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Nicaragua 2024: entre la ultraderecha y el orteguismo

Bienaventurados quienes habiendo nacido en tercera base ven a los nacidos en primera como sus iguales. (Anónimo)

Mi diálogo con Humberto Belli en las últimas semanas me confirmó que, debajo de la indefinida “democracia” por la que dice luchar la oposición anti-sandinista, se esconde la ultraderecha, como una ideología que, entre otras cosas, se opone a los derechos sociales y, por ende, al papel del Estado en la lucha para contrarrestar la pobreza y las desigualdades que menoscaban la dignidad humana; a la condición secular del Estado moderno; y a la articulación de consensos sociales que reconozcan el derecho de las mujeres a tomar decisiones ética y científicamente responsables en el campo de la salud reproductiva, así como a la igualdad de derechos de las minorías sexuales y otros grupos tradicionalmente vulnerados.

El éxito del anarcocapitalista Javier Milei ha servido para que Humberto, y figuras como Félix Maradiaga, Wilfredo Montalván, Juan Sebastián Chamorro, Ariel Montoya, Kitty Monterrey y Luciano García, hayan revelado su admiración por las ideas del ultraderechista argentino y, de paso, el verdadero sentido de su lucha política.

La ultraderecha nica: una “neuroimagen”

Una neuroimagen es una especie de radiografía dinámica del cerebro vivo. Uso el término “neuroimagen” en sentido figurado para caracterizar tres mentalidades políticas que coexisten dentro de la ultraderecha en Nicaragua.

La ultraderecha ensimismada

Este grupo está compuesto por personas que, consciente o inconscientemente, rehúsan a, o tienen dificultades para, ponerse en los zapatos de quienes no comparten su condición social o piensan como ellos. En su artículo “¿Es bueno el Estado distributivo?” (LA PRENSA, 4/12/23), Humberto Belli ofrece un ejemplo de este fenómeno cuando para ilustrar su crítica a la función social del Estado, crea la figura de “Francisca” —una mujer nicaragüense enferma, paupérrima, y analfabeta—, y la de “don César”, un hombre “muy rico” que se da el lujo de beber botellas de vino valoradas en “más de mil dólares”.

Humberto considera injusto que el Estado obligue a “don César” (o a don Carlos Pellas o don Ramiro Ortiz), a pagar impuestos para mejorar la condición social y de salud de Francisca. Él sugiere que la suerte y el destino de “Francisca” debe depender de la “caridad” de “don César”, canalizada a través de las “iglesias”.

Para apoyar su posición ética, Humberto asegura que su argumentación se basa en “la razón” (que él exalta) y no en “los sentimientos” (que él desvalora). Desconoce Humberto que las neurociencias han confirmado que las posiciones y decisiones que el lenguaje común define como “racionales” son siempre condicionadas, y con frecuencia determinadas, por los “afectos”, un concepto que incluye las emociones, los sentimientos, y las predisposiciones humanas que surgen del subconsciente (Antonio Damasio). El neurocientífico Joseph LeDoux lo dice en pocas palabras: los afectos son “el centro de gravedad del cerebro”.

Así, de acuerdo a las neurociencias, la posición “racional” de Humberto tiene un alto componente “emocional” porque está informada por su nivel de capacidad/incapacidad empática para entender a quienes no han tenido su suerte. Si usted piensa como Humberto y no está de acuerdo conmigo, haga la siguiente prueba: cambie la figura de “Francisca” por la de su ser más querido y verá como sus afectos lo hacen pensar diferente y preferir que la salud y dignidad del ser querido que usted escogió para este experimento mental, dependa de la seguridad que ofrecen la ley y un Estado eficiente y responsable y no de la voluntad y caridad de los “Dones” de este país.

La ultraderecha “pancista

El término “pancista” hace referencia a la “tendencia o actitud de quienes acomodan su comportamiento a lo que creen más conveniente y menos arriesgado para su provecho y tranquilidad” (Diccionario RAE). Una neuroimagen de los cerebros de este grupo revelaría que, mientras que la ultraderecha ensimismada, compuesta mayoritariamente de personas que habiendo nacido en tercera base pontifican y sacan pecho como si hubieran bateado un triple, los “pancistas” pretenden no recordar a quienes, como ellos/as, nacieron en segunda y hasta en primera base. Los/las “pancistas” (¿Et tu UNAMOS?) se ven hoy sentados en la mesa de los que beben vinos caros y se olvidan de las “Franciscas” de nuestro país. Algunos, habiendo disfrutado de la atención de los “don César” del Cosep en las negociaciones del 2018, se decantan hoy por Milei, de quien esperan “traiga nuevos tiempos para su país y [para] toda Latinoamérica” (Infobae, 20/11/23). ¿Nuevos tiempos para quién? No para “Francisca”.

La ultraderecha “doliente

La ultraderecha criolla también cuenta con la presencia de víctimas de la rapacidad y criminalidad del orteguismo. Este grupo encuentra en el grito “¡Viva la libertad, carajo!”, de Milei, la exaltación de lo que más añoran: el retorno a su patria, la recuperación de sus vidas y bienes, y otros más que justificados deseos. Desdichadamente, ellos operan bajo el principio de que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo”, olvidando que el enemigo de tu enemigo, “los Somoza”, puede ser un FSLN que te lleva a la guerra, al servicio militar, a la destrucción de la economía, y a “la Piñata”. Así pues, si a la ultraderecha “ensimismada” le falta empatía, y a la “pancista” principios que la anclen en la realidad de los más débiles del país, a la ultraderecha “doliente” le hace falta memoria para desarrollar la “imaginación del desastre”.

Por una derecha y una izquierda pensantes

La mesa del 2024 está servida: orteguismo marinado en lágrimas, nepotismo y estupidez; o ultraderechismo en salsa de ego, con rebanadas de oportunismo e insensatez. Frente a este deprimente menú, Nicaragua necesita construir alternativas políticas humanistas, democráticas y pensantes. Los gérmenes de estas alternativas existen en nuestro país. Pero mientras las personas que pueden impulsarlas no se expresen e independicen filosófica, discursiva y organizativamente del orteguismo y de la ultraderecha, serán cómplices de la dictadura, o de una derecha radical que hoy se nutre parasitariamente del legado de las protestas de los ancianos que en el 2013 reclamaron derechos sociales que la ultraderecha considera como como “infames” (Ariel Montoya, LA PRENSA, 30/11/23); de la protesta ambientalista de Indio Maíz en 2018 que, en su esencia, es antitética a la ultraderecha, que percibe la naturaleza como un conjunto de bienes mercadeables; y, finalmente, de la sangre de los Mártires de Abril, quienes no murieron para que la extrema derecha nicaragüense y sus aliados definan el sentido de la democracia que necesita nuestro país.

El autor es profesor retirado del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Canadá.

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