Daniel Ortega dijo el jueves 12 de septiembre que “el llamado que hacemos a los nicaragüenses que siguen pensando en hacer daño, es que hay que unir esfuerzos para que nos beneficiemos todos…” Lo dijo en Managua al recibir la Antorcha de la Independencia centroamericana.
Algunos analistas y activistas opositores en el exilio entendieron lo dicho por el caudillo sandinista como un llamado al diálogo, como los que hubo y fracasaron en 2018 y 2019. Y lo calificaron como otra artimaña para tratar de ganar tiempo mientras supera los problemas críticos de su régimen, para seguir detentando el poder.
Pero hubo quienes vieron positivamente la supuesta propuesta de diálogo de Ortega y dijeron estar dispuestos a tomarle la palabra. Es el caso de los representantes de una de las dos facciones en las que está dividido el histórico Partido Liberal Independiente (PLI), quienes recordaron que en agosto recién pasado presentaron públicamente una propuesta de negociación para un acuerdo político. Ellos llamaron su propuesta “Hacia la democracia” y sugirieron como garantes a la OEA, el SICA y la Unión Europea, y como facilitadores a los gobiernos de Panamá, Noruega y Japón.
En realidad, no hay evidencias para creer que Ortega quiere otro diálogo nacional con la oposición en general o con algunos de sus sectores. El autócrata sandinista ha dejado muy claro que él no reconoce como nicaragüenses a los líderes activistas opositores que encarceló y condenó judicialmente, después los desterró, confiscó y hasta les quitó la nacionalidad. Por lo consiguiente no es razonable creer que se refería a ellos cuando llamó a “unir esfuerzos” en la lucha contra la pobreza.
Sin duda que el diálogo y la negociación política son medios indispensables para que las partes en conflicto busquen y encuentren arreglos a problemas de interés común, para resolver pacíficamente los conflictos y darle al cuerpo político de la sociedad, unidad en medio de la diversidad.
Es normal que cada partido o grupo político tenga su propia ideología y propuestas de cómo gobernar mejor para resolver los problemas del país. Una de las partes puede someter por la fuerza militar, policial y judicial a los demás, pero de esa manera no se resuelven los problemas. Por el contrario, crea más malestar, resentimiento e inestabilidad política y social, aunque por encima pareciera que hay normalidad.
Ahora bien, para que pueda haber diálogo, negociación y acuerdos políticos las partes opuestas deben estar anuentes a hacerlo, sobre todo la que detenta el poder. Además, tiene que haber voluntad para cumplir lo que se acuerde en el diálogo y la negociación.
Prácticamente todos los sectores de la oposición exiliada dicen que la solución de la problemática política nacional y la transición democrática deben de ser pacíficas. Lo cual solo se puede lograr mediante el diálogo, la negociación y los acuerdos políticos de interés común.
Sin embargo, eso no se puede hacer en cualquier momento. Tiene que darse la oportunidad y crearse las condiciones propicias para dialogar y negociar los acuerdos políticos. Y por lo que se puede ver eso está lejos, a menos que de repente ocurriera algún hecho o fenómeno de esos que cambian bruscamente la situación y el curso de los acontecimientos históricos.