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La más colosal de las mentiras

La noche del viernes 14 de junio de 2013 el empresario chino Wang Ying se hizo acompañar de una rutilante comitiva para presentar en la Casa de los Pueblos el proyecto en cinco años, a un costo de 40 mil millones de dólares. 

El decreto presidencial 840 que le otorgaba la concesión, había sido ratificado 72 horas después por la Asamblea Nacional, y publicado en el diario oficial en idioma inglés, sin tiempo para una traducción decente.

El “Acuerdo Marco de Concesión e Implementación del Canal de Nicaragua”, mejor conocido como el tratado Ortega-Wang Ying, no establecía ninguna obligación para el concesionario. Nicaragua renunciaba a toda autoridad judicial, administrativa, laboral y de seguridad, migratoria, fiscal y monetaria en los territorios concedidos al canal, a favor de HKND.

El concesionario también podía confiscar las tierras privadas que necesitara, y tomaría las públicas sin costo alguno. Las reservas del Banco Central quedaban en garantía de cualquier incumplimiento del estado.

Los congregados aquella noche de gala eran todos estrellas refulgentes del mundo de los negocios trasnacionales. Bufetes de abogados de gran calibre en Estados Unidos, como McKinsey & Company, Kirkland & Ellis; firmas de cabildeo profesional, como McLarty & Associates, fundada por Henry Kissinger y Thomas MacLarty, jefe del staff de Clinton en la Casa Blanca, con una clientela que va desde la Paramount a la Nike.

Y también estaba Bill Wild, de la Infin8Source, presentado como jefe del proyecto, quien desde el Two International Finance Center de Hong Kong, dirigiría un contingente de 4 mil técnicos y expertos dedicados a elaborar los estudios de factibilidad, un costo de 900 millones de dólares.

Para el año de 2019, el primer buque de 400,000 toneladas, capaces de cargar 18,000 contenedores, más grandes que los que puede admitir el Canal de Panamá, estaría atravesando Nicaragua, convertida en el país más rico de Centroamérica, con un crecimiento anual del 14 por ciento, según el vocero oficial de Wang Ying, el boliviano Ronald McLean, antiguo ministro de Finanzas del general Hugo Banzer.

Entretanto, una pantalla mostraba un segmento del mapa de Nicaragua con la ruta del Gran Canal marcada en rojo. Sólo que el mapa estaba al revés. Poniéndolo al derecho, el trazo marcaba una ruta de 286 kilómetros de largo, capaz de permitir el paso de los megabuques, pero también de convertir al Gran Lago de Nicaragua, parte de la ruta, en un colosal fangal.

Las universidades públicas anunciaron cambios drásticos en los planes de estudio, que deberían incluir el chino mandarín, y nuevas carreras técnicas como ecología, hidrología, ingeniería náutica. La agricultura debía orientarse a producir los alimentos preferidos por los chinos, que llegarían por legiones.

En el paquete mágico venía también un ferrocarril interoceánico de alta velocidad, una autopista de costa a costa, aeropuertos internacionales, nuevas ciudades salidas de la nada, complejos hoteleros, áreas de turismo ecológico.

Cuando las luces del salón se apagaron en la Casa de los Pueblos y se deshizo la tramoya, los altos ejecutivos transnacionales se fueron de Nicaragua para nunca más volver. Como estrellas de primera magnitud, habían cobrado altos honorarios por hacer acto de presencia, y adiós.

El 22 de diciembre del año siguiente Wang Ying regresó en un avión alquilado, al que había hecho pintar en el fuselaje las siglas HKND, para dar por inauguradas oficialmente las obras.

El acto de celebró en una finca ganadera cerca de la desembocadura del río Brito en el océano Pacífico, sitio escogido como salida del canal, y vecino al lugar donde se construiría uno de los supuestos juegos de exclusas. Wang Ying se calzó el casco amarillo de protección para arrancar simbólicamente la primera de las retroexcavadoras que lucían en fila, listas para

empezar a abrir la gran zanja que partiría en dos a Nicaragua.

Lo que aquellas máquinas hicieron fue remozar un viejo camino rural. Los equipos eran propiedad del Ministerio de Transportes y Obras Públicas, lo mismo que el casco amarillo que se puso Wang Ying.

Sobre aquel camino, otra vez abandonado, ha crecido el monte y en la época de lluvias es imposible de transitar debido a los lodazales. Unas cuantas vacas pastan allí donde hoy deberían estarse construyendo a ritmo febril las esclusas

El impostor ideó la fantasía de sacar a bolsa las acciones de HKND para reunir los 50 mil millones de dólares. Nadie se apuntó a suscribirlas.

En septiembre de 2021, fue expulsado de la bolsa de valores de Shanghái, e inhabilitado “para desempeñar cualquier función administrativa en las empresas que cotizan en bolsa durante diez años”, según The Epoch Times. Actualmente se encuentra desaparecido, y se rumora que huyó a Estados Unidos.

Once años después de aquella noche de gala en la Casa de los Pueblos, la Asamblea Nacional, bajo instrucciones expresas del régimen, ha derogado la ley que amparaba el tratado Ortega-Wang Ying, y anulado la concesión. El canal interoceánico se disuelve ahora en la bruma de la mentira más colosal inventada nunca en Nicaragua.

El autor es escritor.
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Opinión buques Canal interoceánico China Nicaragua Wang Jing

COMENTARIOS

  1. Hace 3 semanas

    Este episodio del canal parece salido de la pluma del izquierdista Gabriel García Marquez. El chino los ‘vió’ cara de babosos a los Ortega-Murillo. Ja, ja, ja.

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