No existe sobre la faz de la Tierra ninguna otra doctrina, pensamiento político o ideología más grande que la liberal, desde la perspectiva del ensanchamiento de la cultura humana, tanto para el desarrollo económico, prosperidad y felicidad de las naciones ―parodiando a Adan Smith―, como desde la optimización de la tolerancia que la doctrina liberal clásica.
Ante esta realidad convincente para la Nicaragua presente, en marcha, y para la del futuro esta es la mejor propuesta política para una superación de la crisis actual y la búsqueda accionaria de su desarrollo.
Nada se puede hacer de cara a las administraciones pasadas, que, aún con la aplicación de un liberalismo más criollo que científico, por nombrarlo de alguna manera, y más apegado a los personalismos y caudillismos de sus impulsores, junto a otros agravantes como hechos corruptivos, dinásticos, dictatoriales y ansiosos de la perpetuidad en el Poder, han resultado ser los más eficaces en los balances socio económicos obtenidos hasta 1979 para el país, incluso atestiguado esto por economistas y miembros de la cúpula sandinista como Jaime Weelock Roman en su libro Nicaragua: Imperialismo y Dictadura entre otros análisis.
Lo que demuestra que si el país desde el segundo quinquenio de la década de los 70 crecía hasta un 8 por ciento per cápita su saludable economía no necesitaba de guerrillas comunistas, como tampoco ningún otro país latinoamericano a no ser por las chifladuras de cabeza de Fidel Castro y el comunismo soviético que vinieron a descomponer el sentido de la vida en toda Latinoamérica.
También podemos decir lo mismo del conservatismo, pero con otras variantes. Primero perdió la batalla ante la imaginación y la percepción liberal y segundo, muchos herederos de este sistema, ante sus rivalidades contra administraciones liberales y de cara a la salida violenta del último de los Somoza, apoyaron al sandinismo, lo que terminó por deslegitimar en gran medida sus glorias pasadas y sus méritos incuestionables en algunos de sus gobiernos.
Ya con el sandinismo la situación es otra. Siempre desde un estatismo belicista y embalsamado en el socialismo de moda de la Guerra Fría y sus conspiraciones revoltosas, no ha logrado la solvencia de una economía sólida y de una sociedad estable.
El nuestro es un país pequeño, con riquezas naturales eso sí, lo que lo hace ser también abierto a la prosperidad, por lo tanto, no requiere de mucha burocracia. Si en Argentina Javier Milei reestructuró su gabinete ministerial en 8 instituciones, yendo hasta hoy las cosas muy bien a pesar de los pataleos de los holgazanes mantenidos por el Estado, esto induce a pensar que Nicaragua, proporcionalmente bajo un gobierno limitado de al menos unos 4 ministerios, podría sensatamente iniciar una era de austeridad, gobernabilidad y productividad para encauzar a mejores días el tiempo perdido. Claro, hay que poner fin, recortar instituciones parasitarias y prebendarias que solo sirven para ensanchar deudas y comprar clientelismo político, y eso en nada se parece al liberalismo.
Nuestra cultura política debe ser ampliada. También esto es muy importante y deberá ser tomado muy en cuenta por quienes deseen de verdad trabajar por el país desde un nuevo enfoque. Es lamentable que aun a casi tres décadas de entrado el Siglo XXI aún muchos confundan al liberalismo con las acciones de determinados expresidentes como Zelaya, Moncada o los Somoza.
Ellos, por muchas causas (guerras y revueltas constantes con los conservadores, conflictos regionales e internacionales y vicios típicos de poder), no lograron científicamente aplicar la doctrina liberal emanada del siglo XIX, esa corriente filosófica, económica y política que activó las libertades del hombre, sus derechos e igualdades jurídicas y políticas, persiguiendo además el bienestar material de las naciones. Y los liberales que pudieron dar pasos más sólidos, como José Madriz, Virgilio Godoy Reyes o José Rizo Castellón, no tuvieron la oportunidad de hacerlo por las mismas disonancias de nuestra enclenque y arbitraria cultura política.
Ante esta eventual realidad la unidad partidaria de las fuerzas políticas y de sociedad civil ―no vinculadas al sandinismo ni a los grupos provenientes del libero-conservatismo ahora juntos bajo un solo techo―, les corresponde avanzar en su consolidación tanto dentro como fuera de Nicaragua. Esta oposición real, viene trabajando sin tanto bombo publicitario en la verdadera agenda política que se necesita, y que de hecho es la única que ha reconocido la necesidad de propiciar un diálogo político con el régimen de Managua.
Corresponde pues, a una nueva generación liberal, despercudida a más no poder de toda influencia populista, venga de donde venga, de todo irracionalismo doctrinario proveniente del marxismo cultural y de toda mentalidad corrupta tras la búsqueda del Estado-botín, tomar las riendas de un liberalismo auténtico, de respeto a la dignidad humana y juicioso de las finanzas pertenecientes únicamente a quienes pagan sus impuestos, como bien lo dijo Margaret Thatcher.
Aplicar esta doctrina como tantas naciones ricas desde Europa, Estados Unidos o la Asia moderna lo han hecho para que Nicaragua no sea solo esa rayada postal de tierra de lagos, volcanes y poetas, sino también de prosperidad para bienestar y felicidad de todo su pueblo. Adán Smith desde 1776 con su obra sobre la creación y acumulación de la riqueza desde una perspectiva política, social, económica y tecnológica nos lo viene diciendo hasta la saciedad, pero seguimos sin atenderlo.
El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.