Panamá pasó de perder 11-0 (1938), 7-0 (1941) y 7-0 (1946) en sus tres primeros partidos contra Costa Rica a vencerlos en ocho de sus últimos 10 encuentros, incluyendo el 6-1 en el global de este lunes en la Liga de Naciones, que los clasificó a la Copa América 2024. Este equipo es un espejo en donde Nicaragua debe mirarse. Inició profesionalizando su liga de futbol, luego empezaron a sembrar en la base, acapararon inversión, iniciaron a exportar jugadores, y 30 años más tarde, se han solidificado como la selección más firme de Centroamérica.
Según la última convocatoria no había ningún jugador panameño jugando en la liga local, sino que eran de ligas extranjeras, en otras palabras, la liga local solo funciona como plataforma para que los jugadores busquen un mejor futuro en el exterior y más tarde se conviertan en referentes de su país. A pesar que Panamá tiene a un equipo de desarrollo que se ha encargado de capacitar a más de 1,500 entrenadores, una amplia oficina de scouting para detectar el talento y tienen en la mira la construcción de un centro de alto rendimiento, siguen alimentando su ambición de ser potencia. Panamá prefiere exportar a sus jugadores porque sabe que ese es el camino: primero regar la semilla, luego dejar que el árbol crezca para luego aprovechar de su talento.
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Creo que Nicaragua va por buen camino, profesionalizando todas sus áreas e invirtiendo en el desarrollo del futbol base. Si el beisbol sobrevive en alto nivel en el país es gracias a las firmas de organizaciones de Grandes Ligas en Nicaragua que desarrollan a los jugadores y cuando no le ven oportunidades de llegar a Grandes Ligas los dejan en libertad, pero ya son peloteros refinados en su juego y en la mayoría de veces son superiores a los nacionales desarrollados en Nicaragua.
Ojalá que sepamos aprender de Panamá porque ese es el camino.