Tiene cinco meses la perrita Scaby, raza doberman pincher, y debe tener dotes de exploradora, pues aprovechó un instante en que quedó abierto un portón de su casa en la Colonia del Periodista, evadió a un vigilante que la quiso detener, quién sabe cómo hizo para no morir aplastada por los vehículos, y recorrió cierta distancia hasta que alguien la recogió, y se la llevó a las cercanías de donde fue el gigantesco basurero de La Chureca, cerca del lago Xolotlán, donde durmió con una niña en una vivienda que mostraba una pobreza extrema.
No podía darse cuenta Scaby de la alarma y consternación que estaba causando a su familia, y de la movilización que estaba provocando en grupos de WhatsApp, y otras redes sociales, especialmente en Facebook, precisamente en el día del cumpleaños de su dueña, la periodista Sandra Huete, quien lloró a mares ese Viernes Santo.
Armando, esposo de Sandra, y su cuñado Lorenzo, a las 6:30 a.m. del viernes 29 de marzo salieron a realizar unas compras, y ahí mismo, en ese momento preciso, se abrió la puerta del drama. Scaby —cuyo nombre surgió de la unión de letras de los nombres de las hijas de Sandra, Scarleth y Gaby—, estaba atenta a una oportunidad para conocer el mundo, y la aprovechó a lo grande.
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Y es que Scaby es hiper-mega hiperactiva, lo contrario de la otra perrita de la casa, Mocca —por su parecido al color del café mocachino—, de nueve años, para quien fue un gran problema cuando aquella entró por primera vez a la vivienda donde ella era reina y señora, y desde ese momento comenzó a detestarla, sin embargo, aunque costó, poco a poco se fueron entendiendo, y ahora son como hermanitas que se ponen de acuerdo para ladrarle a todas las personas que pasan por la acera de la casa. Es su deporte favorito.
Parecía que era urgente encontrar un culpable a quien fusilar
Mocca, una pequinés-chihuahua, es guapa y elegante, entre modelo y actriz, lo que le ha valido muchos premios en concursos de productos veterinarios y otros. El último evento lo ganó en la cadena de tiendas SIMAN, donde obtuvo productos para ella y 150 dólares en efectivo. “Ha ganado montones de premios en dinero, pastillas desparasitantes, collares, comida, etc”, dice Sandra, orgullosa. Así que esta perrita contribuye a los gastos de la casa.
Madonna es una perra mediana de nueve años, blanca, medio chela, no es escandalosa como Scaby y Mocca, más bien es muy sociable, y hasta empalagosa, porque es demasiado demandante de cariño. “Es un amor”, afirma su dueña. Y cierra la alineación el gato Bigote, de seis años, que pasa mucho tiempo en la cama del matrimonio.
Lorenzo, el hermano de Sandra, fue quien dio la voz de alarma cuando regresaba del mercado con su cuñado Armando, porque se percató que Scaby no había hecho el escándalo de siempre cuando alguien de la familia entra a la vivienda.
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Y entonces todo fue un ¡pandemónium!: con voces subidas de tono y gestos no fraternales, pues entre los familiares se señalaban, se reprochaban, se acusaban. Parecía que era urgente encontrar un culpable a quien fusilar. ¿Quién dejó el portón abierto?, era la pregunta predominante, “hasta que nos percatamos —dice Sandra— que estábamos peleando, y concluimos que ese no era el camino. Decidimos no seguir discutiendo y dedicarnos a buscarla”.
Sandra: solo te pido que Scaby haya caído en buenas manos…
Recorrieron todos los rincones de la Colonia del Periodista y los barrios aledaños, alertaron a la población de la colonia sobre la desaparición de Scaby por medio de un grupo de WhatsApp y pusieron una alerta en Facebook. Más tarde otros grupos de WhatsApp replicaban la noticia, y en Facebook la información era compartida por mucha gente, todos concertados en encontrar a la perrita. Desde el exterior, las atribuladas hijas de Sandra le sugirieron que ofreciera una recompensa de cien dólares a quien la devolviera. Y así se hizo.
Pasaron varias horas y nada de la perrita. A mediodía ya estaban desesperados, comieron sin apetito. El calor de la tarde aumentó su angustia. Poco a poco comenzaron a perder las esperanzas que con mucha fuerza muy de mañana anidaron en sus pechos. La familia estaba triste, incluyendo a Mocca y Madonna. Solo Bigote estaba indiferente.
Cuando el sol anaranjado de las seis de la tarde se hundió en el horizonte y nada de la perrita, Sandra comenzó a pensar que “difícilmente se puede recuperar una mascota como Scaby, que puede ser vendida, o criada para que tenga perritos y hacer negocio”.
El viernes la noche se tendió sobre la Colonia del Periodista y Sandra entristecida, le habló a Dios: “Solo te pido que Scaby haya caído en buenas manos, en las de una niña amorosa, y no la vean como mercancía, si no, regresámela, para vos nada es imposible Señor, así que espero confiada en que vuelva”. Entonces desistió de seguirla buscando, “y esperé lo que mi Padre Celestial decidiera”.
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Niña de 14 años durmió con la perrita en La Chureca
Un joven llamado Raymundo, trabajador de Sinter o Sinsa, vio a una perrita desorientada y arisca refugiada debajo de un bus parqueado, y logró agarrarla entre sus brazos, pese a que la animalita trataba de esquivarlo. Se quedó un rato en el lugar, junto al autobús, por si alguien aparecía reclamando a Scaby, pero no llegó nadie. Luego la llevó a su casa, donde fue el basurero municipal, en La Chureca, le dieron de comer, y después la perrita durmió toda la noche con una niña de 14 años.
En la noche del día siguiente, una vecina le dijo a Raymundo que esa animalita se había perdido en la Colonia del Periodista, que apareció un mensaje en Facebook, y le dio un número de teléfono que estaba en la publicación. Y él marcó.
La resignación había entrado en el hogar de Scaby, y se había instalado cómodamente en los afligidos corazones de la familia, cuando la pesadumbre colectiva fue rota por una llamada por teléfono que a las 8:20 de la noche del sábado los electrizó a todos. Una voz joven, masculina, le dijo a Sandra que él tenía la perrita en La Chureca.
“La pobreza se lee en letras mayúsculas en La Chureca”
Pero Sandra no daba crédito a lo que el muchacho le deciía, le parecía que le estaban jugando una mala pasada, entonces le pidió un video en el que apareciera Scaby. Y minutos después lloró de alegría al verla en la pantalla de su teléfono. Raymundo también envió dirección y ubicación. Todos en la vivienda sintieron un enorme alivio.
Inmediatamente salieron en una camioneta de doble tracción y guiados por GPS en veinte minutos llegaron a La Chureca. Pese a la oscuridad, Sandra miró que “las calles tienen muchas piedras, manjoles abiertos, corrientes de aguas grises corriendo como riachuelo, y soltando a su paso una repugnante hediondez. La pobreza se lee en letras mayúsculas allí”. Si hubieran ido en un carro sedán, no hubieran podido entrar, o se habría dañado el vehículo.
No tuvieron que penetrar en la humilde casa: Raymundo, su esposa, y la niña de ambos los esperaban en la acera. Les dijeron que le habían dado de comer. Refiere Sandra que “el encuentro fue increíble, Scaby era como una niña, nos lamía sin parar, también a Mocca, que al verla se puso como loquita. Estábamos felices”.
Como ciudadana y como profesional del periodismo, Sandra Huete resalta el poder de las redes sociales: “En este caso, mis amigos compartieron la publicación, fueron muchos reenviando el mensaje, y se comprueba su efectividad una vez más. La vecina del muchacho que la encontró, le dio parte a él de que la perrita estaba siendo buscada porque lo vio en Facebook“.
Esta es una historia de final feliz no solo para Sandra y su familia, incluyendo sus tres perritas y un gato, sino también para Reynaldo y su esposa e hija, porque recibieron la recompensa de cien dólares, aunque él no pidió ni un centavo.