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La tardía justicia internacional

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Este lunes 2 de diciembre se conoció que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) dictó sentencia a favor del excandidato presidencial venezolano Henrique Capriles. La sentencia es por la demanda que Capriles presentó contra el régimen de Venezuela por el fraude en las elecciones de 2013, mediante el cual le fue robada la victoria que obtuvo en las urnas de votación y adjudicada al dictador Nicolás Maduro.

Capriles reaccionó a la noticia señalando críticamente que “la justicia además de hacer prevalecer la verdad tiene que ser expedita”. En realidad, pareciera una broma de mal gusto que esa sentencia judicial sea tan tardía, pero es la realidad. Un tribunal que tarda tanto tiempo en resolver una demanda, hasta cuando ya no es posible reparar el daño que sufrió la víctima demandante, parece una burla y no un acto de justicia.

A Séneca (4 a.C.-65 d.C.), el célebre filósofo político y jurídico romano de la antigüedad, se atribuye la frase de que “nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía”. El aforismo derivado, de que “justicia tardía no es justicia”, era entonces y es ahora una gran verdad, aunque se le oponga como consuelo la frase más bien vacía de que “la justicia tarda, pero siempre llega”.

La tardanza de la justicia internacional es particularmente grave, porque no perjudica solo a individuos sino a comunidades y naciones enteras. Sobre todo en los tiempos actuales, cuando por la imposibilidad de alcanzar o recuperar la democracia directamente por otras vías, los ciudadanos y pueblos de muchos países dominados por dictaduras o tiranías cifran sus esperanzas en la justicia internacional.

Las expectativas han sido alentadas sobre todo por el uso de la jurisdicción universal, a la que han recurrido abogados y activistas de derechos humanos para promover que se aplique y castigue de algún modo a los dictadores y sus cómplices. Pero igualmente se sigue acudiendo a tribunales internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en busca de justicia y reparación por las violaciones a los derechos fundamentales que han sufrido y siguen sufriendo muchas personas.

Los conocedores del derecho y la justicia internacional explican que en general esta por su propia naturaleza es lenta y muchas veces no llega. Es por la complejidad de los casos que atiende. Por ejemplo, debe verificar hechos tan complicados como los crímenes de lesa humanidad o de guerra, y requiere de mucho tiempo y trámites difíciles para reunir y comprobar pruebas de múltiples fuentes. Además, los procedimientos de la justicia internacional son extremadamente rigurosos, como deben ser para que las decisiones de los tribunales internacionales se ajusten estrictamente a derecho y sean creíbles.

Pero además sucede que quienes tienen que acatar las decisiones de los tribunales internacionales por lo general son los Estados y los gobernantes que raramente se someten a ellas y disponen de muchos recursos para evadir su cumplimiento.

Como consuelo se dice que ha habido algunos casos, muy raros por cierto, de tiranos que ya fueron castigados por la justicia internacional. O se alienta con frases de que “si no hay justicia hoy habrá justicia mañana”. Como lo dijo a la revista Confidencial un miembro del Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN).

Editorial
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