Es más que evidente que el régimen totalitario castrista (el apellido es necesario porque el sistema impuesto en Cuba difiere de sus pares comunistas y nazi-fascistas, sin negar que ambas tiranías fueron su inspiración) enfrenta una crisis estructural que pone en peligro su sobrevivencia.
En la Isla, los fracasos han sido tantos y tan sustanciales, que la dictadura, para no caer estrepitosamente, como ocurrió con sus iguales del bloque soviético europeo y la propia URSS, está obligada a reinventarse, aunque corra el riesgo de que surja un Mijaíl Gorbachov, que mande a los moncadistas, incluido Miguel Díaz Canel, al basurero del que nunca debieron salir.
La mejor evidencia del rotundo fracaso en Cuba del proyecto totalitario es la falta de interés de la juventud por integrarse a la Unión de Jóvenes Comunista, UJC, la otrora cacareada cantera del Partido Comunista de Cuba, el aparato político creado por los hermanos Castro y sus cómplices, para justificar ideológicamente sus tropelías de líderes del crimen organizado.
La visible debacle de la UJC es mucho más que política porque la creación de esa organización se remonta a la promesa de Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro de construir gracias a la revolución en el poder, un “hombre nuevo”.
Estos dos sujetos proclamaron que las nuevas generaciones de cubanos estarían compuestas por ciudadanos de un profundo y justo humanismo. Hombres probos, capaces de los sacrificios más extremos por el bien de la humanidad, otra promesa frustrada del fidelismo, porque la mayoría de la juventud cubana no quiere saber absolutamente nada del totalitarismo y como colofón, ha decidido abandonar el país en números considerables, seleccionando Estados Unidos, el enemigo escogido por los Castro como el gran satán, como su refugio.
Esos jóvenes quienes durante generaciones se vieron obligados a actuar contra quienes no pensaban como ellos por dictado de sus dirigentes, han envejecido viendo la miseria en la que malviven sus familiares, han visto además, que el país, a pesar de los esfuerzos de la población y las incontables promesas de la cúpula mandante va de mal en peor, sin que se vislumbre alguna solución. La ineficiencia y corrupción exterminó la confianza que los muchachos de hoy heredaron de sus padres que quizás, fueron militantes de esa misma organización, en una etapa en que delatar y apresar era una orden cuasi divina.
La juventud cubana no quieren formar parte en la actualidad de la organización partidaria. En el pasado, eran muy pocos los que no se aprestaban a integrar las filas de la Juventud, un redil que garantizaba el progreso material a cambio de ser fiel a las propuestas de la Revolución, esa entidad intangible que desgobierna a Cuba desde el 1 de enero de 1959. Cierto que nunca faltaron jóvenes que se integraron a la UJC por convicción, pero muchos se sumaban porque la organización les permitía disfrutar condiciones de vida que en cualquier otro país eran normales, pero en la mayor de las Antillas eran glamorosos privilegios.
La miseria y la represión, una especie de mandato divino del castrismo, condujo a numerosos jóvenes a integrarse al proceso revolucionario y a participar en gestiones contrarias a la dignidad humana, como han sido los mítines de repudio que, en la crisis del Mariel, 1980, alcanzaron su mayor criminalidad, solo disminuida por la abominación de las agresiones a las Damas de Blanco, cuando estas reclamaban la libertad de sus familiares encarcelados.
En fin, al parecer en proceso de extinción Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, ha perdido, según la prensa independiente cubana, casi el 32 por ciento de su militancia, más de 200,000 asociados, a pesar de su reciente congreso que contó con la bendición de uno de sus antiguos miembros de mayor destaque, el sicario supremo de Miguel Díaz Canel.
Es más que evidente que el hombre nuevo guevarista, no cuajó si conocemos el lema de este XII Congreso de la UJC, “Crea tu Felicidad”, que le da a la militancia margen para actuar en base a sus necesidades y sueños cuando esa misma juventud ha estado enclaustrada por décadas por una intensa propaganda y adoctrinamiento con sobradas amenazas de lo que puede ocurrir si no se cumplen los mandatos de la revolución.
El autor es periodista cubano.
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