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¿Para qué y a quiénes elegimos?

Rosario [email protected]

El otro día leía una nota en la que un funcionario gubernamental decía que estaba analizando si aceptaba o no la propuesta que varios correligionarios le habían hecho para lanzar su candidatura a diputado.

Agregaba que tenía que pensarlo muy bien porque era una gran responsabilidad, que tendría que consultar con su familia, para decirnos al final que lo más seguro es que se sacrificaría.

No lo voy a negar me causó mucha gracia el señor.

Y es que en nuestro país es común oír a una cantidad de personas que buscan desesperadamente una candidatura para diputados, alcaldes, concejales… con la misma muletilla “me voy a sacrificar por el pueblo”.

Lamentablemente muchos de ellos en lo que menos piensan es en el pueblo, sino que sus aspiraciones son más motivadas por los beneficios particulares que estos cargos tienen: poder, inmunidad, jugosos salarios por poco o nada de trabajo, viajes, reuniones sociales, exoneraciones de impuestos, entre otros.

Tal vez el señor en mención estaba siendo sincero, pero a como dice un colega, el problema es que en el país como que decir diputado se está convirtiendo en una mala palabra.

Los ejemplos del mal trabajo -de algunos miembros del primer poder son evidentes- sólo basta con dar una pequeña vuelta por el hemiciclo para comprobarlo: ausencias, llegadas tardes, dormidas en plena sesión, tertulias cuando se discuten leyes de trascendencia nacional, al fin y al cabo que sólo les corresponde levantar o no la mano conforme la orientación partidaria.

De los escándalos, ni hablar, muchos han sido públicos y no sólo en ese poder, sino que prácticamente en todos.

Todavía tengo fresca en mi memoria la confesión del ex alcalde de Santo Tomás del Nance, José Dolores Espinales, sobre sus relaciones con varias menores de edad, así como la mirada tímida de una de sus pequeñas víctimas. Pero como muchos casos que ocurren en nuestro país, este señor concluyó sin mayores obstáculos su período, ninguna autoridad inició una investigación seria al respecto.

¿Será que para eso es que elegimos a nuestras autoridades? ¿Cuántos votos hemos desperdiciado?

Ya es hora que los nicaragüenses aprendamos a elegir, que seamos más exigentes. No es posible que continuemos votando por personas que ni siquiera saben las funciones que les corresponderá desarrollar o peor aún por aquellas que han tenido comportamientos, por qué no decirlo, delincuenciales.

Los electores también somos responsables, debemos saber a quiénes y para qué elegimos. Estamos a tiempo, a finales de este año tenemos la gran responsabilidad de escoger al nuevo Presidente(a) y Vicepresidente de la República, así como a los diputados para la Asamblea Nacional y el Parlamento Centroamericano.

* La autora es periodista.  

Editorial
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