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Destinos heredados: El regreso a casa

Después de largos días de espera, y un deterioro físico avanzado, Pedro Joaquín Chamorro Barrios sale del Chipote. En esta entrega relata su regreso al hogar

Capítulo 11

La visita de abril me tocó el 29, como de costumbre el segundo día de visitas y mi alegría fue inmensa al ver a mi adorada esposa Martha Lucía que había llegado acompañada de mi hijo Sergio Antonio, era la séptima visita que recibía en 10 meses y 9 días. Pesaba 150 libras, estaba deshecho físicamente y emocionalmente muy deprimido.

Los problemas asociados a la próstata se habían agravado, no tenía fuerzas y honestamente había llegado a un punto que temía por mi vida. Tomé de las manos a mi esposa y en tres ocasiones lloramos juntos. En esa visita me di cuenta que a Edgard Parrales y a nuestro fugaz compañero de celda, Mauricio Díaz, los habían trasladado a sus casas por su avanzada edad y su deteriorado estado de salud.

Cuando regresé a la celda, después de la visita familiar, me entregaron por la ventanilla muchos productos alimenticios que me había llevado, como en todas la oportunidades que tuvo, mi esposa Martha Lucía para compensar la deficiencia calórica de la dieta en el Chipote y que obviamente compartía con alegría con José Adán Aguerri.

Al día siguiente, el sábado 30 de abril de 2022, como a eso de las 3:00 de la tarde se abrió la puerta de mi celda repentinamente y me llamaron. Esta vez solo vino un oficial, lo que vi extraño porque el reglamento establece que sean dos. Me llevaron a unas miniceldas que están en recepción, donde los reos que entran —van a visitas o van a salir— pasan para cambiarse la ropa y les efectúan una requisa.

De pronto apareció la jefa, subcomisionada Yohana Wilford, quien me había seguido visualmente por el otro lado del pasillo, por eso fue que no me llevaron los dos oficiales reglamentarios. Luego llegó hasta la minicelda donde ya estaba enllavado y me entregó los zapatos, el short y la camiseta con que había entrado al Chipote hacía 10 meses y 9 días, para que me cambiara el uniforme azul de reo.

El reloj, el anillo de matrimonio y el rosario de madera con que ingresé al Chipote se los habían entregado como a los dos meses que me arrestaron a mi esposa Martha Lucía.

También pude ver en la recepción al doctor Santana, quien era el que estaba de turno con mi bolso de medicamentos, “voy para afuera”, pensé. Esto me lo confirmó personalmente el jefe de la Dirección de Auxilio Judicial, comisionado general Luis Alberto Pérez Olivas, quien llegó hasta donde me estaba cambiando de ropa —que por cierto me quedaba flotando—  y me dijo lo siguiente: “Por instrucciones de la compañera Rosario y el comandante presidente Daniel lo vamos a trasladar a su casa, pero allí lo vamos a estar molestando”.

Luego me trasladaron —sin esposas ni bridas plásticas— a un microbús en el que iban al menos 4 policías armados de AK-47 y el doctor Santana con el bolsito de mis medicamentos. El microbús era escoltado por dos patrullas policiales y para mi alivio, realizó el recorrido inverso al que yo había hecho esposado en una patrulla policial aquella noche surreal del 25 de junio del 2021, que me arrestaron de puro gusto. 

Iba de regreso a mi casa, con la misma prisa con que me habían sacado.

Fue tan súbita y urgente la orden de traslado inmediato, que la tarea de recoger mis escasas pertenencias que llegaron minutos después a mi casa se la encomendaron a mi compañero de celda José Adán Aguerri, quien me había vaticinado después de la visita: “Vos sos el próximo”.

Según mi esposa, al llegar a mi casa me vio entrar como “un zombi sosteniendo la pretina del short que se me caía por lo delgado que estaba, totalmente encorvado, sin demostrar emociones por la debilidad y necesitando de mi ayuda para caminar”.

Bañada de lágrimas, Martha Lucía se arrodilló en la puerta de mi casa dándole gracias a Dios, luego nos dimos un fuerte abrazo y de igual forma, entre lágrimas me abrazó todo el personal doméstico, quienes nos han servido por muchísimos años, todos muy emocionados y sorprendidos al verme en la casa.

Al poco tiempo de haber entrado a mi casa, apareció un doctor que no conocía del Hospital Roberto Huembes con la intención de colocarme un drenaje en la uretra, supuestamente porque yo no podía orinar, lo cual no era mi condición y por supuesto me negué rotundamente. Mi esposa me secundó y luego el doctor pretendió llevarme al hospital para realizarme exámenes y también nos negamos. 

Finalmente, después de largas discusiones que se prolongaron por una hora de tensa incertidumbre, tras una verificación telefónica de parte del subcomisionado que estaba a cargo del traslado y operativo de entrega, mi esposa firmó un documento que eximía de responsabilidad al doctor, quien había aparecido con el rollo del tubo de drenaje, de lo que me pudiera pasar. Luego de firmarlo, este se marchó y hasta entonces pude respirar tranquilo el aire hogareño. 

Con mucha educación, el subcomisionado a cargo del operativo ordenó una requisa en toda la casa para verificar que no habían celulares, televisiones, computadoras, redes wifi que mi esposa había quitado previamente en preparación ante una posible excarcelación en la que nunca perdió la fe. 

Luego, el alto oficial de Auxilio Judicial tomó todos los datos del personal doméstico y de mi hijo, quien podía visitarme una hora al día y le dijo a mi esposa que en mi casa quedarían 4 policías haciendo 2 turnos de 12 horas y que en cada cambio de turno me tenía que presentar para tomarme una foto.

Cuando se había marchado el subcomisionado y su equipo, mi esposa se acercó a la oficial que había quedado a cargo del primer grupo de la Dirección de Operaciones Especiales de Policía (DOEP) asignado a mi casa, quien le dijo: “No se preocupe, todo va a estar bien”. Mi esposa le respondió: “Aquí se les va a tratar bien, ustedes nos pueden tratar mal, pero tenga la seguridad que nosotros siempre los vamos a tratar bien”.

A partir de ese momento, mi esposa se dedicó en cuerpo y alma, con admirable disciplina y amor, a mi  pronta recuperación, programando alimentación, ejercicios diarios con pesas y caminatas internas y comprándome suplementos de vitaminas y batidos de proteínas.

Por la tarde del día siguiente que llegué, que era 1 de mayo, me enviaron hasta mi casa a la especialista uróloga/cirujana doctora Lisette Navarrete, quien llegó acompañada de una técnica en ultrasonido con un equipo portátil de última tecnología para realizarme un examen de próstata y prescribirme nuevos medicamentos.

Después del examen en el monitor de la computadora, la doctora me tranquilizó sobre el estado de mi próstata dictaminando que aún no ameritaba cirugía y que era tratable, prescribiéndome tres medicamentos con los que después de cierto tiempo de administrarlos experimenté una notable mejoría. 

Así comenzó la segunda fase de mi arresto que duró 9 meses y 9 días. Al fin tenía lectura y por medio de mi esposa estaba informado de lo que acontecía en Nicaragua y el mundo. Poco después tuve la primera visita de mi hijo Sergio, quien era el único que entonces vivía en el país.

Mis tres hijos que vivían en Estados Unidos celebraron con regocijo mi excarcelación y me compraron libros de ciencia, rompecabezas para distraerme, alimentos y ropa para mi nueva talla, que pronto me enviaron a Nicaragua con familiares y amigos, o me trajo personalmente mi hija Mariandrea, quien durante el tiempo que estuve bajo arresto domiciliario me visitó en 3 ocasiones, en adición a su primera visita en el Chipote.

Todas las mañanas hacía ejercicio con pesas en la terraza de mi casa con vista a un pequeño jardín florecido, que era visitado mañana y tarde por alegres colibrís, que desplegando sus espectaculares acrobacias diariamente alegraban mi vista y la de los policías que nos custodiaban.

Próxima entrega: Capítulo 12. Los policías que nos custodiaban 

Entrega anterior: Capítulo 10: Víctor Hugo Tinoco

Ya se encuentra disponible el libro Destinos heredados en Amazon, donde lo puede adquirir en formato kindle e impreso.

La Prensa Domingo

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COMENTARIOS

  1. Hace 3 semanas

    Esto les ocurrió por haberse aliado con el diablo del FSLN. Entre 1977 y 1978 la OEA intervino en la guerra civil de Nicaragua. El Partido Liberal Nacionalista (Partido del cual Somoza era miembro) y la OEA propusieron un referendum para acabar con el conflicto. La única pregunta en la boleta del referendum era simple: ¿Desea usted que Somoza continúe y finalize su período constitucional? Si la mayoría contestaba que No, Somoza se había comprometido ante la comisión de la OEA a renunciar. Este referéndum por supuesto no le convenía a los piratas del FSLN porque el botín de la guerra se les escapaba de las manos y por lo tanto no aceptaron el referendum el cual iba a ser supervigilado por la OEA y los Europeos. La oposición conservadora también se opuso a esta forma civilizada de finalizar el conflicto. Al finalizar la guerra en Julio de 1979 el FSLN por supuesto obtuvo su botin robando las propiedades de la gente del Partido Liberal Nacionalista y forzando a éstos a huir a Miami. La Dora María Tellez, la Monica Baltodano, Bayardo Arce y los Ortegas, por ejemplo, no tenían donde “caer muertos”, sus familias eran pobres, clase media baja.

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