Este sábado 7 de diciembre, cuando los nicaragüenses en todas partes donde estamos celebramos la Gritería en honor a la Virgen María, en París, Francia, abre de nuevo sus puertas la monumental Catedral de Notre Dame (Nuestra Señora) después de permanecer cerrada cinco años y medio, como consecuencia de un devastador incendio ocurrido el 15 de abril de 2019.
La solemne ceremonia de reapertura de Notre Dame, encabezada por el presidente de Francia, Emmanuel Macron, es de carácter laico, como corresponde a este país donde la cultura política laicista es muy fuerte y está hondamente arraigada. Y se han hecho presentes representantes al más alto nivel de muchos Estados, incluyendo al presidente electo de Estados Unidos (EE. UU.), Donald J. Trump.
Pero la siguiente jornada de festejos al día siguiente, 8 de diciembre, cuando el mundo católico celebra una de sus más importantes festividades y con toda seguridad la más emotiva, como es la de la Virgen María, será una solemne misa en la que participarán 150 obispos de Francia y de diversas partes del mundo, con la asistencia de delegaciones de las parroquias parisinas.
Más tarde del mismo día 8 de diciembre, a las 17:30 hora de París, se volverán a abrir las puertas de Notre Dame y una hora después se oficiará otra solemne eucaristía, esta vez para el público en general.
El papa Francisco fue especialmente invitado a la solemne reinauguración oficial de Notre Dame, en su carácter de jefe de Estado del Vaticano y no como líder religioso de los más o menos mil cuatrocientos millones de católicos del mundo. Pero el papa declinó la invitación, según fuentes del Vaticano porque el evento inaugural de Estado tiene mucho simbolismo político en momentos en que Francia sufre una aguda crisis de gobierno. De manera que Francisco ha preferido ir una semana después a la isla francesa de Córcega, para después de una memorable visita que hizo a Marsella en septiembre del año pasado “volver a centrarse en la fe de las personas sencillas y en la denuncia profética que les tiene a ellos también como protagonistas”.
La Catedral de Notre Dame se comenzó a construir en el año 1163 por iniciativa del entonces obispo de París, Maurice de Sully, y fue inaugurada casi dos siglos después, en 1345, cuando concluyó su construcción. Desde entonces fue un símbolo de Francia durante mucho tiempo el país de Europa con la mayor cantidad de católicos.
Notre Dame sufrió los excesos de la Revolución francesa de 1789, cuando los revolucionarios ateos profanaron y vandalizaron sus imágenes santas, convirtieron el recinto en almacén y la llamaron “catedral de Nuestra Señora de la Razón”. Sin embargo, Notre Dame sobrevivió, como los cristianos y la Iglesia católica han podido sobrevivir a todas las tribulaciones sufridas a lo largo de su historia a manos de los enemigos de la religión y la fe.
En 1802 el emperador Napoleón Bonaparte devolvió Notre Dame a la Iglesia católica, su legítima propietaria. Y allí, en el redimido gran templo parisimo Napoleón se coronó como el emperador de Francia y de todos los franceses.
Sin embargo, Notre Dame permaneció durante unos treinta años en condiciones muy modestas. Hasta que en 1831 el gran Víctor Hugo publicó su excepcional novela, Nuestra Señora de París, y entonces la gran Catedral de Francia comenzó a recuperar su antigua grandeza y esplendor. Y ahora, al renacer del voraz incendio de 2019 que casi la destruye por completo, su elevada aguja ha sido coronada con un gallo dorado con alas de fuego, para representar que Notre Dame renace de sus cenizas como el Ave Fénix.
Pero el gallo representa también al pueblo francés, llamado galo por ser descendiente de la antigua nación que habitaba en las Galias, como llamaron los romanos a la extensa región de Europa Occidental donde ahora están Francia, Bélgica y partes de Suiza, Italia, Alemania y Países Bajos.
El sacerdote capuchino y arzobispo emérito español, Santiago Agrelo, ha escrito que María de Nazaret era tan humilde que “de ella no se dice dónde nació, no sabemos quiénes fueron sus padres, nadie consideró digna de mención la instrucción que recibió, nada se dice de su fama o de su fortuna. Cuando los evangelistas se refieren a ella, en realidad es para hablarnos de otros, como si su nombre no mereciese aparecer por sí mismo en ninguna historia”.
Sin embargo, advierte el prelado español que debemos fijarnos bien en María de Nazaret, “con la esperanza de que, en el misterio de la Virgen María y en el misterio de la Iglesia, contemplemos las obras de Dios, las maravillas de la gracia, el esplendor de la divina belleza”.
Esplendor como el de la renacida Catedral de Notre Dame, símbolo de la grandeza de la Virgen María y de la Iglesia católica, que para amargura de sus enemigos siempre renace una y otra vez de las cenizas, llena de vitalidad.