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La denuncia de Milei de la doblez de la ONU en derechos humanos

El economista libertario o ultraliberal presidente de Argentina, Javier Milei, sacudió a la 79º Asamblea General de las Naciones Unidas con el discurso rupturista que pronunció el martes 24 de septiembre en la primera sesión de debate de alto nivel en ese foro mundial.

En un bien sintetizado discurso que duró menos de 15 minutos, Milei reconoció los buenos propósitos de la ONU y sus acciones positivas en los primeros años después de su fundación, en 1945. Pero a continuación señaló que “en algún momento y como suele ocurrir con la mayoría de las estructuras burocráticas esta organización dejó de velar por los principios esbozados en sus declaraciones fundamentales y empezó a mutar”. Ahora, según el primer mandatario argentino, la ONU “pretende decidir no solo qué debe hacer cada Estado nación si no cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo… Ha sido convertida en una organización que impone una agenda ideológica a sus miembros”.

Todos los cuestionamientos de Milei a la ONU son controversiales, pero algunos son básicamente correctos y no se puede menos que estar de acuerdo con ellos. Tal es el caso de su denuncia de la doblez de la ONU en relación con los derechos humanos. “En esta misma casa —señaló, refiriéndose a la ONU— que dice defender los derechos humanos han permitido el ingreso al Consejo de Derechos Humanos a dictaduras sangrientas como las de Cuba y Venezuela, sin el más mínimo reproche”.

Es cierto. Siendo los regímenes de esos países reconocidos violadores de los derechos humanos, denunciados inclusive en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, sin embargo, son o han sido sus miembros en diferentes períodos. Y lo mismo ha ocurrido con el régimen de Nicaragua, que fue miembro del Consejo de 2007 a 2009, cuando ya se violaban masivamente los derechos humanos de los nicaragüenses, aunque todavía sin llegar a los extremos horrendos de 2018 y los años siguientes.

Se comprende que, por la regla de la supuesta igualdad de derechos de todos los Estados miembros de la ONU, los violadores de derechos humanos pueden ser parte de su Consejo de Derechos Humanos. Sin embargo, tratándose del tema más sensible de las relaciones internacionales, como es el de los derechos humanos, la ONU debería tener establecido que los países donde se violan esos derechos —y no de manera marginal y circunstancial, sino deliberadamente, como son los casos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia, China, Irán, Corea del Norte y otros de la misma ralea— por ética política no pueden ni deben ser miembros de dicho Consejo.

Es cierto que, a pesar de tener esos miembros de tan mala reputación por sus prácticas represivas, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU los defiende activamente al menos de manera formal y retórica. Así lo demuestra, por ejemplo, en el caso de Nicaragua, con la existencia del Grupo de Expertos en Derechos Humanos para este país, el GREHN, que hace un monitoreo permanente de las violaciones a los derechos humanos en este país. Y aunque carece de eficacia para hacer cumplir sus recomendaciones, por lo menos documenta y revela los atropellos a los derechos humanos.

Sin embargo, la sola presencia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU de regímenes que son sus violadores por sistema y de oficio, le resta credibilidad y confianza, como lo ha dejado muy claro el presidente de Argentina, Javier Milei.

Editorial
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