos a entregar esfuerzos extraordinarios con idealismo por Nicaragua. No me cabe alguna duda que como Presidente, don Enrique tendrá mano firme contra el flagelo histórico de la corrupción, flagelo que no distingue entre desarrollo y subdesarrollo y al que sólo con empeño, instituciones fuertes y leyes adecuadas, como las que él mismo callada y certeramente impulsó desde la Vicepresidencia, serán capaces de combatir.

Al regreso de nuestro viaje, en una recepción en Los Angeles organizada en casa de la filántropo americana-nicaragüense, doña Mina Nelson, pronosticamos que don Enrique volvería a estar allí con los muchos amigos americanos y nicaragüenses que asistieron, para volver a hablar con ellos como el candidato de la democracia para estas próximas elecciones.

Enhorabuena para Nicaragua, este pronóstico parece ser una realidad.

* El autor fue embajador nicaragüense en Taiwán.  

Editorial
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