De diversas entidades el clamor para buscar una salida al tormento social y político crece cada vez más, lo que por ya casi un año he venido diciendo en mi columna semanal en LA PRENSA y en otros medios internacionales. Pero más bien, lo que he hecho es analizar sin pasiones enfermizas ni utópicos planteamientos, el hecho de que un diálogo político transparente, sin trampas ni trampolines entre el régimen de Daniel Ortega y la unidad opositora antisandinista, con el resguardo de la comunidad internacional, es la solución ante esta realidad brutal y despiadada.
Así como los teóricos del desvencijado marxismo leninismo han sostenido que tras una revolución viene una contrarrevolución, en el caso de las naciones castrochavistas, es contundente el surgimiento de fuerzas opositoras políticas internas.
Esto viene ocurriendo en la isla de José Martí, con redes establecidas desde el exilio con el Partido Nacionalista Cubano, en la Patria de Simón Bolívar con el partido Vente Venezuela bajo el liderazgo auténtico de María Corina Machado (cuya victoria en las primarias contó en gran medida con el voto del inmenso exilio de esa nación) y Nicaragua, donde una oposición de catacumbas —esos subterráneos donde antiguos cristianos se refugiaban y organizaban ante las persecuciones romanas—, silenciosa pero visionaria y patrióticamente, viene conformándose con hombres y mujeres provenientes de las fuerzas representativas del voto democrático no vinculado a ninguna arteria sandinista, está creando la unidad interna opositora para surgir como estructura partidaria y enfrentar al partido hoy en el poder cuando llegue el momento de la crucial batalla electoral.
Estoy hablando de liberales, por supuesto que no de las cúpulas; de contras, esos guerreros que lo dieron todo en la cruenta guerra de los 80; de vestigios del conservatismo, social cristianos, independientes y sectores gremiales, quienes en total suman una abrumadora cifra electoral más allá del 80 por ciento votante. Más el influjo y la orientación del nicaragüense desde la diáspora y su latente preocupación por sus familiares.
Hablar de un diálogo con el régimen de Managua, le puede dar náuseas y parar los pelos a cualquier ciudadano, pero no existe, ni matemática ni científica ni milagrosamente otra solución.
Ya he dicho que salvo un imponderable, es decir, un hecho inusual que se atraviese en el camino, pero aún este hecho en el hipotético caso de llegar a darse, atravesaría un laberinto jurídico político, que al final del túnel desembocaría en lo mismo: una negociación que conduzca al nombramiento de una junta provisional de gobierno o a un acuerdo para unas elecciones vigiladas en las que se defienda la legitimidad de cada voto, como que este fuera un lingote preciado de oro o de una exquisita piedra de diamante en las manos de cada votante. O sea, defender cada voto hasta con sangre en cada mesa y en el conteo.
Así las cosas veamos la inamovible actitud del Departamento de Estado de Estados Unidos, siempre manifestándose a favor de una salida negociada, por muchos honorables visitantes del turismo de sociedad civil que ha desfilado por las pasarelas del Congreso en Washington y en otras instancias como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Senado y los organismos donantes, de cuyas visitas como magias de la lámpara de Aladino hasta han salido premios de auto promocionados “líderes” y “candidatos presidenciales” cuyas alucinaciones por considerarse como tales han llegado incluso a desbordar la imaginación y evidenciar el desconocimiento en muchos aspectos de cuanto ocurre en Nicaragua por parte de algunas autoridades políticas.
En este orden de subsanar este impasse político está también la Unión Europea, donde vemos ejercer una real diplomacia que no se amilana ante la burda actitud de la cancillería orteguista con sus desmanes y atropellos ante sus embajadores; por el contrario, estos han declarado hacer bien las cosas en el marco de lograr un entendimiento civilizado en sus misiones y protocolos.
Muy importante también la reciente actitud del Vaticano y su santidad el papa Francisco, quien luego de silenciosos escamoteos así como el prudente silencio de la Curia Arzobispal de Managua, el sumo pontífice además de haberse pronunciado sobre la encarcelación a sacerdotes, ha abogado por un “diálogo diplomático”. La Iglesia católica, aún con sus errores, seguirá siendo una potencia milenaria como ya lo dijera Joseph Fouche en los encendidos días de la Revolución Francesa y el imperio napoleónico, por lo que al menos al día de hoy su feligresía a nivel nacional y en este nuevo giro papal, contendrá vigores guardados para los días de lucha cívica que se avecinan.
Más allá de las fuentes de la diplomacia mundial, del fervor cívico de la diáspora y del influjo de la Iglesia, también empiezan algunas voces de la sociedad civil, pero esa de la “pantalla falsa” como acertadamente la definió el economista Francisco Larios recientemente, en referencia a esa abultada, pero deforme agrupación autoconsiderada como oposición desde una grandiosa confortabilidad en su maquillada agenda, a considerar la posibilidad de esa salida diplomática y dialogante, ante la crisis actual que golpea al pueblo entero de Nicaragua.
Diálogo diplomático. Iniciativa esta que puede cuajar o no. Eso dependerá de cada conciencia ciudadana que esté o no de acuerdo con ella. Habrá que ver también una señal del empresariado al respecto. Este, enredado en sus propias conveniencias, lamentables marufias y telarañas, deberá pronunciarse en su momento, dar la cara y lavársela. Y, además, habría que esperar la reacción de otros sectores así como la del propio Ortega. Nicaragua bien vale una misa, también su paz y su libertad.
El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista Internacional.
