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Alternabilidad en el poder de la derecha y la izquierda en Uruguay

Yamandú Morsi, el candidato presidencial de la coalición de izquierdas de Uruguay, Frente Amplio, venció al candidato de derecha del oficialismo, Álvaro Delgado, en la segunda vuelta de la elección presidencial del domingo recién pasado.

En Uruguay, la izquierda y la derecha se vienen alternando democráticamente en el poder desde hace veinte años. Y han hecho de ese país suramericano un modelo de libertad, paz social, estabilidad política, progreso y prosperidad.

De acuerdo con los registros de organismos internacionales especializados, Uruguay ocupa el primer lugar en el mundo en calidad de la democracia, prosperidad y transparencia; el segundo en libertad de prensa; el tercero en libertad económica, desarrollo humano, paz global y competitividad tecnológica; el cuarto en igualdad de ingresos de la gente, etc.

El Frente Amplio, que ya ejerció el poder político en Uruguay durante diez años, de 2004 a 2014, con los presidentes Tabaré Vázquez y José Mujica, es una coalición de 10 partidos de izquierda, entre ellos el comunista, el socialista y el antiguo trotskista. Pero también la democracia cristiana. Su línea política es de izquierda moderada de manera que cuando ya antes tomó el poder, no hubo sobresaltos, las instituciones democráticas más bien se fortalecieron al incorporar a su funcionamiento un mayor sentido de justicia social.

De manera que ningún uruguayo se atemoriza cuando es elegido un gobierno de derecha o de izquierda, pues ambas corrientes tienen el compromiso —y lo han cumplido hasta ahora— de respetar la eficiente base económica de libre empresa y competencia, la democracia política y el Estado de derecho.

La experiencia uruguaya ha demostrado que no importa si gobierna la derecha o la izquierda, si ambas lo hacen democráticamente, con respeto a las libertades y los derechos fundamentales de las personas.

En realidad, no es cierto lo que suele decir el presidente de derecha de Argentina, Javier Milei, coreado por derechistas radicales, de que toda la izquierda es criminal y que donde toma el poder destruye la economía, suprime la libertad y pone fin al bienestar social.

Como también es falso lo que asegura la extrema izquierda, de que toda derecha es criminal y enemiga de la justicia social. La verdad ampliamente comprobada es que no toda la izquierda es criminal como la castrista, ni toda la derecha es asesina como la pinochetista.

El mismo presidente Milei, quien en varias ocasiones ha dicho que no puede reconocer a ningún régimen izquierdista, en la misma noche del domingo que el candidato del Frente Amplio de Uruguay ganó la elección presidencial, se apresuró a saludar y felicitar al presidente de izquierda electo. “Ratificamos nuestro compromiso de trabajar junto a Uruguay para fortalecer la agenda compartida y el bienestar de ambos países”, dijo Milei en su mensaje personal a Yamandú Orsi. Mientras que el canciller argentino, Gerardo Werthein, expresó en su propio mensaje que Uruguay es un “país hermano” y aseguró la “disposición de Argentina para colaborar con el nuevo gobierno uruguayo”.

Aparte de eso, cabe que nos preguntemos cómo podrá ser la política del nuevo gobierno uruguayo de izquierda con respecto a la dictadura de Ortega y Murillo en Nicaragua, quienes este mismo lunes enviaron un mensaje de felicitación a “los hermanos del Frente Amplio de Uruguay” por su victoria electoral.

En Uruguay, no solo el gobierno de derecha que va a terminar sino también el Frente Amplio de izquierda han repudiado a la dictadura de Nicaragua. El gobierno saliente la condenó sin ambages, sobre todo por medio de su embajador en la OEA, Washington Abdalá. Y el Frente Amplio también la ha repudiado en comunicados oficiales y en categóricas declaraciones del expresidente izquierdista José Mujica.

Del ahora presidente electo uruguayo no conocemos ninguna posición sobre Nicaragua. Pero sí sobre Venezuela y ha sido ambiguo. En una rueda de prensa casi al final de la campaña electoral Yamandú Orsi quiso zafarse de una pregunta franca y directa con el argumento de que: “Puedo decir que (el régimen de Venezuela) es una dictadura y salgo del paso. Pero por la honestidad intelectual que yo siempre defiendo, es un régimen totalmente distinto al resto que uno ha visto en América Latina y que han sido dictadura, lo que no le resta esa dosis autoritaria típica de una dictadura”.

Está por verse, pues, cómo será la actitud del nuevo gobierno uruguayo de izquierda respecto a las dictaduras de América Latina, en particular la de Nicaragua, que ahora está imponiendo una nueva Constitución ya claramente totalitaria.

Editorial
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